“Poderoso señor es Don Dinero”, reza una conseja popular. Como escolapios bien portados y acicalados, los tres candidatos de las coaliciones que disputan colocarse la Banda Presidencial y sentarse en “La silla de Krauze” –versión Peña FIL de Guadalajara- comparecieron ante la “Convención Nacional Bancaria”, algo así como la Cumbre de los ricos muy ricos de este país, celebrada bajo estrictas medidas de seguridad –también el dinero compra seguridad ¡faltaba más!- en el paradisiaco puerto de Acapulco.
Como tres tristes tigres, López Obrador, Anaya y Meade, en los hechos y sus dichos –con matices- rindieron pleitesía a la elite de la banca y los arreglos financieros, los mismos, o sus herederos o representantes que se beneficiaron y siguen beneficiándose del “rescate bancario” llamado FOBAPROA, del que uno de los tres ha sido fiel guardián y escudero, otro lo combatió y criticó pero ya se le olvidó y hoy les promete “amor y paz” y un tercero andaba por la prepa, preparándose para cuando llegará el momento de entrarle con singular entusiasmo a las triangulaciones financieras y “de reversa” a los paraísos fiscales.
A los tres candidatos, quienes aplicando la analogía de Andrés Manuel parecían “tres tristes tigres” frente a sus domadores, se les olvidó o tienen mala memoria, frente a quienes estaban, por lo que no está por demás darle una repasada a los datos duros.
Manuel Hernández Borbolla analizó hacia noviembre del año pasado en huffingtonpost.com.mx con singular precisión el tema del “Fraude del Rescate Bancario”, aquí algunas de sus conclusiones: “Casi dos décadas después de que el Congreso decidiera convertir el rescate bancario en deuda pública, los mexicanos han pagado más de 2 billones de pesos y la deuda, lejos de disminuir, es sesenta y siete por ciento mayor. Una deuda cuyo origen se remonta a un gigantesco fraude, donde el abuso de los banqueros solapado por la corrupción, opacidad e ineptitud del gobierno fue un factor determinante para que una generación entera de mexicanos, que ni siquiera habían nacido en aquel entonces, tengan que seguir pagando costosos errores del pasado que permanecen impunes”.
“De acuerdo con documentos obtenidos por el Huffington Post vía transparencia y archivos públicos, el rescate bancario ha costado 2 billones 88 mil 947 millones 742 mil 271 pesos, según los pagos realizados por el Instituto para la Protección del Ahorro Bancario del 2000 al 2016. Esto, según los informes del artículo decimosexto transitorio de la Ley de Protección al Ahorro Bancario. Dicho monto se obtiene de sumar los pagos realizados en pesos y dólares -al tipo promedio de cambio de cada año-”.
“En 1999, el total de la deuda reconocida en los estados financieros del IPAB era de 601 mil 341 millones de pesos. Para septiembre de 2017, el total del pasivo llegó a 1 billón 7 mil 764 millones de pesos, monto que representa un aumento del 67% en términos netos. Esto significa que tras haber pagado un monto equivalente a 3.4 veces al saldo original de la deuda contraída por el IPAB, las nuevas generaciones deben ahora 406 mil 423 millones de pesos adicionales. Una deuda que rebasa ya el billón de pesos y equivale a casi una quinta parte del presupuesto de egresos federal aprobado para este año”. Comparativamente, el presupuesto destinado al rescate bancario que no tiene fin, en este 2018 equivale a más del doble de lo destinado a la reconstrucción por los sismos de septiembre. Y como no queremos entrar en detalles, solo déjenme apuntar que los bancos y sus “dueños” mayormente beneficiados por el Fobaproa, fueron ¿Quién creen?…Banamex y Bancomer.
Pero volviendo al tema, fue ante tan distinguidos pro hombres del dinero, que los tres “tigres” presidenciales soltaron sus amarras y se lanzaron a la conquista de tan distinguido público.
Según las crónicas José Antonio Meade hizo reventar el aplausómetro. En contraste con su tercer lugar en las encuestas, los banqueros le hicieron sentir que es su preferido; la ovación que le brindaron puestos de pie duró casi dos minutos, incluso rebasó por varios segundos al que le dedicaron a Agustín Carstens el año pasado; vamos, incluso debe haberle provocado a Peña Nieto, que estuvo un día antes, envidia de la buena. Dejándose querer, Meade declaró sentirse “como en casa” y reconoció el “privilegio” de haber formado parte de “la transformación del sistema financiero”.
Sin asomo de autocrítica, ponderó el superávit de la economía, la bajada de la deuda -no la del rescate bancario por supuesto, esa es de los mexicanos y es eterna-, un crecimiento mayor al esperado, ir adelante de los países de G-20 en la recuperación del espacio fiscal y ya son 32 trimestres de crecimiento positivo; tratando de desmarcarse dijo que es necesario “cortar el cordón umbilical del Ejecutivo al Ministerio Público” y ya repartiendo culpas aseguró que “ningún partido tiene el monopolio de la virtud”.
Anaya aprovechó la tribuna para curarse en salud: “es una verdadera infamia lo que a mí me han hecho”, aseguró y aclaró no ser responsable de la procedencia de los recursos de sus compradores. En alusión a “ya saben quién”, dijo: “En México va a haber un cambio y no conviene un cambio populista”.
López Obrador, sufriendo amnesia de sus agudas críticas del pasado por el Fobaproa y demás “virtudes” que veía en los banqueros, les aseguró: “tengan confianza, no vamos a afectar a la banca en nada, no vamos a llevar a cabo expropiaciones ni nacionalizaciones, no tiene que haber nerviosismo” y muy en su estilo les pidió “aumentar el servicio” a más municipios. Ya para concluir lanzó el mensaje cifrado de si “hay fraude, a ver quién va a amarrar al tigre”.
Las reacciones de la comentocracia no se hicieron esperar. Acusan a AMLO de anunciar la próxima revuelta social que se desataría en caso de que los individuos que controlan las instituciones del Estado utilizaran vías oblicuas para mantenerse en el poder. Ante ello, los espantados deben recordar que en la elección de 2006 el Tribunal Electoral reconoció el daño que causó a la contienda electoral la intromisión del Ejecutivo federal y la clase empresarial. En ese contexto, el plantón sobre Paseo de la Reforma fue un vehículo efectivo para canalizar el clamor social y capotear aquellos meses convulsos. Hay quienes desde entonces estigmatizan a López Obrador, y habría que preguntarles cómo hubieran contenido ellos a las masas. ¿Cómo las contendrán si la coalición de intereses decide contravenir la voluntad popular en julio próximo? Eso es lo que AMLO puso en la mesa. Nada más, tampoco menos.
¿Alguien puede asegurar que esto ya está decidido?
RAÚL CASTELLANOS HERNÁNDEZ / @rcastellanosh