El coronavirus nos alcanzó.
El mismo Juan Ramón de la Fuente, con la claridad de su visión desde la ONU, lo anticipó aquel lejano 26 de febrero cuando dijo que la cuestión no era si la enfermedad iba a llegar a México o no, sino cuándo.
En medio del irresponsable fuego cruzado que a nivel federal estúpidamente lo reduce todo a la lógica de derecha o izquierda, las entidades federativa tenían que asumir el liderazgo del que hoy se encuentra ayuno nuestro país ante esta crisis.
Y tuvo que ser Alejandro Murat, desde Oaxaca quien se atreviera.
Si alguna utilidad práctica, tangible tiene el federalismo como algo más que diseño constitucional de reparto de competencias, esa es la posibilidad (llegado el momento) de que alguna o algunas de las partes integrantes de la federación cubran vacíos de poder o asuman el liderazgo que el Supremo Poder de la Federación se rehuse a ejercer por incompetencia o por irresponsabilidad.
En un acto sin precedentes en la historia moderna de México, el gobernador de un estado que no tenía caso alguno de coronavirus registrado anunció públicamente y como nadie lo quería hacer, sendas medidas que apuntaban al más responsable de los objetivos: la prevención.
Alejandro Murat salió a los medios el Jueves 12 de marzo a suspender el Medio Maratón “Rock and Roll”, con todas las consecuencias en la derrama económica que Oaxaca tenía asegurada, y a cancelar todos los eventos gubernamentales que representaran aglomeración de personas.
Y fue más allá. Exhortó a los gobiernos municipales y a la iniciativa privada a actuar en consecuencia. Y el exhorto fue atendido con inmediatez y diligencia no solo por la comunidad oaxaqueña.
El ejemplo cundió en Monterrey y San Pedro Garza García; en la Ciudad de México (aunque a medias), en Jalisco, Tamaulipas y Baja California.
Le siguieron los partidos políticos y la SEP de Esteban Moctezuma Barragán. Seguramente hoy, mañana y los próximos días el ejemplo seguirá cundiendo.
Hoy, más tranquilos podemos decir que el aeropuerto de Oaxaca tiene, como apenas comienza a ocurrir en otros lugares de México, inspección de llegada de vuelos internacionales, módulos de información y sanitización de sus instalaciones.
Hoy nuestros pueblos requieren estadistas; mujeres y hombres con visión de gobierno ajenos a cualquier tentación de cálculo, imagen o rentabilidad política o electoral, cuando se trate de salvaguardar la salud y la vida de los gobernados.
Hoy los tiempos son otros. El gobernante responsable tiene que moverse, salga o no salga en la foto. Ante las crisis, las fotos de nada valen.
Si el Presidente se mueve o no se mueve; si se mueve hacia un lado o hacia otro; si sus enemigos políticos esperan las primeras víctimas fatales del coronavirus, ese es asunto de ellos y la historia habrá de juzgar a ambos bandos por igual.
Los estados y lo municipios deben hacer su tarea. Para eso tienen gobiernos y para eso fueron electos sus gobernantes.
Y en la iniciativa privada, la sociedad civil y en los hogares debemos también cumplir con la parte que nos toca.
Ya se ha hecho saber por todos lo medios y a todas horas qué es lo que tenemos que hacer y no hacer para evitar el contagio.
Es simple: ¡CUMPLÁMOSLO!
De poco sirve un gobierno responsable con ciudadanos que creemos que esto son unas largas vacaciones.