¡Oaxaca, perdónanos por permitir tu destrucción!: Alfredo Martínez de Aguilar

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Indispensable, por supervivencia, es pedir perdón a nuestros hijos y a Oaxaca, la Nueva Antequera, la Gran Señora, la Sultana, la Perla del Sur, por permitir su destrucción por casi medio siglo.

La celebración del 486 Aniversario de la elevación de Oaxaca de Juárez a la categoría de Ciudad, es ocasión propicia para hacer un acto de contrición, confesar nuestros pecados y pedir perdón.

Escribo con indignación. Nos sobra talento para aprovechar al máximo los vastos recursos naturales con que contamos, pero nos falta respeto a la ley, honestidad, educación y seguridad.

¡Perdónanos Oaxaca, ciudad capital y estado, madre y padre nuestros, por ser tan indignos y desgüevados, y permitir que todos los días te escupan, vomiten, orinen y caguen en el rostro!

No soy vulgar ni majadero. Mayores groserías físicas y verbales son las marchas, plantones, bloqueo de calles y carreteras, toma de oficinas y retención de funcionarios y ciudadanos.

Groserías son la destrucción del adoquín de cantera de las calles y edificios incluyendo la Catedral y el Palacio de Gobierno, la destrucción de luminarias, semáforos y cámaras de vigilancia.

Cada día son más brutales las agresiones a los oaxaqueños secuestrados y utilizados como rehenes para intercambiarles por probables asesinos por dolo eventual o estallamiento de vísceras.

El probable homicidio del niño Edward Luna Trujillo y agresión a dos mil trabajadores de Ciudad Judicial pintan de cuerpo entero la mala leche de los seguidores de Manuel Andrés López Obrador.

Al igual que en la agresión a los priistas en Puerto Escondido en estos casos aparece la mano negra de activistas y candidatos de Morena, Flavio Sosa, Irán Santiago, Daniel Gutiérrez y Emigdio López.

Las marchas y la amenaza de paro nacional en pleno proceso electoral federal en apoyo del médico Luis Alberto Pérez Méndez y la toma de Ciudad Judicial por Teojomulco, torció la justicia.

Ambos casos dejan muy mal parados a los Jueces y Magistrados que intervinieron en los mismos y cuyas resoluciones han pasado a formar parte de las páginas negras de la historia de Oaxaca.

En ausencia del gobernador Alejandro Murat y ante la inacción del titular del Poder Judicial, Raúl Bolaños Cacho, el Secretario de Gobierno, Héctor Anuar Mafud, se vio obligado a negociar.

Ignoro si la historia podrá absolvernos ante tanta indiferencia, cobardía y complicidad. La corrupción es tal que utilizamos a nuestras hijas e hijos, incluso, para obtener jugosos contratos.

Con mucha dignidad y valentía nuestros viejos abuelos aplicaban la “muerte civil” a sus propios familiares y amigos corruptos y desleales, hoy nos hacemos amigos, compadres y socios de ellos.

Sé que incomodo a las buenas conciencias hipócritas que se dan baños de pureza en el agua del sanitario y a los políticamente correctos, pero son peores las groserías cotidianas contra Oaxaca.

No tienen madre las hordas ‘atilanas’ de activistas y milicianos de la Sección XXII de la CNTE y de los 685 grupos de presión y chantaje radicales al agredir a mujeres embarazadas, ancianos y niños.

No es nada nuevo, desgraciadamente. La noche negra cayó sobre Oaxaca desde la década de los 70, hace 48 años, y provocó la caída del digno y honesto gobernador Manuel Zárate Aquino.

Desde entonces permitimos el arribismo de trepadores gitanos y extraditables, talibanes, toficos, burbujos, yupis y yopes, improvisados, ineptos, corruptos, perversos, alcohólicos y drogadictos.

Con nuestra indiferencia e inacción nos hicimos cómplices silenciosos de la destrucción de la educación media superior y superior en la Universidad Benito Juárez con la malhadada autonomía.

Años después, permitimos la destrucción de la instrucción básica con la entrega el 28 de octubre de 1992 del Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca (IEEPO) a la Sección XXII de la CNTE.

Atentar frecuentemente contra la educación de más de un millón de niños del pueblo pobre, hijos de indígenas, campesinos, colonos y clasemedieros en extinción, es un crimen sin nombre.

