La generación que me corresponde y que nos formamos bajo las estrofas de “La Internacional” y bajo el lema de “A desalambrar”´ del gran Víctor Jara y canciones de protesta en donde se expresaba la indignación por la opresión de los pueblos a manos de dictaduras latinoamericanas y por influencia del imperio estadounidense, estábamos imbuidos de ideales revolucionarios y por lo mismo éramos admiradores de la Revolución Cubana.
Eran tiempos universitarios y lo dicho por Salvador Allende en Guadalajara el 2 de diciembre de 1972 aun resonaba en nuestros oídos ansiosos de justicia: “Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica.”
Esto ocurría desde la UNAM, en donde era efervescente este ánimo liberador no sólo para los mexicanos, sino para toda la América Latina… “A parir, madre latina, a parir más guerrilleros, ellos sembrarán jardines, donde había basureros…”.
Por supuesto observábamos todo y leíamos mucho. Nos inmiscuíamos en seminarios de análisis de “El Capital” y los libros de la Editorial Progreso estaban siempre en nuestra cabecera.
Admirábamos a la Revolución Cubana y que un pueblo hubiera decidido sacudirse el yugo del imperio gringo para buscar su propio camino de libertad, justicia, igualdad, de trabajo de todos para todos y en el que el gobierno fuera el ejemplo de los tiempos nuevos. Todo estaba bien.
Hoy, sin abdicar del afán de transformación, de justicia, de libertad, igualdad y de cero abusos y cero pobreza y en donde todo esté cumplido para todos, el tiempo nos ha enseñado que si los gobiernos y los países no cambian se anquilosan y se convierten en “lo que pudo haber sido, y no fue”.
O por lo menos si los resultados de aquellos afanes no se transforman en hechos cumplidos las cosas no son dialécticas y se contradicen en sí mismas. No se puede hablar de justicia social en tanto se pierden las libertades básicas: la libertad de expresión, de tránsito, de pensamiento.
Sí: que haya justicia social, pero acompañada por todas las libertades y por la decisión de cada pueblo, en su intimidad y su vida colectiva, para decidir a su gobierno, sin intromisiones externas y sin mandatos ajenos.
Todo esto viene al caso por la particular invitación del presidente de México al presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, y hacerlo orador en una fecha simbólica para los mexicanos: 16 de septiembre.
Pero se da el caso de que esta invitación tiene jiribilla política para ambos gobiernos y se hace en un contexto en el que el gobierno mexicano intenta recuperar la influencia perdida como referente latinoamericano y en momentos en los que el presidente de México envía mensajes a modo de reto al gobierno de Joe Biden. No queda claro si esto es en defensa de su gobierno o en defensa de todos los mexicanos, cosa distinta.
No obstante el diálogo político entre México y EUA, por diferencias de criterio y de acción, deben dirimirse de manera directa y a manera de países civilizados; y con la firme intención de defender los derechos de cada nación. Mandar mensajes sesgados no lleva a ningún lado y sí a un desgaste inútil antes del diálogo y la negociación.
Además, la invitación al presidente cubano se da en el entorno de la VI Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) que se realizó en el Palacio Nacional de México, precisamente cuando se celebran los 211 años de la lucha por la independencia mexicana…
Y se da luego de que del 11 al 14 de julio pasados una multitud de cubanos salió a las calles de distintas ciudades de Cuba para reclamar por la falta de medicamentos, por la falta de atención médica, pero también por la falta de libertades como la libertad de expresión y de tránsito.
El gobierno cubano decidió controlar la situación a toda costa y acusó al gobierno de EUA de estimular estas manifestaciones. Es probable. Pero está claro que mientras son peras o son perones, aquel ideal revolucionario de libertad y justicia sigue incumplido en nuestra querida Cuba.
Por lo demás queda claro que a diferencia de lo que todavía hace meses decía el presidente mexicano respecto de la política exterior y su presencia en foros como este de la Celac, de que él es presidente de México y su actividad y atención están en asuntos internos del país, hoy es archi-evidente su repentino interés latinoamericano.
El gobierno de México quiere encabezar un movimiento latinoamericano de unidad e independencia, el que fue ideal de Simón Bolívar, pero se da el caso de que cada país “es un mundo” y lo demostró ahí mismo, el presidente de Paraguay, Mario Abdo Benítez, cuando dejó claro que su presencia no significa avalar a gobiernos de distinta catadura, como también el de Uruguay y Ecuador.
Al final la reunión de la CELAC fue anodina. Con puntos finales propositivos e ideales, pero nada concreto. Ayudas mutuas, integración, apoyo económico, apoyo sanitario… Nada concreto.
Es extraño el camino que ha escogido el gobierno mexicano: el de la confrontación con Estados Unidos y el de la integración de países anti yanquis del continente. No contaba con la falta de unidad latinoamericana, lo que quedó claro al obligar a retirar de la agenda la propuesta mexicana de sustituir a la OEA por otra organización: “para reflexión”. La mayoría de presidentes dijo “no”.
Y ya se verá si prospera su ideal de crear un Fonden latinoamericano para desastres y apoyos en salud, toda vez que en México mismo desaparecieron a este organismo de apoyo a la población dañada por desastres naturales… Y así.
Ya veremos qué resulta de esta reunión y ya veremos cómo reacciona el gobierno gringo a estas señales mexicanas. Por lo pronto ellos, interesados como son, no quieren conflictos con México, el que les controla la migración aunque los que pagan el pato son los migrantes.