El espectáculo multidisciplinario fue posible gracias a la colaboración de la Galeria Quetzalli y el Ayuntamiento capitalino.
La noche del 29 de diciembre se impregnó de música y fuego en la presentación de Alumbre II, espectáculo que reunió el talento del Ensamble Kafka, la pirotecnia del Piromix y la creación visual de los maestros Francisco Toledo, Guillermo Olguín y Alejandro Santiago.
El Ayuntamiento de Oaxaca de Juárez, a través de la Dirección de Turismo Municipal, colaboró con la Galería Quetzalli y los artistas visuales para producir este evento de gran calidad, con carácter interdisciplinario y una propuesta contemporánea.
Con un Plaza de la Danza llena, a las 19 horas, comenzó el espectáculo, con la presencia de Luis Ugartechea Begué, presidente municipal de Oaxaca de Juárez; María de los Ángeles Martínez Arnaud, presidenta del DIF Municipal y Laura Martínez Iturribarría, directora de Turismo Municipal, quienes, junto con el público reunido disfrutaron de las piezas originales interpretadas por los músicos Steven Brown, Julio García, Facundo Vargas, Onésimo García y Juanito Gutiérrez Vásquez, quienes se ubicaron en un escenario levantado en el izquierdo, al fondo de la magnífica plaza.
Combinada con el ritmo de los instrumentos, la quema de los elementos pirotécnicos fue muy llamativa, había artefactos móviles de escala mediana, que representaban a animales surgidos de la imaginación fértil del maestro juchiteco Francisco Toledo, los cuales surgían de un túnel de fuego y rodaron por las lajas de cantera verde de la emblemática plaza oaxaqueña.
Asimismo, se presentaron enormes paneles del tipo de los castillos que se queman en las fiestas patronales, pero en esta ocasión las figuras reproducidas por los maestros pirotécnicos de la empresa ayuuk Piromix, originaria de Tlahuitolpetec, Mixe, fueron de la autoría de Guillermo Olguín y de Alejandro Santiago. Entre las creaciones destacó una palmera cuyo tronco hizo evoluciones y los animales que tendían un vínculo entre las estructuras listas a incendiarse.
La poética de Alumbre II invadió al público, que con gran atención y entusiasmo seguía la evolución del espectáculo, con obras que desaparecían en cuanto se apagaban las últimas lenguas de fuego, algunas de ellas, de múltiples colores, como metáfora de que, a pesar de lo efímera que es la vida, el momento luminoso del arte permanece.
Las bombas crisantemo y las cascadas de luces dieron el toque final a este espectáculo que reunió diversas disciplinas para el goce del público aficionado al arte.