Ningún Presidente de la República se habría atrevido a hacerle a José Murat lo que este fin de semana le hizo Andrés Manuel López Obrador al hijo del exgobernador oaxaqueño. Al inaugurar la autopista Barranca Larga-Ventanilla, el Titular del Poder Ejecutivo Federal invitó al exmandatario oaxaqueño a ser testigo de la ceremonia. Ahí, más allá de la aparente incomodidad del gobernador Salomón Jara, lo que se pudo ver fue el tamaño real de Murat Hinojosa como político a ras de tierra. Seguramente, ese encuentro selló el acuerdo político entre ambos —que AMLO cumplirá—. Pero eso no le quita el haber exhibido a Alejandro Murat en su pequeñez como factor de poder actual en la entidad.
En efecto, anteayer fue toda una sorpresa el anuncio de que Alejandro Murat estaría presente en la ceremonia de inauguración de la autopista que conecta a los Valles Centrales con la región de la Costa oaxaqueña. Se auguraba un auténtico día de fiesta, máxime que tanto el Presidente como el Gobernador de Oaxaca emanaron del mismo partido y serían ellos quienes cortarían el listón inaugural de la obra.
Y es que, si bien es cierto que uno y otro no fueron artífices del proyecto, sí fueron los que pusieron —en el caso del Presidente— el ahínco y los recursos para que la obra se concluyera. A pesar de que fue una promesa de campaña de Alejandro Murat —como aspirante a la gubernatura—, los seis años de su mandato no fueron suficientes para que la obra se concluyera.
Por eso, si bien la presencia de Murat causó sorpresa, esto también parecía algo posible por haber sido un aliado incondicional de López Obrador durante el tiempo que coincidieron como gobernantes, y al haber una idea tácita de que ambos pactaron la segunda transición gubernamental en Oaxaca, del PRI a Morena, a cambio de la permanencia de Murat en el escenario nacional. En Yogana, en la ceremonia alusiva a la autopista, parece que el acuerdo se terminó de refrendar.
Sin embargo, el cumplimiento del acuerdo con el presidente López Obrador —que no se sabe si será un espacio en la cámara alta o en el gabinete federal, si Claudia Sheinbaum gana la Presidencia—, no significa que todo esté a favor del oaxaqueño/mexiquense Murat Hinojosa. ¿Por qué? Porque al menos en el refrendo de su acuerdo, López Obrador hizo morder el polvo a Murat al demostrarle lo que vale en Oaxaca. ¿De qué hablamos?
De que a la ceremonia llegó Murat Hinojosa prácticamente solo, a menos de 15 meses de haber dejado la gubernatura. El exmandatario no fue arropado por nadie, ni generó una idea de gratitud por su presencia. Al ser nombrado parte de los invitados especiales, recibió una estruendosa rechifla que nadie intentó equilibrar o detener. Fue el propio López Obrador el que lo abrazó y le levantó la mano en señal de amistad —y del cumplimiento de los acuerdos, algo en lo que el Presidente ha sido particularmente congruente al margen de los costos políticos que eso conlleve, con todos sus aliados—; pero eso no le quitó de encima la demostración de que la presencia de Murat en Oaxaca es directamente proporcional a las aversiones y a la soledad que demuestra.
¿De verdad Murat no previó que algo así pasaría? ¿Nadie le dijo que sería abucheado por una multitud volcada a favor del Presidente y conducida —o al menos llevada— por el Gobernador Jara? ¿De verdad Murat Hinojosa está tan solo, que no fue capaz de movilizar a algunos de sus incondicionales —esos a los que tanto ayudó y solapó en los incontables actos de soberbia y corrupción en que incurrieron como servidores públicos de su gobierno— para tratar de no llegar a lo que fue un verdadero asalto en despoblado?
Aunque le refrendó el acuerdo político, lo cierto es que en esa ceremonia el Presidente López Obrador también le demostró a Alejandro Murat que eventualmente cumplirá, pero ya no porque el hijo sea un factor de gobernabilidad en la entidad oaxaqueña como en su tiempo lo fue su papá, sino simplemente por el acuerdo que signaron en el pasado.
CÓMO CAMBIAN LOS TIEMPOS…
José Murat mantuvo sus espacios de poder en Oaxaca el tiempo suficiente para lograr sentar a su hijo en la silla de Gobernador. ¿Cómo lo hizo? Primero porque él —con todo y su personalidad bronca y arrebatada— supo generar incondicionalidades que le han respondido incluso en medio de la ignominia. El viejo grupo muratista es tan sólido que sólo se pueden contar en su haber con dos o tres pequeñas grietas que han seguido siendo solventadas por sus verdaderos seguidores.
A ellos, los que le siguen respondiendo y atendiendo, los hizo todo y de todo en la administración pública estatal, y luego en el gobierno de Alejandro Murat les refrendó su cercanía con el nombramiento de sus hijos como servidores públicos. Por eso, en la administración anterior vimos a una serie de personajes que llegaron al gobierno únicamente por el privilegio de tener un apellido. Y parece que ese fue el principio del fin de Alejandro Murat como mandatario y como exmandatario. ¿Por qué?
Porque Alejandro Murat trajo a su propio grupo de incondicionales, y dejó libres los espacios que comprometió su papá, pero prohijando desprecio a dichos débitos. Ahí se creó la división entre los llamados “yopes” y “yuppies” —término acuñado por nuestra apreciada colega periodista, María de los Ángeles Nivón Molano—.
Los primeros eran los oaxaqueños, y los segundos los “importados” del Estado de México. Eso generó una brecha insalvable, en la que los primeros aprovecharon los márgenes vacíos para hacer y deshacer con los cotos que les encargaron; y los segundos hicieron algo más o menos similar, gracias a la amistad y simpatía que ya traían con el Gobernador —que, valga decirlo, no conocía Oaxaca ni a la mayoría de los hijos de los amigos de su papá, y que tampoco procuró mucho orden administrativo.
Ello explica por qué Alejandro Murat está solo: terminado el sexenio los mexiquenses volvieron a los lugares de donde los sacó Murat cuando les vendió como jugosa la empresa del gobierno oaxaqueño; y los locales que contrató por los débitos patriarcales, tampoco quieren hoy que los ubiquen cerca del exmandatario, dados los problemas administrativos y/o penales que enfrentan por su paso en el gobierno estatal. La mayoría de ellos consideran que, si el destino de Alejandro Aroche fue la cárcel por publicar una imagen junto al exgobernador Murat Hinojosa, es mejor mantenerse alejados de los reflectores y de su presencia porque pueden correr el mismo destino.
Nada de eso le habría pasado en su tiempo, y en su circunstancia, a José Murat. A aquel no hubo un presidente que lo amedrentara ni supuestos amigos que lo traicionaran o repudiaran. Tan no fue así que por eso, los doce años siguientes a su mandato José Murat continuó ejerciendo el liderazgo de un grupo influyente de oaxaqueños, que incluso fue capaz de encumbrar a su vástago. Es una historia que difícilmente se repetirá en Oaxaca.
EPITAFIO
Según sus seguidores, mañana miércoles estallará la bomba en el PRI, con renuncias masivas. A muchos, dicen, Alejandro Avilés les estuvo llamando personalmente para cobrarles los favores recibidos a cambio de que lo acompañen en su adiós al tricolor. Es tanta la incertidumbre, que dicen que entre sus propios compañeros de bancada en la LXV Legislatura local hay quienes ya le dijeron que sí, pero no renunciarán. ¿Qué tal?
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