En muchas mesas y sobremesas a lo largo de estos años había escuchado que el PRI y el Presidente Peña estaban de acuerdo en entregarle el poder al PAN en una transición a modo, debido a que el partido en el poder tenía clara la imposibilidad de convencer al electorado. En el mundo de los hechos, causas y cauces sociales, no me parecía descabellado. Bastaba con caminar en 2014 por las calles de la Ciudad de México y ver a las cientos de miles de personas exigiendo la aparición con vida de los 43 estudiantes de la Normal Isidro Burgos; percibir la irritación de las familias al ver a la primera dama regañarlos por echarle a perder su casa blanca; la evidente forma en que la violencia volvió a repuntar en 2015 y sorprendió al gobierno tomándose fotos; la impotencia de todo el país cuando se invitó a Donald Trump y no se tuvieron las agallas de decirle en público y a la cara que a nosotros se nos respeta.
Pero no fue así. El PRI, siempre experto en reinventarse, ha construido una narrativa que lo tiene vivo de cara a la elección presidencial. Presume un crecimiento macroeconómico pequeño pero sostenido; millones de empleos (mal pagados) creados; una reducción inobjetable de la pobreza extrema (con el detalle de que dichas familias han pasado de condición de pobreza extrema a la de “pobreza” a secas); una reforma educativa (que más parece laboral) que a pesar de todo y con la complicidad de caciques y mafias regionales han logrado cristalizar y darle un buen posicionamiento mediático. Finalmente, tienen la promesa de que las reformas estructurales se reflejarán en el próximo sexenio y que hay un ente malévolo, populista y autoritario llamado López Obrador que amenaza con derrumbar todo lo alcanzado. Podremos diferir con ellos, pero no podemos negar que los priistas y el grupo del Presidente Peña han construido una epopeya atractiva para un electorado indeciso y coherente para sus realidades autocomplacientes.
En ese contexto, pareciera que el que se tragó la historia de que el PRI no tenía problema en empacarle la presidencia de la República en papel celofán, ponerle un moño chulo y entregársela en las manos, fue Ricardito Anaya, el Niño Fidencio de la Mafia Azul. Mayúscula ha sido su sorpresa al ver que no sólo no será así, sino que el Estado, aliado temporalmente con los contados calderonistas, está operando para dinamitar su camino a la candidatura presidencial del PAN.
La apuesta del PRI ya es evidente y la han confirmado diversos columnistas: despachar al candidato/candidata del PAN si logra colarse por el Frente Amplio antes del inicio formal de la campaña y enfocarse de abril a julio en contrastar y enfrentar a López Obrador.
Por todo ello, no es menor lo acontecido el pasado domingo en el Consejo Nacional del PRD; el Frente Amplio PAN/PRD/Movimiento Ciudadano parece ser un hecho consumado y competirá con candidatos únicos los 300 distritos electorales, gubernaturas, la Ciudad de México y la Presidencia de la República. Movimiento Ciudadano se queda la prerrogativa de poner al candidato en Jalisco, lo cual pone al alcalde de Guadalajara, Enrique Alfaro, en clara fortaleza; el PRD hará lo mismo en Morelos y Tabasco. Caso particular este último. Las tierras por donde pasa el Grijalva son el lugar de origen del líder de Macuspana, por lo que tiene un carácter simbólico añadido.
El Frente Amplio, además de pretender enfrentar al PRI, representa un enorme reto para MORENA en cuanto a estructura a nivel nacional se refiere. Puede que en muchos estados el efecto AMLO baste para postular a cualquier personaje de la peor estirpe política y que este gane; pero ¿si se tiene enfrente una alianza PAN/PRD/MC la historia será la misma? ¿La reciente estructura de MORENA podrá contra la maquinaria del PRD en el centro y sur del país, la del PAN en el norte y la de MC en Jalisco, las tres unidas?
A pesar de nuestra barbarie cotidiana, en la que todos los días miles de familias mexicanas padecen el asedio del crimen organizado, luchan contra la impunidad y por la búsqueda de memoria, justicia y verdad para sus desaparecidos; la democracia mexicana parece estar a punto de escenificar la elección presidencial más reñida de su historia en cuanto a competencia y oferta política se refiere.
Creo que uno de los mejores ejemplos de este sabor amargo es el hecho que, el mismo día que el PRD decidió buscar la presidencia con el PAN, expulsó a Ifigenia Martínez de sus filas. Pragmatismo duro.
En este escenario el gran reto del Frente (de concretarse) es consensuar un candidato o candidata que pueda competir con solvencia moral, política e intelectual por la Presidencia de la República.
¿Alguien puede asegurar que esto ta está decidido?.
RAÚL CASTELLANOS HERNÁNDEZ / @rcastellanosh