
Gabu Gonzalez
A casi una semana del crimen que sacudió a Michoacán, el gobierno federal continúa sin poder identificar al joven que asesinó al alcalde de Uruapan, Carlos Manzo. La presidenta Claudia Sheinbaum admitió que la Fiscalía de Michoacán no tiene aún su nombre, pese a los retratos difundidos, la colaboración con el INE y las versiones que circularon sobre su posible identidad.
El agresor, de entre 17 y 19 años, fue abatido en el lugar del ataque. Nadie ha reclamado su cuerpo ni se ha encontrado registro alguno que permita saber quién era. Autoridades estatales reconocen que el joven no portaba identificación, y los únicos datos disponibles son los tatuajes en su piel: una figura de Hello Kitty, el número 701, un signo de pesos y una flor.

El asesinato ocurrió durante el Festival de Velas, frente a cientos de personas, sin que los filtros de seguridad lograran detectarlo. La escena, tan absurda como alarmante, deja al descubierto las fallas en los protocolos de protección y la evidente descoordinación entre autoridades.
El caso se ha convertido en un retrato de la impunidad y la descomposición institucional: un alcalde asesinado a plena luz del día, un asesino desconocido y un gobierno que, a casi una semana, sigue sin poder responder la pregunta más básica: ¿quién era el responsable?







