Rosa Silvia, mujer forjada con el viento de huracanes: Alfredo Martínez de Aguilar

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* Su esposo siempre tuvo el deseo, que vio satisfecho, de fundar un hospital. A finales de los ochenta, pusieron la primera piedra de Cirugía y Ginecobstetricia de Oaxaca, Hospital Reforma.

* Si recordar es volver a vivir, le llenó de júbilo la presencia de sus damas de 15 años, aunque empañó ese momento la ausencia de su querida amiga/hermana Mere Migoya.

Convencido estoy que la mayor riqueza de los seres humanos son los amigos. La intensa y apasionada vida de vago responsable, nos ha enseñado que la amistad es la llave que abre todas las puertas, los brazos y el corazón.

Los amigos son tan importantes que coadyuvan a lograr la realización personal y alcanzar el éxito. Permiten, incluso, realizar negocios lícitos, legítimos y válidos. En una palabra, ayudan a obtener una vida triunfadora.

La celebración del ochenta aniversario de la extraordinaria oaxaqueña Rosa Silvia García Pineda nos permitió confirmarlo. Mujer polifacética, exitosa empresaria y ciudadana comprometida con diversas causas sociales.

Estuvo rodeada del amor de sus cuatro hijas talentosas y empeñosas en cada una de sus profesiones o ámbitos de actividad. Pero, además, tiene la dicha de tener nueve nietos, seis bisnietos e hijos políticos.

“Ellas han sido mi fortaleza, mi motivación para sacar adelante conjuntamente la empresa hospitalaria y para alimentar mi deseo de vivir”, subrayó ante sus amigos como Alfredo Harp y María Isabel Grañén.

Como a cualquier ser humano le ha perseguido la felicidad y la tristeza. Como madre, esposa e hija le ha tocado sortear el duelo de haber perdido a una hija y a un hijo, a su esposo y a sus padres. Pérdidas que laceran el espíritu y que, ineludibles, forman parte de la vida.

Recordó que nació en un siglo belicoso y de avances en la tecnología, medicina y ciencia. En la centuria donde el hombre pisó la luna y ésta se volvió anhelo de compositores como Álvaro Carrillo, quien deseaba “Luz de luna para su noche triste”.

“Soy una mujer forjada con el viento de huracanes, que aún persigo horizontes y que celebro haber transitado al III Milenio y de ser parte de dos siglos. Ojalá Dios me conceda volvernos a reunir para festejar más años de vida, con renovado gozo”, afirmó.

Cuando se expandió la red de redes trasformando nuestra percepción del espacio y del tiempo y el desarrollo nos obligó a tener un espíritu sustentable, expresó emocionada durante la fiesta que compartió con su familia y amigos.

Si es real el postulado “infancia es destino”, enfatizó que tuvo una infancia feliz. Siendo hija única, fue soberana del amor de su madre y de sus abuelos, con quienes se crió. Fue educada en la mística de valores y principios, en el seno de una familia longeva, con vínculos en Juchitán de Zaragoza.

Sus estudios los encaminó a una profesión que en aquel entonces florecía, la farmacéutica. Le interesó esa carrera para conocer los compuestos de los medicamentos con fines terapéuticos en el ser humano. En ocasiones le figuraba que en un vaso de precipitados se podrían volcar los sueños.

Contrajo nupcias muy joven, pues el destino le anticipó a un buen hombre, trabajador, inteligente y visionario, con quien llegó a formar una familia sólida, procreando seis hijos y a quien siguió, como dictaban las normas de aquella época, donde él se desarrollaba.

Más de medio siglo compartieron sueños y él depositó en ella toda su confianza, como esposa, como madre y administradora de su patrimonio. Vivieron 17 años en Santiago Matatlán, en la casa solariega de la familia de su esposo. Sus ancestros fueron pioneros en la fabricación del mezcal, bebida típica de esa población.

Siguiendo con la tradición de siglos, sus nietos retomaron el legado de la Comercializadora de Mezcales, y para el convivio le obsequiaron las botellas que contienen este elixir, de una reserva especial de la casa, en un envase con diseño alusivo para la ocasión.

Tiene felices recuerdos de aquella época, viviendo la apacible rutina de un pueblo, de costumbres y tradiciones; donde tenía la facilidad de obtener los alimentos directamente del lugar donde se cosechan. En su mesa nunca faltaron las tortillas recién hechas a mano.

El olor del maguey tatemado que inundaba su casa le viene a la memoria, así como un apetitoso arcoíris de tortillas azules, blancas y amarillas que no faltaban en la mesa. El café, el chocolate y el atole de granillo eran típicos en el desayuno, así como los huevos criollos, o en la comida las aves de corral, los guisos como el mole y tantas delicias gastronómicas, así como las hierbas del campo.

Después se mudaron a la ciudad con el deseo de que su esposo desarrollara su profesión de médico general en un entorno más propicio, y que sus hijos tuvieran acceso a estudios de mayor calidad en la capital del Estado.

Su esposo siempre tuvo el deseo, que vio satisfecho, de fundar un hospital. A finales de los ochenta, pusieron la primera piedra de Cirugía y Ginecobstetricia de Oaxaca, S. A de C.V, Hospital Reforma, que desde 1990 está al servicio de la comunidad.

Pero la vida no es un continuo de felicidad. Nos asechan encantos y desencantos, unas veces amanecemos atribulados o radiantes, o en un remolino de emociones disonantes, entre sueños e insomnios.

Si recordar es volver a vivir, le llenó de júbilo la presencia de sus damas de 15 años, aunque empañó ese momento la ausencia de su querida amiga/hermana Mere Migoya.

Celebró que estuviera con ella quien le invitó a incursionar en la aventura de la política, en el Municipio de Oaxaca de Juárez, el licenciado Javier Villacaña Jiménez, acompañado de su familia.

Le complació la presencia del cuerpo médico y administrativo del Hospital Reforma; de amigos de instituciones médicas y afines; de sus amigas del Grupo de la Amistad; del Grupo de la Cantada; de las Asociaciones de Empresarios; de Arte y Cultura; de Abogados, del Instituto Autónomo de Ciencias y Artes del Estado de Oaxaca.

En especial, de la Asociación que formó: Mujeres de Oaxaca Navegando en el Tiempo. La presencia de sus familiares y amigos, de cada uno de los que estuvieron en la fiesta fue su mejor regalo.

Agradeció al padre José Guadalupe Barragán, por la celebración de la misa en su honor. Al barítono Jorge Guerrero su magistral voz en la ceremonia eucarística y al cantante Jorge Montalvo su viveza tonal para cantar las tradicionales mañanitas.

Destacó, igualmente, la profesional tesitura de voz de la cantante Olinka, cuya intervención musical en la fiesta fue posible, gracias a la gentileza de queridos amigos, como don Alfredo Harp Helú y de su señora esposa María Isabel Grañén Porrúa.

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