Hoy y mañana correrán ríos de tinta en honor al Día del Abogado.
Es bueno y saludable. A pesar de muchos detractores, la abogacía sigue siendo una de las profesiones más populares, respetadas y más demandadas por las nuevas generaciones de jóvenes.
La abogacía sigue vigente y para orgullo nuestro, las y los mejores abogados de México están en Oaxaca. Aquí la competencia no da cuartel.
Quien sabe Derecho entiende lo público y lo privado, sustenta sus creencias y sus opiniones y está listo para alumbrar caminos en cualquier esfera de la vida.
En mi caso personal, cuando la vida me dio la oportunidad de complementar mi formación de abogado con la licenciatura en Ciencias Políticas y, recientemente la maestría en Administración Pública me convencí de que la piedra angular de nuestra democracia, constitucionalmente concebida como sistema de vida, es el estado de derecho.
La historia nos ha enseñado que la debacle de las civilizaciones comienza con el desprecio de los valores que dan origen a las leyes, haciendo que dejen de observarse.
Hoy me toca servir desde el Poder Judicial.
A muchos escapa la consideración de que el Poder Judicial no es solamente uno de los garantes del equilibrio de poderes y de los necesarios contrapesos.
Hablando de Oaxaca y del Tribunal Superior de Justicia, sus Magistradas y Magistrados son garantes del respeto a la ley; garantes del estado de derecho.
Y es que las salas y el pleno no son solamente, como comúnmente se piensa, un tribunal de alzada que dirime las controversias que suscitan las resoluciones de la primera instancia judicial.
El artículo 105 de nuestra Constitución local lo explica claramente, cuando estipula que:
“El Tribunal Superior de Justicia funcionará en Pleno o en Salas y tendrá las siguientes
facultades y atribuciones:
I.- Garantizar la supremacía y control de esta Constitución;
II.- Proteger y salvaguardar los derechos humanos y garantías individuales reconocidos en esta Constitución.
La paradigmática reforma constitucional federal de 2011 y la local de 2015 han hecho que el papel de las magistradas y magistrados no sea ya eminentemente jurídico y legalista, sino también político, en el mejor de los sentidos.
A lo lago de mi vida he aprendido que la política es el arte de hacer posible lo deseable.
Y ninguna actividad transforma tanto la vida de la gente en lo individual y en lo colectivo como la defensa, garantía, salvaguarda y promoción de los derechos humanos.
Respetuosos de los valores que consagra el Código de Ética del Poder Judicial del Estado de Oaxaca, las y los magistrados son activistas que, en la lucha por el respeto a los derechos humanos, aplican e interpretan indistintamente la ley anteponiendo siempre el principio Pro Persona y el control de la constitucionalidad y de la convencionalidad.
Hay que garantizar, hacer respetar y promover los derechos humanos de todos, pero urgente y especialmente los de los más desprotegidos histórica y culturalmente: las mujeres; las niñas, niños y adolescentes; las personas con discapacidad y los pueblos y comunidades indígenas, sobre todo en un estado como el nuestro.
Ser integrante del Poder Judicial es hacer que los Criterios Interpretativos emitidos por la Suprema Corte de Justicia en materia de genero sean más que criterios orientadores para las y los juzgadores oaxaqueños. Tenemos que promoverlos y velar por su observancia para alcanzar igualdad en el derecho humano, constitucionalmente garantizado, de acceso a la justicia.
La lucha contra el acoso laboral, el feminicidio, el hostigamiento y acoso sexual, la tortura, la violencia familiar e intrafamiliar y la violencia sexual y política pasa, en el ámbito de su competencia y atribuciones, por el quehacer de las magistradas y los magistrados.
En Oaxaca necesitamos trabajar mucho para que el Interés Superior de la Niñez deje de ser un concepto jurídico y se convierta en práctica de vida.
Nuestras sociedades hoy lloran por varios ojos, pero en Oaxaca lloran más los ojos de las mujeres, las niñas, los niños y los adolescentes.
El compromiso institucional, la eficiencia, la prudencia, la responsabilidad, la transparencia, la honestidad, el secreto profesional, la excelencia, la objetividad, la imparcialidad, el profesionalismo, la independencia, la justicia y equidad, y la prudencia judicial como principios y valores prescritos por el Código de Ética del Poder Judicial del Estado están presentes en cada resolución y en cada acto de cada uno de nuestras y nuestros magistrados; y deben ser norma común en todos nuestros juzgados en todas las regiones de Oaxaca.
Nací en Oaxaca, he vivido toda mi vida en Oaxaca, me formé en la abogacía en la mejor universidad de Oaxaca que es la UABJO y procuré honrar siempre el tiempo y la paciencia de mis maestras y maestros con las mejores calificaciones.
Mis maestras, maestros, compañeras y compañeros de generación me acompañan siempre en todas las etapas de mi vida profesional. A ellas y ellos me debo en más de un sentido.
Hoy soy papá de un niño de 5 años. Él es mi mejor motivo y mi mayor inspiración.
Quiero contarles que con frecuencia, ahora más que antes, recuerdo el último mandamiento del decálogo que a los abogados nos dejó Don Eduardo J. Couture:
“Ama a tu profesión. Trata de considerar la abogacía de tal manera que el día que tu hijo te pida consejo sobre su destino, consideres un honor para ti proponerle que se haga abogado”.
Si acepta mi propuesta, estaré feliz de que algún día en el futuro podré decirle: “Feliz Día de Abogado”.
*Magistrado del Tribunal Superior de Justicia del Estado de Oaxaca.