Me estaba yo acordando, que hace 22 años me morí. Fue una historia rara y chistosa. Mis compañeros de entonces de una estación de radio de Huajuapan, en vez de pasar mi cápsula del mediodía, como diariamente se hacía, metieron otro comentario, el de Oscar Ramírez Cariño. El habló sobre mi muerte. Aseguró que yo había dejado de existir y que no volvería a estar frente a esos micrófonos.
A esa hora, el mediodía, yo andaba afanado en otras cosas y nunca me preocupé por escuchar el comentario de ese día. Después me enteré que varias personas fueron a la florería encargar coronas y flores para llevarlas a mi funeral.
La cosa es que mientras unos aseguraban mi muerte, otros aseguraban lo contrario. Los que aseguraban mi muerte, nunca escucharon el final de la cápsula, donde Oscar dijo: hoy pasa a mejor vida nuestro amigo Horacio Corro.
Eso fue hace 22 años. No cabe duda que el tiempo pasa sin que nos demos cuenta. Son 22 años de matrimonio que tengo con mi esposa.
La historia de cómo la conocí y cómo me casé con ella casi nadie lo cree. Una vez, una periodista le hizo a mi esposa una entrevista en televisión, después de eso, la periodista y yo nos pusimos a platicar largamente. Tan sabrosa estaba la plática que camarógrafos y demás personal, se fueron a poner alrededor nuestro por escuchar lo que hablábamos. La cosa es que la periodista terminó llorando. No voy a decir el nombre de ella porque es muy famosa, y luego, porque sería como descubrir una parte de su vida personal.
Bastó que la periodista me preguntara: ¿y cómo te llevas con tu esposa? Para que yo le comenzar a contar desde el día que la conocí hasta el día en que estábamos platicando sobre su escritorio. Parte de esa historia se las quiero contar.
Un día fui a entrevistar a la que hoy es mi esposa. Después de eso la invité a comer y en la misma comida le propuse matrimonio. Quedamos en casarnos ocho días después. Durante ese tiempo sólo la vi tres días, aquí incluyo el día que la fui a pedir con mi mamá y tres de mis tías que me acompañaron. Calculo que platicaríamos en esos tres días, como 4 ó 5 horas.
El día de la boda yo no sabía el nombre completo de ella ni su edad ni el nombre de sus papás ni de sus familiares. En la misma situación estaba ella, tampoco conocía nada acerca de mí. Así que después de la boda yo me llevé a una verdadera desconocida.
Ya casados me comencé a enterar de su nombre completo, su edad, sus gustos, y parte de su historia de vida. Lo mismo le pasó ella.
Ya pasaron 22 años y aún seguimos juntos. Desde luego que hemos tenido nuestros problemas como todo matrimonio. Hoy entendemos que el amor no es un sentimiento sino una decisión. Cuando nos casamos decidimos estar juntos siempre. A la fecha hemos honrado nuestra palabra. Fácil es amar a quien te ama, pero con eso, cuál es tu mérito, eso lo puede hacer cualquiera. Pero si un día decidiste amar a esa persona para siempre pase lo que pase y luego la dejas, entonces, ¿dónde está tu palabra? Uno es por la palabra. Y eso que no nos casamos por la iglesia.
Para cerrar la historia con la periodista, les diré que ella no lloró por la romántica historia de mi matrimonio, sino porque me dijo: “Lloro de impotencia. Llevo de noviazgo nueve años, y nunca jamás él me ha insinuado algo del matrimonio. Hoy le voy a decir que si no hay matrimonio, que mejor no me quité más mi tiempo”.
Tal vez esta historia no le interesa a nadie, pero quise contarla para honrar a mi esposa a quien amo y admiro y he admirado desde que la conocí por su inteligencia y por su sabiduría.
22 años de matrimonio: Horacio Corro Espinosa
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