Para quien hoy en día tenga la oportunidad de recorrer Alemania encontrará frente a sus ojos un país lleno de historia y memoria. Dependiendo de sus regiones cambiará un poco la forma en cómo la abordan. Si uno visita la región de Turinga, el corazón del país, pasará por ciudades como Erfurt, donde estudió Martín Lutero antes de transformar para siempre la concepción del catolicismo; a unos cuarenta minutos llegará a la ciudad de Weimar, aquella que fue sede de la última república democrática antes de la llegada de los Nazis al poder.
A 20 minutos de tan maravillosa ciudad, donde nacieron, vivieron y escribieron personajes como Johann Wolfgang von Goethe y Friedrich Schiller, el Tercer Reich instaló en la Segunda Guerra Mundial el campo de concentración de Buchenwald, uno de los pocos que estuvo en territorio alemán (la mayoría fueron instalados en Polonia) y contaba con la cardinal tarea de usar a los prisioneros para producir armas y municiones para los soldados en los múltiples frentes que los Nazis fueron abriendo a lo largo de su locura.
En un rango de 100 kilómetros, coexisten el epicentro de las mentes más brillantes de la historia de Europa con las atrocidades más crueles de la condición humana. Todavía al día de hoy, si uno recorre las calles de la región, puede encontrar escenas tan contrastantes como una familia de musulmanes jugando en el parque con sus hijos y la advertencia cuando entra a un bar de que es un sitio exclusivamente para simpatizantes del neonazismo.
Dicha multiculturalidad e historia alcanza su versión más cosmopolita en Berlín. Ciudad enigmática, llena de silencios que aturden y vacíos llenos de pasado. En un mismo día puedes visitar la exposición más amplia sobre los años de la barbarie Nazi en lo que eran la oficinas centrales de la Gestapo, caminar a un lado de las ruinas del muro de Berlín, degustar comida de cualquier lugar del mundo, beber cervezas extraordinarias, recorrer el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Berlín, el más grande de Europa (que, dato curioso, cuenta con una parte de la biblioteca personal de Plutarco Elías Calles); recorrer sus extraordinarios museos y concluir el día siendo partícipe de su vida nocturna que lo mismo te ofrece los mejores lugares de música electrónica del mundo que las tabernas más añejas y parsimoniosas de la Guerra Fría.
Sirva lo narrado para demostrar que Alemania es un país abierto al mundo y sus complejidades; que ha aprendido de su historia, la ha asimilado y procesado; que está realizando un esfuerzo institucional enorme para recibir a la mayor cantidad de refugiados posible sin poner en riesgo la estabilidad de la coalición de gobierno. El pasado, presente y futuro de la Unión Europea depende en gran medida de la estabilidad económica, política y social de Alemania y el resto del mundo está consciente de ello. Salvo Estados Unidos, particularmente su Presidente, el neofascista que despacha en la Oficina Oval de la Casa Blanca, quien hace unos días tomó la decisión de, contra toda lógica elemental abandonar el acuerdo nuclear con Irán, mismo que pensó, propuso, impulsó y consiguió después de años de trabajo su antecesor, Barack Obama. Histórica es la foto de ambos -Merkel y Obama- en la Puerta de Branderburgo.
El tema no es menor, la decisión desestabiliza por completo a los países de oriente y convierte en un polvorín cualquier desencuentro, ya sea entre ellos o con naciones de otras regiones. En ese contexto, la Canciller alemana, Angela Merkel, tras el fatídico anuncio, postuló categóricamente: “Hay conflictos a las puertas de Europa. Y la época en la que podíamos confiar en EE UU se acabó”.
Claudi Pérez, del diario español El País, resume la situación de la siguiente forma: “El corolario está muy claro: Europa ya no puede confiar en Trump. “En su lugar, la UE debe hacerse con su propio destino, esa es la tarea para el futuro”, según la canciller. La realidad y el deseo: Merkel asegura que Alemania debe hacer más, pero acaba de anunciar una congelación de su presupuesto en defensa para los próximos cinco años, muy lejos de las cifras que reclama Estados Unidos. Berlín ha afirmado en las últimas 48 horas que va a jugar un papel protagonista para lograr una solución pacífica en Siria, pero eso es lo contrario de lo que ha hecho en el último lustro. Dicen los analistas que el Brexit ha servido para unir a la UE: puede que el desafío que supone Trump y las bocanadas que parece estar dando el multilateralismo convenzan a Alemania de que Europa, más allá del euro y del mercado común, necesita urgentemente una política exterior digna de ese nombre.”
Es el futuro de la estabilidad de Oriente y Europa, es Alemania, en voz de Angela Merkel, anunciando que no pueden confiar más en nuestro vecino al otro lado del muro. Tiempos turbulentos los que vivimos.
¿Alguien puede asegurar que esto ya está decidido?
RAÚL CASTELLANOS HERNÁNDEZ / @rcastellanosh