Hay algunas razones para criticar el debate organizado hoy por el IFE. Ninguna de ellas justifica perderse el espectáculo de la democracia en vivo.
No sé usted, pero yo este debate-panel organizado por el Instituto Federal Electoral (IFE) no me lo pienso perder. Lo siento por el Tigres-Morelia, y por el PRI, que según cuentan es quien no quiere que veamos el programa, pero pienso estar al pie de la pantalla cada minuto que pase. Tengo mis palomitas, mi refresco y mi teléfono con el Twitter a todo lo que da para pasar una gran tarde-noche.
Claro, es lamentable que no se retransmita en cadena nacional; sí, es una tristeza que el formato sea tan rígido que impida una interacción más fluida entre los candidatos; vaya, nos gustaría a todos que las cosas fueran de otro modo (yo, por ejemplo, querría ver menos gente en ese escenario). Pero es lo que hay y, ¿sabe qué? Es mejor que nada. De hecho, es mucho más que eso.
Voy a enumerarle algunas razones por la que no sólo es un premio de consolación, sino un importantísimo ejercicio democrático, y por las que no me lo pienso perder. :
1.- Las preguntas seleccionadas por el comité de expertos son impecables y abordan los temas que a todos nos preocupan: el empleo, la seguridad, el crecimiento, la pobreza o el fortalecimiento del Estado. Exigirán a todos los candidatos definirse con claridad.
A más de uno se le puede atorar el discurso cuando le exijan respuestas concretas. Quiero escuchar, si hay suerte en el sorteo de preguntas, qué tiene Peña Nieto que decir sobre las policías locales, o qué va a ofrecer López Obrador como políticas de crecimiento económico o Vázquez Mota qué dirá de respeto a los derechos humanos. Quadri, sabemos, está de sobra, pero su desesperación puede obligarle a subir el nivel de la conversación.
Admitamos el riesgo: si nos repiten los mensajes clave reiterados una y otra nos van a dormir. Pero, ¿y si no, y si de verdad dicen algo que nos permita decidir a quién apoyar con el voto?
2.- Conoceremos, probablemente revelaciones de esas que, según nos cuentan desde hace años los rivales de Peña, están archivadas en las cajas fuertes y que dicen que pueden cambiar el resultado de esta elección. PAN y PRD por igual aseguran que tienen de esos papeles. Son algo así como el Santo Grial, cuyo poder nadie niega pero cuya existencia nadie ha podido probar, y yo de verdad, me muero de ganas de saber.
Dudo que el equipo de Peña se haya dejado algo bajo la alfombra, pero si hay algo capaz de volver un poco más apretada la distancia entre el puntero y sus seguidores, bienvenido sea.
3.- Los viejos lobos de mar, esos que arrastran colmillo y todo saben, ven esto como un juego de niños, un momento trivial, porque al fin y al cabo, esto no es la verdadera democracia. Ahí están los poderes fácticos, la debilidad de nuestras instituciones, y este jueguito del debate no es más que una escenificación de una elección ya decidida, ¿verdad?
Lo siento, pero no estoy de acuerdo. Creo que es una fiesta de la democracia que las cuatro personas que decidamos ver el debate haremos de caja de resonancia de lo que suceda. La democracia mexicana no tiene mucha confianza de la población, pero sin duda este debate demuestra, con la participación de tres candidatos (perdón, cuatro, vaya) que tienen soluciones muy diversas para problemas comunes, que México hoy cuenta con una democracia sana.
Ver en acción a los representantes de las aspiraciones, sueños, ambiciones o enojos de todos los millones de mexicanos es un ejercicio conmovedor.
No aspiro a convencer a nadie. ADNPolítico.com me pidió un artículo y yo, que ni votar puedo hasta dentro de un año, sólo quise decirle a usted lector, a tantos amigos desencantados, a tanto liberal indigesto de lecturas apresuradas, que esto sí importa, que tener a todos los candidatos en una misma sala platicando de nuestro futuro, pues vaya, que sí hay que verlo. Digo yo.
Alberto Arroyo
ADN Político