Trump ante Irán, China y Rusia en su Guerra del Peloponeso: Carlos Ramírez

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HOUSTON, Texas.- El sentimiento de odio hacia el presidente Donald Trump ha obnubiladola capacidad de análisis de los críticos que deben explicar la realidad, no potenciar sus pasiones. Todas las decisiones de Trump tienen que ver con su reelección en noviembre de este año 2020, pero antes forman parte de la tarea de todo presidente de los EE. UU. desde Wilson (1913-1921) de imponer el dominio imperial de la Casa Blanca.

El ataque de Trump contra el general iraní no ha sido el único: la doctrina Truman (1945-1953) potenció el carácter imperial de la política exterior de los EE. UU. Johnson inventó el incidente en el Golfo de Tonkín para meterse en la guerra de Vietnam, Kennedy autorizó la invasión de Cuba en 1962, Nixon, Reagan, Bush Sr., Clinton, Bush Jr. y Obama autorizaron asesinatos extrajudiciales de enemigos. Sólo Jimmy Carter (1977-1981) se negó a atacar Irán y padeció 444 días de invasión de la embajada de los EE. UU. en Teherán sin usar la fuerza, pero por eso perdió su reelección y ganó el belicista Reagan, quien había amenazado a Irán de mandar marines el 20 de enero de 1989, después del almuerzo de toma de posesión, pero los iraníes tuvieron miedo y ese medio día desalojaron las instalaciones diplomáticas.

A su llegada a la Casa Blanca, el principal operador Steve Bannon fijó la diplomacia guerrera de Trump en el principio Tucídides, el autor de la Historia de la Guerra del Peloponeso entre Esparta y Atenas (431 a.C.-404 a.C.), bajo la tesis de “la trampa de Tucídides” (Graham Allison, en The Atlantic Nº 245 de septiembre de 2015): los espartanos atacaron a Atenas porque temieron que se volviera más poderosa y le quitara el control de la zona. Desde entonces, el imperialismo es la decisión militar de dominación para impedir otros imperios superiores a los EE. UU. En este sentido, el ataque de Trump contra el general iraní Qasem Soleimani forma parte del mandato imperial de evitar que la fuerza nuclear de Irán sea un desafío al dominio estadunidense, además de que Trump tiene preparadas sus guerras contra Rusia y China basado en Tucídides: evitar que sean más fuertes que los EE. UU.

En este contexto, Trump sólo ha revalidado la condición imperial de los EE. UU. desde que emprendieron la conquista del Oeste en el siglo XIX para construir una potencia mundial. Y de la mano de Bannon al comenzar su gobierno, Trump aplicó los tres factores que determinó Tucídides que permiten la dominación imperial: el miedo, el honor y el interés. Irán no ha cumplido con las exigencias de control nuclear y sigue amenazado con construir bombas para equiparar poder con los EE. UU. Por eso Washington seguirá destruyendoposiciones militares iraníes.

En este contexto, el ataque de Trump contra el general iraní no fue diferente a los que hicieron en su momento Obama, Clinton y Kennedy, presidentes demócratas que tienen fama de justos y que al final de cuentas han sido igual de imperiales que los republicanos. Ese ataque contra el general Soleimani fue preventivo y tuvo que ver con información de inteligencia que advertía ataques a zonas estadunidenses y que señalaba que Irán sigue avanzando en su carrera nuclear.

Las decisiones militares estadunidense nunca han buscado consensos, sino que han respondido a doctrinas imperiales de agresión. Clinton y la CIA fallaron en el análisis de inteligencia sobre Osama bin Laden y las amenazas de atacar dentro de los EE. UU. y el 9/11 sigue siendo un factor de toma de decisiones imperiales en donde es mejor cometer el error de asesinar a un inocente, que dejar a un culpable con todo el escenario a su favor.

Los demócratas han sido demasiado hipócritas en sus percepciones: a pesar de que las evidencias de inteligencia del presidente Bush después del 9/11 contra Irak era insuficiente, la guerra directa sin pasar por la ONU fue avalada por senadores como Hillary Clinton y Barack Obama. Y luego que se probó que Bush y Tony Blair habían inventado las evidencias de compra de uranio enriquecido por Hussein, nadie en los EE. UU. pidió castigo para ellos.

Al final, hoy en día, Trump es el alma del imperio estadunidense con el apoyo social.

Tapo en AICM. Cuando la secretaria de Energía, Rocío Nahle, increpó a un ciudadano que le dijo en el aeropuerto al presidente López Obrador que debería retomar el aeropuerto en Texcoco y le dijo “vete a Tapo”, en realidad no se refería a la estación camionera sino al Aeropuerto actual que es una sucursal de Tapo: no hay salas, los pasajeros son dejados en salas remotas o subidos a camiones que se mueven como los de la Tapo con los pasajeros de pie como sardinas, el personal del aeropuerto es peor que el de Tapo, con decenas de pasajeros que necesitan silla de ruedas y son bajados en sala remota cargando. En fin, el actual aeropuerto ya es Tapo.

Política para dummies: La política es el análisis de la realidad, no el dominio de las pasiones.

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