Migrantes de la violencia fundan en EU “su Tijuana”

Print Friendly, PDF & Email

East Lake Terrace es un pequeño y discreto centro comercial recién construido al oriente de Chula Vista, sobre parcelas compradas al condado para sustentar la repentina explosión de su demografía. Hay nuevas zonas residenciales, casas con un valor que sobrepasa los 700 mil dólares. Comparten un enorme parque con campo de beisbol, canchas de tenis y basquetbol. Tres niños juegan y a su lado una mujer trota con su perro.

“Es el sueño que persigue la clase pudiente de Tijuana”, dice Christian Ramírez, coordinador nacional del Comité de Servicio de los Amigos Americanos, organización promigrante. “Es fácil sentir ese clima de tranquilidad”.

Las ondulantes calles que atraviesan el complejo se pierden hasta la Mesa de Otay, colindante con Tijuana. Aquí es la nueva base de los fugitivos del miedo, a tal grado que la zona se conoce como “La Nueva Tijuana”. Chula Vista es la segunda ciudad del condado, después de San Diego. Siempre se le consideró una zona pobre, hasta la llegada de los ricos tijuanenses. Sus límites bordan casi hasta llegar a Tecate, y sigue creciendo.

Y es que existe un fenómeno muy nuevo que involucra a las clases media alta y alta. Huyen por sus vidas del secuestro y la violencia en México, dice Enrique Morones, fundador de la organización Ángeles de la Frontera.

De acuerdo con informes públicos del Consejo Ciudadano de Seguridad de Tijuana, en 2006 el secuestro repuntó 300% respecto a 2005. El objetivo principal de los criminales fueron empresarios. El fenómeno produjo un éxodo hacia la parte estadounidense de la frontera, sobre todo a la zona de Bonita y Chula Vista.

Así como han escapado de la violencia las familias más desprotegidas, en la mayoría de las ciudades fronterizas empresarios de niveles medio y alto han movilizado sus negocios en el ramo restaurantero de comida tradicional o en el ámbito artesanal a ciudades de Nuevo México y Texas.

La migración por razones de seguridad es un hecho que nadie ha investigado formalmente en uno ni otro país, por lo que se carece de cifras concretas sobre el tema. El gobierno mexicano admitió ayer mismo que no tiene manera de medir el fenómeno migratorio por violencia.

Sin embargo, Víctor Clark Alfaro, director del Centro Binacional de Derechos Humanos, considera que el dato no es necesario. “Lo que verdaderamente importa es que a raíz del secuestro y la extorsión se configuró un nuevo fenómeno migratorio que es muy simbólico”.

Christian Ramírez, del Comité de Servicio de los Amigos Americanos, señala: “Todos los centros comerciales que ves ahí, los restaurantes, la mayoría son de mexicanos o destinados para los mexicanos. Pero estos nuevos mexicanos, en contraste con los que habitan en el Barrio Logan, que son migrantes de Oaxaca o Guanajuato, no tienen los conflictos y roces que suelen tener los obreros con la Patrulla Fronteriza. Puedes ver perfectamente la confección de dos mundos diferentes: la de los mexicanos que escapan por situación económica, y la de los que vienen buscando no ser secuestrados”.

La llamada “Nueva Tijuana” es uno de los refugios con cierta tranquilidad para una nueva generación de empresarios mexicanos, que de pronto se volvieron blanco de criminales y, afirman ellos mismos, de policías corruptos. Muchos huyeron tras sufrir un plagio, o antes de ser las víctimas.