Antes, algunos comerciantes de servicios no tenían puesto ni rumbo fijo, ellos caminaban, deambulaban de veras, con su mercancía o su herramienta a cuestas. Iban de casa en casa, de calle en calle, de barrio en barrio, pregonando tamales, ollas que soldar, caños que destapar, sombrillas que componer, los gelatineros iban con su tabla al hombro; y los panaderos, con su canasto en la cabeza; los afiladores, los del carrito de camotes, y los de paletas, y los del triángulo que suenan y suenan y nadie les compraba obleas.
Hoy, por ejemplo, meterse al zócalo de la ciudad capital, no sabe uno si hay más visitantes o vendedores ambulantes. Son tantos, que el Presidente municipal tuvo que quitar las letras metálicas que estaban frente a la iglesia de Santo Domingo, y donde la gente se fotografiaba para presumir su visita a Oaxaca, solo para colocar a otro montón de vendedores que ya no cabían en la plancha del zócalo y calles inmediatas.
El Presidente de la ciudad de Oaxaca, Oswaldo García Jarquín, sabe que el ambulantaje nunca se va a terminar, por eso, poco a poco, irá solucionando este problema. Bien dice la 4ª Transformación: primero los pobres. Primero los ambulantes.
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