Un nuevo sexenio con los mismos problemas: Isaac Leobardo Sánchez Juárez*

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Ya faltan unos meses para que el Presidente Felipe Calderón deje su oficina y la ceda a Enrique Peña Nieto. Deja un país con un crecimiento económico bajo, que no ha podido resolver el desempleo estructural y que en consecuencia ve incrementar cada día la lacerante pobreza. A la problemática anterior se suma la creciente violencia e inseguridad, con lo que el balance es tremendamente negativo. Existen pocos renglones en los cuales puede decirse que hubo mejora, los problemas fundamentales ni fueron resueltos ni tampoco atenuados. El subdesarrollo y la miseria siguen su marcha en nuestro país. Quien piense lo contrario seguramente es parte de la minoría que vio crecer sus ingresos durante el sexenio. La realidad es cruda, México no está mejor tras doce años de gobiernos panistas. ¿Podrá y querrá Enrique Peña cambiar el curso de la historia?

 

El próximo presidente de México se enfrenta a un escenario que puede ser bueno para el diseño y aplicación de reformas que de una vez por todas saquen al país de su trayectoria decadente. La renuncia de Obrador al PRD y una notable fractura de las izquierdas abren la puerta para que Peña trabaje con ventaja en lo político, particularmente si observamos la alianza que ya es evidente con cierto bloque del panismo. Será muy poca la oposición que enfrente el nuevo presidente, quizás algunas manifestaciones, pero nada que entorpezca su visión de país para los próximos seis años.

Los problemas siguen siendo los mismos: bajo crecimiento económico, creciente desempleo, pobreza, informalidad, inseguridad, violencia y corrupción. Para resolverlos se requiere disposición al cambio, así como la instrumentación de un paquete de reformas de corto, mediano y largo plazo. El nuevo presidente tiene que demostrar que su partido ha cambiado, que busca el progreso de México y que su triunfo no representa un regreso al pasado. Si es inteligente sabrá trabajar para consolidar la democracia y robustecer la economía, de lo contrario es seguro que en la contienda del 2018 los ciudadanos se vuelquen hacia un candidato de la izquierda moderada, última opción que le queda.

Entre las reformas a realizar destacan el combate a la corrupción, tarea que al menos en el discurso parece prioridad, pero que está sujeta a duda por la historia de la conformación del partido que postuló al próximo presidente y por los más de 28 millones de personas que no votaron por él. Combatir la corrupción en todos los niveles debe ser una de las tareas permanentes de las nuevas autoridades. Se debe modificar el marco legal para castigar con mayor severidad el mal uso de una oficina pública y las penas deben ser creíbles.

Otra reforma clave es la educativa, necesitamos un país de mexicanos bien educados, capaces de competir internacionalmente. Los profesores deben estar a la vanguardia de las técnicas educativas, comprometidos con su función, no con la realización de manifestaciones en las principales plazas públicas del país. Se requiere de mayores recursos para la educación y una adecuada fiscalización de su uso. Romper con el monopolio sindical y darle una vuelta a la historia. Con más y mejor educación, podemos dar el gran salto que necesitamos. Seis años no son suficientes para ver los resultados, pero si lo son para iniciar esta gran tarea de cambio.

La tercera gran reforma es la fiscal, el gobierno necesita diversificar la fuente de sus recursos. Se debe ampliar la base tributaria, minimizando las distorsiones sobre el sistema económico. El porcentaje de recaudación necesita incrementarse. A la par de esto deben desaparecerse renglones del gasto público que son innecesarios. Eficiencia en la recaudación y en el gasto deben ser los pilares sobre los cuales se construya la reforma fiscal. Adicional a esto, debe presionarse para que las entidades federativas recauden más y dejen de depender de las transferencias federales.

La cuarta reforma tiene que ver con el apoyo a la actividad empresarial y su vinculación con los centros públicos de investigación científica y tecnológica. El nuevo gobierno debe considerar prioridad el impulso a las actividades empresariales creadoras de riqueza, se deben eliminar los obstáculos a la actividad económica formal, los trámites y regulaciones, así como establecer impuestos que sean poco distorsionantes. El apoyo a las universidades y centros públicos de investigación genera mejores profesionistas, pero también incentiva la generación de innovaciones y conocimiento útil para el desarrollo de la sociedad. Como se ha dicho durante tanto tiempo, es preciso aumentar la vinculación entre las universidades y las necesidades del sector productivo. La nueva administración debe apostarle al impulso del conocimiento, la ciencia y la innovación tecnológica.

Una quinta reforma consiste en recuperar el enfoque sectorial de la política pública. Es necesario fortalecer a los sectores con mayores encadenamientos productivos y efectos multiplicadores. Es vital crear una política industrial que sea acorde con las nuevas condiciones del contexto internacional. Poner a México en la escena mundial como un centro de producción manufacturera de primer nivel. Crear empresas nacionales en sectores estratégicos, tales como la automotriz, aeroespacial, biotecnología, nanotecnología e informática. El enfoque sectorial debe reconocer también la importancia que tiene el impulso al sector agropecuario, dado su carácter estratégico, el país no puede vivir dependiente de la importación de granos y productos que forman parte de nuestra dieta. Es urgente reactivar las actividades rurales, respetando los mecanismos de producción capitalistas y tradicionales vigentes en buena parte de regiones del país.

En mi opinión, estos son algunos de los cambios más importantes que se requieren, evidentemente no son todos, pero si dan una idea de los retos que enfrenta la nueva administración –habría que agregar la mejora del sistema de justicia y de las corporaciones policíacas. Un nuevo presidente que enfrenta los mismos problemas de siempre, que genera esperanza entre algunos ciudadanos que buscamos afanosamente un México pacífico, democrático y competitivo –a pesar de que no votamos por él.

Expansión monetaria en los EE.UU.

La semana pasada la Reserva Federal de los EE.UU. anunció la puesta en marcha de un nuevo ciclo de política monetaria expansiva, mejor conocido como Q3 (Quantitative Easing 3), que afecta un instrumento conocido como MBS (Mortgage-Backed Security) o instrumentos respaldados por hipotecas. La meta del banco central americano consiste en aumentar el volumen de la actividad económica para reducir la tasa de desempleo, la cual se ubica actualmente en niveles superiores al 8%. La medida implica inyectar recursos por 85 billones de dólares de forma mensual hasta que mejoren las condiciones del mercado laboral. La medida es innovadora ya que en cierta forma se abandona por un momento la meta de control inflacionario para centrarse en la expansión de la actividad económica. Personalmente considero que la medida está asociada a las próximas elecciones en aquel país y que terminará por pasarle la factura a los contribuyentes americanos en el futuro. Para la economía mexicana la medida es bienvenida, ya que al impulsar el consumo americano arrastra nuestras exportaciones y por esa vía nuestro crecimiento económico.  

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* Profesor en economía de la UACJ, Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI)