Migración y desarrollo: Mariana Benítez

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MARIANA-BENITEZLa memoria, donde se la toque, duele.

Tomo como epígrafe este verso de Seferis, uno de los grandes poetas griegos del siglo XX, entre otras razones porque los griegos inventaron la palabra “diáspora”, que hace poco, ¿tres, cinco años? hicimos nuestra y aún sabe extraña; nos estamos acostumbrando a pensar en la “diáspora mexicana” para entender nuestra nueva realidad: una nación que va más allá de sus fronteras.

De los 33.7 millones de personas de origen mexicano en Estados Unidos, se estima que 22.3 millones nacieron al norte del río Bravo, 11.4 millones son migrantes y la mitad de ellos, alrededor de 6 millones, son ilegales. En lo esencial, ese escenario se construyó de 1988 a 2006. Desde entonces, las cosas han cambiado: la migración, como era de esperarse, resulta extremadamente sensible, en todas sus partes, y móvil.

De 2008 a la fecha, Estados Unidos repatrió a más de 2 millones de personas, la mayoría mexicanas, en una insólita, histórica deportación masiva que continúa al día de hoy. Para darnos una idea de la escala, solo en el primer semestre de este año Estados Unidos repatrió a 106 mil 86 mexicanos, entre ellos 5 mil 902 menores.

A las deportaciones masivas se suma el regreso voluntario, debido a la desaceleración económica (aunque en ocasiones es inducido por la policía de Estados Unidos).

En la última década, por lo demás, la migración mexicana hacia el país del norte disminuyó de manera drástica: del pico de medio millón de migrantes al año, en 2005, hoy día apenas rebasa las 90 mil personas y la tendencia se acentúa: el saldo migratorio; es decir, la relación entre los que salen y los que regresan se aproxima a cero.

México pasó a ser un importante “país de retorno”: se estima, de manera conservadora, que de 2005 a 2010 volvieron al país 1.4 millones de personas, con profundas repercusiones personales, familiares, comunitarias, económicas, sanitarias, culturales y, en general, en los derechos humanos.

Como reacción, el gobierno de México, a través de la Segob y su Instituto Nacional de Migración (INM), puso en marcha el Procedimiento de Repatriación al Interior de México (PRIM) y desde marzo de 2014, el programa “Somos Mexicanos”, con el objeto de proporcionar apoyo humanitario a los mexicanos “retornados” y articular esfuerzos de la sociedad civil organizada, la iniciativa privada y los tres niveles de gobierno para su reincorporación al mercado productivo. Como señaló el presidente Peña Nieto en su informe de 2015, más de 210 mil personas han sido respaldadas por “Somos Mexicanos”, a la fecha.

La reunificación familiar pasó a las primeras prioridades, uno de sus efectos es el caso de los migrantes menores no acompañados, que ha estremecido a la opinión pública, nacional e internacional. De enero a mayo de 2015, en el contexto de la “Estrategia Interinstitucional de Atención a Menores Fronterizos” se apoyó, como dio a conocer el presidente Peña Nieto en su último informe, a 12 mil menores: 50 por ciento más que en el mismo periodo del año pasado.

En el otro extremo, la presión sobre la gobernanza migratoria aumenta, sobre todo en el sur. Una de las innovaciones en este campo es la “Estrategia Integral de Atención a la Frontera Sur”, implementada desde julio de 2014 en Campeche, Chiapas, Quintana Roo y Tabasco por la Segob, con la participación de 16 secretarías de Estado.

Entre otras cosas, la estrategia promueve y establece la gratuidad de las tarjetas de “Visitante Regional”, para comerciantes y turistas guatemaltecos y beliceños, así como de “Visitante Trabajador Fronterizo”, para los vecinos que trabajen en nuestro país, en caso de que sus ingresos equivalgan a un salario mínimo. A la fecha se han entregado más de 270 mil tarjetas, como informó el presidente Peña Nieto el pasado 2 de septiembre.

Nadie duda de que el desarrollo económico y social, así como la creación de capital humano, sean la mejor estrategia de largo plazo, para resolver el fenómeno de la migración.

Sin ser la panacea, el fabuloso monto de las remesas podría jugar un papel decisivo en la movilidad social y el financiamiento del desarrollo. Algunos llaman a esta visión “migratizar” las políticas de desarrollo.

Las remesas a México ascendieron el año pasado a 25 mil millones de dólares. Para darnos una idea del significado de estas cifras, los ingresos por exportaciones petroleras, de acuerdo con el Inegi, representaron cerca de 35 mil millones de dólares en 2014. De acuerdo con el Banco de México, las remesas aumentaron el primer semestre de 2015 y al día de hoy ya superaron a los ingresos petroleros en lo que va del año. BBVA Bancomer añade que la reciente alza del empleo en Estados Unidos y la apreciación del dólar consolidan la tendencia.

Uno de los programas que buscan articular migración y desarrollo es “3X1 para migrantes”, operado por la Sedesol, que incentiva y potencia las remesas “solidarias” que los migrantes envían, no para la manutención de sus familias, sino para el mejoramiento de sus comunidades o el financiamiento de proyectos productivos. Por cada peso que el migrante envía con este propósito, el gobierno federal pone otro y los gobiernos estatales y municipales otro tanto.

Otro programa es el Fondo de Apoyo a Migrantes (FAM) de la SHCP, que este 2015 dispone de 300 millones de pesos; el subsidio se aporta a gobiernos de 24 entidades de la federación para capacitar, apoyar emprendimientos productivos, mejorar la vivienda, ayudar a familias que reciben remesas y a migrantes “retornados”.

Por ahora, más de 90 por ciento de las remesas se destinan al consumo, sobre todo de alimentos, lo que da lugar, incluso, a efectos indeseados como el “síndrome migratorio”: consumismo, dependencia, inhibición del emprendimiento y reforzamiento del ciclo de la migración y por contrario menos de 3 por ciento a proyectos productivos. Se ha señalado, como causa, la escasa educación financiera de los migrantes mexicanos y un déficit en su cultura de emprendimiento, así como su desconocimiento de los programas de gobierno. Es posible que así sea.

Es crucial profundizar los programas que vinculan las remesas con el desarrollo, sobre todo la capacitación y educación de los migrantes para el emprendimiento social.

También es importante revisar la Ley de Migración, donde se contemplan más de 80 programas de atención al migrante: es necesario aplicar lógica del presupuesto base cero y poner orden; articular, dar coherencia, volver más eficientes los recursos públicos para fortalecer el círculo virtuoso migración-desarrollo y que México sea un buen “país de retorno”.

Recordemos, con esta idea, los versos de Gloria Gervitz, la admirable poeta mexicana que tanto sabe de migraciones:

“Y el lugar del encuentro es solo tiempo. Todo no es sino tiempo.

“Allá donde unas cuantas buganvilias en un vaso de agua.

Bastan para hacernos un jardín”