Cada que parece que ya nada puede detener la ruta hacia el acariciado triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador, es él mismo quien se boicotea. Lo ha hecho en innumerables ocasiones en las dos campañas presidenciales anteriores, y aunque en menor medida, también lo ha hecho en ésta. Su más reciente traspié lo dio este inicio de semana, cuando acusó a dos periodistas e intelectuales mexicanos de ser agentes de la mafia del poder y representantes del conservadurismo. Quizá López Obrador confunde los términos, o acusa deliberadamente. Y se aprovecha la poca idea que los mexicanos promedio tenemos de qué significa ser conservador, y qué implicarían las verdaderas convicciones de izquierda.
En efecto, López Obrador se lanzó contra dos intelectuales que criticaron su campaña: el director de la revista Letras Libres, Enrique Krauze, y Jesús Silva-Herzog Márquez, articulista del periódico Reforma. El cruce comenzó luego de que este lunes Silva-Herzog Márquez publicó el artículo “AMLO 3.0”, en el que describe al aspirante como “un político pragmático”, “sin nervio ideológico ni criterio ético para entablar alianzas”, en referencia a que el líder de Morena ha invitado a integrantes de otros partidos y equipos a sumarse a su campaña.
“Del extremo del sectarismo, López Obrador se ha desplazado al punto contrario: el oportunismo. Su coalición no es ya ni sombra de su base política. Morena ha sido traicionado antes de ganar el poder. El caudillo lo ha entregado al cálculo de sus ambiciones. La lealtad de hoy puede vencer a la deshonestidad de ayer; los mafiosos pueden transformarse en abanderados de la regeneración nacional, los bandidos pueden ser perdonados por la infinita bondad del prócer. Morena ya ha sido sacrificada. Al caudillo le sirven los foxistas, los calderonistas, los zedillistas, los salinistas. Todos caben”, indica el articulista.
Además, Silva-Herzog Márquez comparaba esta postura del presidenciable con el priismo. “Su política no es nueva. La conocemos en México como priismo. López Obrador ha vuelto a sus orígenes: ha fundado un partido con la ambición de recoger a todos los ambiciosos, un partido en el que las ideas no importan. Ha fundado un partido para que la política no castigue a nadie”, agrega en su texto, referido en una nota del portal electrónico de la revista Expansión.
Ante esto, López Obrador respondió vía Twitter lo siguiente: “Hace tiempo que Jesús Silva-Herzog Márquez me cuestiona con conjeturas de toda índole. Hoy, en el periódico Reforma, me acusa sin motivo de oportunista. Ni modo, son tiempos de enfrentar a la mafia del poder, a sus secuaces y articulistas conservadores con apariencia de liberales”, con lo que comenzó un cruce de tuits en los que Silva Herzog Márquez respondió: “Ojalá aceptara alguna vez, don @lopezobrador_ que la discrepancia no es inmoralidad. Criticarlo a usted no es entregarse a la mafia. Si no aceptamos que hay razones para el desacuerdo, el diálogo no tiene sentido.”
Ante ello, el historiador Enrique Krauze intervino citando el mensaje de López Obrador para señalar que “el mesianismo condena” e, igualmente, pronunciarse a favor del debate. El tabasqueño también tuvo palabras para Krauze, a quien ubicó en la misma categoría de conservador con apariencia de liberal: “Enrique Krauze: en buena lid y con todo respeto, tú también eres de aquellos profundamente conservadores y que simulan, con apariencia de liberales. Y por su puesto que acepto la crítica y respeto el derecho a disentir.”.
CONSERVADORES Y LIBERALES
Las historias mexicanas de la lucha por el poder durante el siglo XIX tuvieron siempre como protagonistas a liberales y conservadores. Los primeros, que hoy podríamos ubicar como progresistas, buscaban el desarrollo y el progreso de la sociedad en todos los ámbitos y especialmente en el político-social, basados en la ley y en la separación de la iglesia y el Estado. Los segundos eran los que hoy ubicaríamos como reaccionarios. Es decir, aquellos que se oponen al cambio y que son partidarios de mantener los valores políticos, sociales y morales tradicionales, oponiéndose a reformas o cambios que representan progreso en la sociedad.
Quién sabe si en México exista hoy una verdadera corriente progresista, ya que en general desde hace mucho tiempo la izquierda se ha dedicado a ser opositora al poder, pero también reaccionaria. Lo ha sido desde la perspectiva de que su política permanente frente a cualquier iniciativa, ha sido la del rechazo. Esa izquierda partidista —léase PRD, Morena, PT, etcétera— no ha sido capaz de proponer y empujar políticas propositivas que sirvan como alternativa a las de sus contrapartes.
Y, de hecho, si de progresismo y conservadurismo se trata, el propio López Obrador tiene insuficiencias notables. Por ejemplo, ha sido un líder y candidato de la izquierda progresista que se ha negado a pronunciarse a favor del aborto o de los matrimonios entre personas del mismo sexo, llegando al extremo de proponer que temas como esos sean sometidos a consultas populares, como si la protección y el respeto a ciertos derechos fundamentales —derecho a la no discriminación, al libre desarrollo de la personalidad, a la igualdad frente a la ley, y otros— pudiera quedar al arbitrio de una mayoría popular, o la opinión de ciertos sectores de la población.
En esa perspectiva, pareciera incluso que los reaccionarios tradicionales —el panismo, que formalmente ha estado en contra del aborto, de los matrimonios entre personas del mismo sexo, o incluso de temas más de fondo como el reconocimiento a los derechos de los pueblos y comunidades indígenas, y varios más— hoy se ven superados por algunas posturas de la izquierda, que resultan tan conservadoras como las planteadas por los partidos de derecha.
En el fondo, el problema no radica en si hoy la política se inunda de conservadores o liberales, sino en el hecho de que algunos militan en un bando pero ejercen prácticas propias de sus contrapartes. Ese es un problema mayor que tiene que ver con la congruencia, pero sobre todo con la capacidad de aprovecharse de los vacíos conceptuales en los que nos encontramos la mayoría de las personas, para hacer pasar posturas y prácticas de un tipo, como si fueran exactamente lo contrario. Siendo liberales o conservadores, la medida de todo radica en el respeto a la ley, y a los principios, valores y derechos contenidos en nuestra Constitución.
(IN)MOVILIDAD
Mientras los proyectos de movilidad urbana más importantes de Oaxaca siguen pospuestos de forma indefinida ante las evidencias de corrupción e ineficiencia con las que fueron proyectados y construidos, índice global Inrix, revela que Oaxaca es la ciudad con la velocidad promedio más lenta en el mundo en horas pico, con 5.9 kilómetros por hora, similar a la velocidad promedio de una persona al caminar, cuando el promedio del resto de ciudades se ubica en 14.4 kilómetros por hora. Enfrentar este problema tendría que comenzar por perseguir a los responsables del atraso en que enfrenta la capital oaxaqueña en este rubro.
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