El martes pasado pude asistir al curso sobre agenda mediática y opinión pública organizado por el Instituto de Capacitación y Desarrollo Político (ICADEP) A.C del PRI.
Es triste que solo quien conoce a profundidad este noble organismo especializado, pueda ubicar en su exacta dimensión el papel de la capacitación para la actividad política.
Yo que tuve la inmejorable oportunidad de presidir su consejo directivo en Oaxaca doy fe de ello.
Roy Campos, Miriam Bahena y el oaxaqueño Carlos Ramírez ocuparon las ponencias centrales y entre variadas y muy reveladoras conclusiones destaco, para efectos de la presente entrega, aquella que se refiere a la composición actual del electorado.
Es algo sobre lo que he insistido hasta el cansancio. Pareciera que los estrategas electorales de todos los partidos deciden con una venda en los ojos. Andan a ciegas y son tentados por las ocurrencias ante las que terminan por sucumbir.
Una de las primeras certezas de que toda estrategia electoral debe partir, independientemente de las tácticas, la da la propia lista nominal. No es que no la consulten; la ignoran olímpicamente.
Al 12 de abril de este año el 42 por ciento de la lista nominal la integran jóvenes cuya edad oscila entre los 18 y los 34 años. Debían ser prioridad, desde las candidaturas. La realidad es otra; la que todos conocemos.
Aunque en México no tienen aún papel preponderante, las redes sociales nos dicen mucho de cuanto este “target” percibe. La política se mueve, es en buena medida, en el mundo de las percepciones y las campañas electorales son absolutamente asunto de percepción.
Los jóvenes no leen periódicos, ni escuchan o ven noticieros. El twitter y el facebook son inundadas a cada instante de opiniones de jóvenes que reflejan cómo ven, cómo perciben la realidad. Desgraciadamente tratándose de política el peso específico de dichos juicios es ínfimo. Los jóvenes que colman las redes sociales siguen preponderantemente a los artistas y a las estrellas del deporte, sin embargo, como el mismo Roy Campos afirmó con respaldo estadístico: “ Si se hiciera una campaña a través de Twitter, se llegaría a un 82 por ciento de universitarios”.
¿Quién si no los jóvenes universitarios están llamados a ser líderes de opinión más allá de las redes sociales? ¿Quién si no los universitarios deben tomar conciencia de la alta responsabilidad social (que pasa por la política) que deben asumir en su comunidad? Ahí radica el despertar de conciencias y la solución de los males que a diario nos aquejan, incluidos los electorales; los de procesos internos con su selección de candidatos y sus precampañas. Son los universitarios quienes deben entrar a fondo en estos asuntos para poder guiar a los electores, si las dirigencias y las cúpulas de los partidos no se quieren dejar guiar.
Hay una alternancia y una transición mucho más importante que la de los simples partidos. Esa ya demostró en Oaxaca que no sirve absolutamente de nada. El cambio de unas siglas por otras han llevado a la gente al extremo de la opinión: Estábamos mejor cuando estábamos peor.
Esa transición superior y de valía tiene que ver con las generaciones. Sin necesidad de ruptura, el entreveramiento tampoco se dará por concesión graciosa. Como en el caso de las mujeres, tiene que detonarse a instancia de los mismos jóvenes. ¿Quiénes hicieron posible el movimiento de los “indignados”? ¿Quiénes dieron forma a la “primavera árabe”?
Pero ¿qué pasa en Oaxaca, a diferencia de otros estados del país? Los jóvenes son incapaces de construir un proyecto al margen de las vacas sagradas; y no es asunto enteramente de dinero. Los jóvenes con algún talento que les hace sobresalir entre los demás son reclutados (en el mejor de los casos) por “cabezas” de grupos que, por supuesto, ya no son jóvenes y tienen como único interés, obtener, conservar, recuperar o acrecentar privilegios, estatus político, presencia, renombre… poder.
He llegado a pensar, a sabiendas que sociólogos me reprenderán al instante, que el egocentrismo es una cuestión genética del oaxaqueño, más aún del joven. Nunca, desde que tengo uso de razón, se ha podido construir un proyecto en torno a un vértice, a un joven que abra camino para el paso de los demás. Con la complacencia de “los viejos”, los jóvenes permanecen divididos al extremo del encono. Así, cada joven termina “rascándose con sus propias uñas”. No hay solidaridad, porque no hay inteligencia, estrategia, visión a mediano y largo plazo. Nuestra juventud se ahoga en el cortoplacismo. La inmediatez que va de la mano de la impaciencia es el mal de los jóvenes de nuestro tiempo y quien sabe cuánto tiempo seguirá siendo así. Pareciera que tenga que ser un “viejo” suficientemente empoderado el que tome la iniciativa y ponga orden en beneficio real de las nuevas generaciones. Los jóvenes no pueden hacerlo por sí mismos.
Un movimiento juvenil tendría que comenzar al margen de los partidos, aunque sus integrantes tuviesen filiaciones partidistas definidas. Antes de mover a los jóvenes a votar por el PRI o por los demás partidos, se les tiene que mover simple y sencillamente a votar. Convencerlos del poder del voto agregado. Un voto no vale más que uno, pero sin la unidad como principio, no se pueden construir las mayorías.
Si ha quedado demostrado que las organizaciones juveniles de los partidos son solo membretes por la ineficacia de los esfuerzos dispersos, se tienen que abrazar otros caminos. Y esos caminos los habrán de trazar los jóvenes universitarios ajenos a la perversidad y desprendidos de la inmediatez.
Suena imposible, pero argumento con una frase muy socorrida en las redes sociales: “Imposible es aquello que no se intenta”