Masacres: dos vías mexicanas: Rubén Mújica Vélez

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Una, la más dolorosa, al “estilo Michoacán” o Ciudad Juárez o Chihuahua, o Ciudad Victoria o… ¿cuántos lugares más? Las hecatombes son tan numerosas y repetidas, que ya apareció una petición:

 

¡Presidente, no construya hospitales, construya panteones!

Esta petición responsabiliza a los “Licurgos” de ambas cámaras. Hay que modificar el Presupuesto de Egresos de la Federación. Ampliar el apartado “Panteones”. Apoyar a los dueños de nuevas funerarias, de nuevos “negocios de carnes frías”, diría un sarcástico amigo. Por que las masacres continuarán mientras prosiga la infructuosa “guerrita desde el búnker”. Mientas se quiera acudir solo a las armas y extraña, muy extrañamente, no se acuda a otros  recursos claves: cerrar su llave financiera y legalizar las drogas.

 

¿Cuál es la otra guerra? La que lanzó otro obús recientemente: la carestía alimentaria. No solo alimentaria, pero ésta, la principal. Ejemplo: la tortilla que se fue a los cielos y que mandó al infierno a  millones de familias mexicanas que hoy no tienen hoyo de cinturón ni cinturón que apretar. ¡Carajo, hay que entenderlo! El hambre toca a las puertas de muchas, muchas familias mexicanas. ¿Cómo resolverá su problema el trabajador de dos o tres salarios mínimos? En cuanto al desempleado es fácil: robar o incorporarse a las huestes de violentos que asolan al país.

 

¿Cuál es la diferencia entre ambas guerras? Una, la de los balazos por ruidosa y porque se ha convertido en estadísticas oficiales: tantos “jefazos” ¡capturan puros jefazos!, tantas armas de alto poder, tantos cargadores y cartuchos percutidos. Estadísticas de las que Mark Twain dijo que había:

 

“Mentiras, malditas mentiras y estadísticas”

Con esas estadísticas se repiten las promesas: así se liberará al país de los violentos y asesinos. Pero ahora sí que la “percepción” de la ¡sociedad!, es que éstos, los llamados violentos van ganando. Wikileaks ha mostrado tantos ángulos patéticos del desgobierno calderonista que en cuanto a la “valentía” de Felipe Calderón por sostener el combate al narco, suena a burla. ¡Total, los que mueren son mexicanos de segunda o tercera! ¿Qué dirán las familias de soldados y policías que contemplan un “homenaje a los héroes caídos” y se quedan con una bandera y un amargo dolor?  ¿Acaso recordamos el reto de Gómez Mont cuando desde la seguridad de la Secretaría de Gobernación declaró que a los narcos “los estamos esperando”, con gesto de héroe griego? Ahora Gómez Mont volvió a los jugosos negocios de leguleyos y no esperó un año a que obliga la ley a los exfuncionarios para hacerlo? Mientras, la población paga la “guerrita calderónica” con “daños colaterales”, caen policías y narcos y se suman día a día los “jefazos” detenidos, como si abundaran. Entre narcos parecen abundar los “generales” y escasear la “tropa”. Según las estadísticas de Calderón

 

Pero en la otra guerra, la de la carestía y el hambre del pueblo, no se cuentan los que mueren subalimentados, famélicos, con el estómago hecho charamusca por no comer algo. No se cuentan los que rebosan los centros de salud y hospitales públicos en busca de sanar de la peor enfermedad: el hambre. No se  cuentan los que nacen con impedimentos de por vida, por la desnutrición de madres pobres que sueñan con parir, en su hambre eterna, hijos hermosos, ¡como los de la tele! No, no existe la suma de los pobres que rinden tributo a la avaricia de un comercio, un sistema, un gobierno que impíos no piensan en los pobres. ¡Al cabo son muchos, sobran!

 

En esta guerra, los panteones se llenan de “muertes naturales”. Por que el hambre en México es silenciosa, reptante. La carestía y su hija, el hambre, diezman a la población. Mientras, los políticos se sumergen en sus ambiciones electorales.

 

rubenmv99@yahoo.com