¿O de qué manera llamar la destrucción de la cantera “grafiteada” y arrancada de las fachadas del tesoro arquitectónico de los edificios coloniales e históricos y el incendio criminal de éstos?
Ni siquiera la devastación de la capital oaxaqueña por el terremoto de 7.8 grados del 14 de enero de 1931, que duró tres minutos y 10 segundos, provocó una tragedia tan terrible como la actual.

Después de las 20 horas, la angustia, dolor y tristeza, provocadas por la desolación recorrió los viejos barrios de la ciudad de Oaxaca, debido a la destrucción que hasta ahora no tiene parangón.

El éxodo de las familias oaxaqueñas provocó la diáspora de éstas por las ciudades de los diversos estados de la República e, incluso, del mundo. Sin embargo, Oaxaca, resurgió de sus cenizas.

El mayor testimonio del gran sismo que tuvo su epicentro en Loxicha y que causó hambruna, cólera y miseria, es el documental “El desastre en Oaxaca” del cineasta ruso Sergei M. Eisenstein.

¡Claro, que el saqueo a su máxima expresión alcanza al presupuesto estatal, pero también al robo de las rejas y angelitos de Santo Domingo, de Los Leones de El Llano y de la Puerta de Catedral!

Cuando creímos que Oaxaca había vivido ya las peores páginas negras de su historia, se orquestó el conflicto de 2006 con el nefasto objetivo de convertirla en la “primera revolución del siglo XXI”.

Culpables son los desgobiernos que en mala hora ha tenido Oaxaca. Impuestos por la nefasta partidocracia. Salvo honrosas excepciones, la mayoría ha fallado a los oaxaqueños y a la historia.

Es innegable que la mayor responsabilidad recae en la población en general, pero particularmente en la ciudadanía clase media, sino educada integralmente, por lo menos escolarizada.

Nuestra apatía, cobardía y en muchos casos abierta complicidad, por desmedida ambición y corrupción sin llenadera alguna, impide sacar a los mercaderes del Templo de nuestra Patria chica.

Ni siquiera los creyentes y practicantes católicos y cristianos, mucho menos los “mochos” fanáticos fundamentalistas, han sido capaces de defender su casa común. También, se han prostituido.

¿Dónde está la voz y dignidad republicana de los liberales como Benito Juárez, anticlerical, pero no antirreligioso, y dónde está la valentía de Porfirio Díaz, que construyeron la grandeza de México?

¿Acaso nuestra amada Oaxaca será una especie de moderna versión de Sodoma y Gomorra que merece ser destruida porque en ésta no hay ni siquiera diez justos que puedan salvarla?
¿Cuándo, cómo y por qué, se perdió la dignidad y valentía de nuestros viejos abuelos? El incendio del Paraninfo del glorioso Edificio Central de la UABJO convirtió en cenizas la educación y cultura.

El incendio del Tribunal Superior de Justicia, no solo destruyó expedientes comprometedores de gobernantes y funcionarios y sus cómplices, sino también dinamitó al Poder Judicial del Estado.

¿Cómo es posible que en la Tierra de Juárez que hizo de la ley su principal baluarte ésta se negocie? ¡Jamás olvidemos que solo el imperio soberano de la Ley puede salvar a México!

No convoco a la violencia contra los eternos enemigos de Oaxaca para defender nuestra vida, libertad y dignidad humanas, y la de nuestras familias..

Tenemos el sagrado derecho a la legítima defensa para preservar nuestra integridad física y, sobre todo, la vida, además que no se puede tener escrúpulos con quienes no los tiene con nosotros.

Me queda claro que, por ahora, no es necesario levantarnos en armas, basta exigir masivamente que se respete el Estado de Derecho y que se aplique la ley en contra de quienes la violen.

No hay mejor manera de rendir homenaje a Oaxaca todos los días y no solo una vez al año, el 25 de abril, que respetarla, amarla y engrandecerla, sin olvidar que es nuestra casa común.

¡Bien haya Oaxaca artista! ¡Bien haya Oaxaca guerrera! ¡Bien haya Oaxaca inmortal! ¡Salud y larga vida a Oaxaca y los oaxaqueños! ¡Que la historia nos absuelva o condene en su momento!

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