Hoy se cumplen 49 años del genocidio –a los hechos hay que llamarlos por su nombre- cometido el 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco. El Movimiento Estudiantil de ese año marcó mi vida. Mi participación se inició desde el día en que Cuauhtémoc González Pacheco –que estudiaba economía en la UNAM- llegó y nos narró –eran tiempos en que las comunicaciones se daban en otro nivel y el Estado tenía un control absoluto- lo sucedido en la preparatoria 1 de San Ildefonso, emblemática por muchas razones, cuya puerta había sido derribada por un “bazukazo”.
Fue entonces que al igual que muchos otros compañeros nos involucramos en la protesta. Nuestra primera acción fue convocar a una manifestación que partiría de la prepa, lo cual hicimos saber al Rector, el Maestro –por siempre querido y respetado- Agustín Márquez Uribe, quien, mostrando una sensibilidad muy lejana al autoritarismo imperante en la época, convocó al Consejo Universitario y tomaron la decisión de encabezarla. Ese gesto, esa acción, -de la que no sé, no me he dado a investigarlo si exista en la hemeroteca testimonio gráfico. Debe haberlo impreso, si aún se conservan los periódicos de aquellos años, en particular el “Oaxaca Gráfico” de Don Eduardo Pimente, que dirigía la inolvidable Maestra Arcelia Yañiz- es emblemática del movimiento estudiantil en Oaxaca, tiene o tuvo en su momento, el mismo significado de la que días después adquirió la marcha que encabezó el Rector de la UNAM, Javier Barrios Sierra acompañado –también- del Consejo Universitario y que fue bloqueada por el Ejército a la altura de Félix Cuevas. Luego vendrían largas jornadas de lucha y la represión fue en aumento hasta culminar en un día como hoy.
La década de los sesentas y en particular el sesenta y ocho registra el despertar de una juventud que se reveló contra el orden establecido; surge la corriente contracultural beatnik, el movimiento hippie, descubrimos la libertad de hacer el amor, en la música los Beatles y los Rolling nos marcan para siempre; el ideal surrealista se hizo presente en las consignas del mayo francés, la frase “la imaginación al poder” validaba la tesis de André Bretón, de que la imaginación era lo único que permitía saber lo que se podía llegar a ser; otras más revelaban el sentido utópico del realismo que alentaba la lucha: “¡Es necesario explorar sistemáticamente el azar. Prohibido prohibir…la libertad comienza por una prohibición. Decretemos el estado de felicidad perpetua. El derecho de vivir no se mendiga, se toma. No me liberen yo me basto para eso. La economía está herida, que reviente. No hay nada más hermoso que un adoquín en la jeta de un policía. Tomemos en serio a la revolución…pero no nos tomemos en serio a nosotros mismos. Acumulen rabia. Sean realistas, pidan lo imposible.
Antecedentes de ello lo son la manifestación internacional celebrada en Liege Bélgica el 15 de octubre de 1966, donde miles de jóvenes de por lo menos diez países de Europa Occidental evidenciaron nuevas formas de confrontar la realidad; y la Conferencia de Bruselas, celebrada los días 11 y 12 de marzo del año siguiente, en que delegados estudiantiles de muy diversas agrupaciones políticas de Francia, Gran Bretaña, Irlanda, Países Bajos, Bélgica, Italia y Alemania discutieron alternativas de lucha para apoyar al FNL vietnamita y protestar contra los pactos -¡esos pactos!- militares, en particular la OTAN y OTASE; es importante señalar que para ese momento la Guerra de Vietnam es definida como clave en la geopolítica mundial. Contra lo que se pudiera pensar, la consigna del Che Guevara “crear dos, tres, muchos Vietnam”, es adoptada por los jóvenes europeos. Así se llega al surgimiento del Movimiento 22 de Marzo, en la facultad de Nanterra, donde los estudiantes liderados por Cohn-Bendit demostrando una inédita capacidad de agitación desencadenarían el descontento estudiantil.
Prendida la mecha en Francia, se concatenan grandes movilizaciones en Berlín, Chicago, Londres, México, que se llegaron a convertir en los mayores acontecimientos políticos y provocaron, para mal, las mayores y violentas represiones. Aun así fueron determinantes para impulsar contrapesos al autoritarismo y el impulso de conquistas democráticas; en Alemania, debido al movimiento estudiantil encabezado por el anarquista Rudy Dutschek, los padres fueron confrontados y cuestionados por sus hijos sobre su pasado ¿papá tú qué hiciste durante la guerra? Era pregunta recurrente; es en esta década cuando también se consolidan otros movimientos, que sin ser estudiantiles, los involucran y son factor, caso, el Movimiento por los Derechos Civiles en Estados Unidos, liderado por Martin Luther King, asesinado en abril de 1968; y la “Primavera de Praga” encabezada por Alexander Dubcek que postulaba un Socialismo con Rostro Humano, brutalmente aplastada –literal- por los tanques del Pacto –otra vez los pactos- de Varsovia, culminando con la inmolación el 19 de marzo de 1969, al estilo bonzo en la Plaza de San Wenceslao-Praga- del estudiante Jan Palach.
En este contexto, como se advertirá, el Movimiento Estudiantil en México se inscribe en esta inmensa ola de rompimiento de paradigmas autoritarios en la década de los sesentas, que lamentablemente al día de hoy aún persisten, con tácticas más sofisticadas; por ello, la mejor forma de honrar a los compañeros caídos en Tlatelolco y en todas partes del mundo es no olvidar que el existencialismo de Sartre, el intransigente humanismo del Che, el anarquismo de Bakunin, el sentido crítico de Marcuse y la conciencia de la necesidad de Marx, al día de hoy son más que vigentes.
Con toda la incertidumbre global que impera en estos años nebulosos, recordar los movimientos estudiantiles de los sesentas del siglo pasado revitaliza, da fuerza para las luchas presentes; y espero motive a los jóvenes de hoy a perseguir las utopías del mañana.
¡2 de octubre no se olvida!
¿Alguien puede asegurar que esto ya está decidido?