Este 2019, se han cumplido 15 años del estreno de “Harry Potter y el prisionero de Azkaban”; tercera cinta de la saga cinematográfica y que sin duda, cambió por completo el universo de este personaje en la pantalla, pues fue justamente ésta, la que definió el estilo más oscuro y maduro que tomarían las películas posteriores. La cinta, fue dirigida por el mexicano Alfonso Cuarón en una especie de salvación de la franquicia, pues la entrega anterior, “Harry Potter y la cámara secreta” no fue tan bien recibida en el mundo del cine, pues sus seguidores se quejaron en un primer momento de lo confuso de la trama, de lo infantil de las situaciones (aunque era una película infantil, los fans más apasionados y cautivos, estaban creciendo) y de no encontrar una diferencia cardinal en cuanto a “Harry Potter y la piedra filosofal”. Aunado a esto, se sobrevino el fallecimiento de Richard Harris, el actor que daba vida a Albus Bumbledore, un personaje clave dentro de la trama. Tanto Warner, como los productores se encontraban en un dilema sobre el futuro de este universo y con dudas sobre el giro en cuanto a la imagen que debían tomar.
Así, fue como Chris Columbus, el director de las dos primeras películas, pasó a ser el productor ejecutivo dejando el puesto de realizador vacante. En un primer momento se pensó en Guillermo del Toro para continuar con la dirección, sin embargo, rechazó la oferta por encontrarse trabajando en “Hellboy”; después se pensó en Kenneth Branagh, quien había además interpretado al profesor Gilderoy Lockhart en “HP y la cámara secreta”, pero su visión era más o menos similar a esa película, cosa que querían desaparecer. Es entonces, cuando Columbus recuerda una cinta de 1995, “La princesita”, que había dirigido Alfonso Cuarón y es cuando lo contacta y acepta dirigirla.
Mencionar lo que Cuarón hizo con la franquicia es remitirnos a prácticamente una reinvención total de ese universo. No solo les quita los uniformes a los alumnos de Hogwarts, sino que se convierte en una cinta que comienza a madurar junto a sus más cautivos fanáticos, se vuelve en una historia mucho más sombría, tenebrosa y con ese sabor adolescente tan cautivador que, prácticamente de “Harry Potter y el prisionero de Azkaban” parte la realización de las demás películas, hasta el final de la saga. Alfonso Cuarón logra crear una atmósfera tan aguda, vertiginosa y dramática que no podría ser de otra forma.
Hay diferencias trascendentales en esta película para ser el referente del resto: la incorporación de Gary Oldman a la trama y su participación en las cintas subsecuentes, pues aunque Sirius Black muere en la quinta entrega, es mencionado en prácticamente todas las películas; la contratación de Michael Gambon para el papel de Dumbledore, de quien Cuarón defendió el fichaje de manera contundente (finalmente él lo eligió) a pesar de que el estudio quería a Ian McKellen o a Christopher Lee para interpretar al director de Hogwarts, o sea, hubiera sido algo así como trasladar a Gandalf o a Saruman de “El señor de los anillos” al universo de Harry Potter. Qué bueno que Cuarón se impuso.
Pero además, esta tercera entrega nos muestra muchas más cosas de las que nos percatamos de manera paulatina. De entrada la presentación se personajes cruciales en la trama, además de Sirius Black (Gary Oldman), nos encontramos con Remus Lupin (David Thewlis) quienes forman parte más adelante de la Orden del Fénix; además de Peter Pettigrew (Timothy Spall) quien es uno de los mortífagos que sirven a Voldemort. Vemos escenarios llenos de detalles, una iluminación minuciosa, una fotografía grandiosa y escenas en plano secuencia mucho menos extensas a las que Cuarón utiliza en trabajos posteriores pero parece que es en esta película donde comienza a experimentarlos; además de que muestra su homenaje a México, con las calaveritas de azúcar que venden en la tienda de trucos y la fuente decorada con águilas que devoran una serpiente. En esta entrega, podemos explorar un poco más de la psicología y sentimientos de Harry, quien sabe que cuenta con sus amigos, pero es cuando por vez primera dice sentirse solo y considera que la responsabilidad de acabar con el malvado Voldemort es únicamente de él. Descubrimos por primera vez la historia de Lilly y James Potter y por quién fueron traicionados. Los dementores aparecen por primera vez en esta película con un aspecto muy aterrador y lóbrego; pero lo mejor de todo, descubrimos por primera vez el mapa del merodeador y vemos el nombre de Newt Scamander dentro.
Quizá para los fanáticos no sea la mejor de la saga, sin embargo para muchos críticos y especialistas en el séptimo arte sí lo es, justamente porque representa la evolución a planos mucho más maduros de una historia que dos años antes, con “HP y la cámara secreta” se pensaba acabada. De hecho, la posición como “la mejor película de ese universo” la mantuvo por siete años, hasta el 2011, cuando se estrenó “HP y las reliquias de la muerte parte 2”, que es la cinta mejor calificada de la franquicia.
Se dice que el contrato de Cuarón le exigía no poder hablar ‘malas palabras’ delante del elenco infantil, sin embargo, ese contrato nunca mencionaba que no pudiera decirlas en español, por lo que, tanto Daniel, como Emma y Ruppert, aprendieron a decir algunas palabrotas en nuestro idioma. Así, han pasado 15 años de la cinta responsable de hacernos a muchos (yo me incluyo) fanáticos del mago y de sus sucesos. Se cumplen tres lustros de la cinta de Harry Potter que hizo que el rumbo de la franquicia no solo cambiara, sino que prosperara.