Mario Benedetti y sus recuerdos de Oaxaca: Raúl Castellanos

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En los años 2006 y 2007, tuve el honor de presidir la Secretaría Ejecutiva de la Comisión Organizadora de los Festejos del Bicentenario del Natalicio de Benito Juárez, encargo que, junto con un grupo de oaxaqueñas y oaxaqueños extraordinarios, asumimos como una de las más grandes responsabilidades para con nuestro estado, la memoria y el legado del oaxaqueño más universal de todos.

En el marco de la Comisión (de la cual en otra ocasión profundizaré sobre los múltiples trabajos realizados), convocamos con el invaluable apoyo de nuestro inolvidable amigo Juan Alcazar a 16 creadores gráficos oaxaqueños a plasmar cada uno, desde su perspectiva particular, la imagen del Benemérito de las Américas. Con los grabados se realizó una carpeta gráfica, misma que se reprodujo un número limitado a 100 copias antes de destruir los moldes el 29 de diciembre de 2006; y nos abocamos a entregar las carpetas en cada uno de los recintos históricos y museográficos del país. Palacio Nacional, San Ildefonso, Bellas Artes y la mayoría de museos de arte contemporáneo existentes en ese momento al interior de la república cuentan hoy en día con una copia de la carpeta, la cual quedará para la posteridad y será exhibida cuando ni tú ni yo, estimado lector, sigamos presentes en este plano de la existencia.

En ese contexto, en el verano de 2007, una comitiva de tres oaxaqueños, encabezada por su servidor, entregamos en los principales museos de arte contemporáneo de América Latina una copia de la carpeta gráfica, para que en varios rincones de nuestra Patria Grande quedara memoria de que, en el bicentenario del natalicio de Benito Juárez, los artistas oaxaqueños lo recordaron haciendo uso de su creatividad y talento. Así llegamos a los Museos Nacionales de Chile, Ecuador, Bolivia, Paraguay, Cuba, Uruguay, Costa Rica; a los de Gráfica Histórica de La Plata y Guayaquil, Casa de las Américas y casa de Juárez en la Habana.

En nuestro paso por la ciudad de Montevideo, la primera noche acudimos a ingerir alimentos a un restaurante tradicional de la ciudad. Llegado un momento de confianza con el mesero que nos atendía, entre tono de broma y en serio le preguntamos si a ese lugar habría acudido alguna vez Mario Benedetti. Nuestra sorpresa fue enorme cuando nos respondió que varias veces. Y no sólo eso, nos anotó en una hoja de papel el nombre del bar en el solía comer todos los días, en una mesa pegada al ventanal.

Cual una trama salida de una película de detectives, al día siguiente decidimos seguir nuestro impulso idealista y creer en las indicaciones que nos había revelado el mesero. El arrojo rindió frutos. Al llegar a la contra esquina del Bar San Rafael, vimos desde afuera a Mario Benedetti sentado solo en una mesa pegada al ventanal. No lo podíamos creer.

Nos detuvimos en la entrada del bar antes de entrar para trazar la ruta a seguir. Optamos no hacer una escena como seguidoras de Luis Miguel que se lo encuentran en algún bar de Acapulco e ingresamos de la manera más natural posible; lo saludamos como cualquier grupo de comensales ingresan a un bar semi vacío y Benedetti nos respondió la cortesía.

Ya sentados en nuestra mesa, le preguntamos al mesero si en efecto se trataba de Mario Benedetti, a lo que respondió afirmativamente y nos propuso presentarnos con él antes de que comenzara a ingerir sus alimentos.

Lo que siguió fueron 15 minutos maravillosos en los que Benedetti nos invitó a su mesa. Le compartimos el motivo por el cual tres oaxaqueños se encontraban en Montevideo y él a su vez nos compartió sus impresiones sobre nuestro mágico estado. “Oaxaca es una ciudad hermosa. Hace varios años fui a una Guelaguetza y quedé maravillado. Estando allí recordé unas líneas de Neruda sobre alguna vez que visitó Oaxaca y escribió que las tehuanas vestían vestidos que las hacían volar como las mariposas”.

Fue una conversación mágica, fraterna, con uno de los más grandes poetas de nuestra Latinoamérica. Falleció dos años después de aquel encuentro, el 17 de mayo de 2009. A 9 años de su partida les comparto aquel inolvidable momento en que el poeta uruguayo, para mi, el que de mejor manera rinde culto al amor y al desamor, le compartió a tres oaxaqueños la admiración y cariño que guardaba a nuestra tierra.

¿Alguien puede asegurar que esto ya está decidido?