Mancera: cuanto antes se vaya mejor: Raúl Castellanos

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El día de ayer, el Jefe de Gobierno (es un decir) de la Ciudad de México, según dan cuenta las crónicas, reiteró que “tiene toda la voluntad, interés e intención de ser candidato a la presidencia en 2018”; y para no dejar duda emitió de su débil pecho –su voz es aguda- un “a todos –los que quieran escucharme- les digo que sí, que está en mi voluntad”; luego muy en el estilo “Vázquez Mota” de “sí pero no y a lo mejor todo lo contrario” advirtió que va a estar trabajando “en esto” un par de meses, verá si para agosto ya cuajó y entonces definirá la ruta que sigue “y de consolidarse todo esto” más o menos en octubre o noviembre, dejaría el Gobierno de la Ciudad de México, o mejor dicho abandonaría el tiradero en que tiene sumida a la alguna vez considerada una de la ciudades más bellas del mundo.

Ya entrado en gastos, con la enorme imaginación que le caracteriza dijo que “hay que hacer algo nuevo y no ir en la forma tradicional, es decir alianzas entre partidos”, porque “la forma tradicional convoca a los afiliados a esa forma tradicional” –algo así como el descubrimiento del agua tibia-; por lo que se advierte don Miguelón parece ignorar que nuestro sistema político está basado en un régimen de partidos –que sean un bodrio es otra cosa- y que las “alianzas” están contempladas en la ley; ya clarificando para los villamelones de la política que somos todos nosotros, precisó que “se debe hacer una convocatoria de suma entre organizaciones, empresarios, académicos y la sociedad civil”; y ahí, propone, se deberá tomar una decisión de quién encabeza el mazacote y en esas eliminatorias “quiero estar” concluyó.

Procurador del Distrito Federal en el gobierno de Marcelo Ebrard, fue candidato al gobierno de la Ciudad de México por dos razones; por ser el menos malo de los que aspiraban y porque –fundamentalmente- al definirse la candidatura presidencial entre Andrés Manuel y Marcelo, ambos lo consideraron el más funcional y manipulable a sus intereses; amparado bajo las siglas del PRD pero asumiéndose para efectos electorales como “candidato ciudadano sin partido”, ganada la elección con más del 60% de la votación gracias a la estructura del partido del Sol Azteca, desde el primer día de su gobierno se negó a afiliarse a dicho partido; lo cual no ha sido obstáculo para que lo controle, maneje a su antojo y lo tenga al borde de perder el gobierno de la Ciudad de México y desaparecer como tercero en discordia en el escenario nacional; para ello ha contado con tres factores a su favor; primero: la permanente división de las “tribus” que integran el partido fundado por el Ingeniero Cuauhtémoc Cárdena y Porfirio Muñoz Ledo, que no han logrado articular una respuesta contundente a sus desaseos; segundo: las ambiciones de grupo y personales de los “líderes” perredistas, en particular Alejandra Barrales, que aspira a ser su relevo; y –tercero- la alianza, no partidista pero alianza al fin y de las más sólida por estar basada en las complicidades que ha construido con el gobierno federal para cerrarle el paso a López Obrador.

Sólo para no perder la memoria; en junio de 2015 luego de asistir a una clase de yoga, rechazó estar contemplando afiliarse al PRD “no estamos hablando en este momento de afiliaciones, sino yo, lo que estoy comprometido es con el trabajo en la ciudad y después, obviamente ya vemos qué sigue”; el 23 de julio de 2016 “Red Política” reportó “Después de sentarse a la misma mesa con la presidenta nacional del PRD, Alejandra Barrales Magdaleno, el Gobernador de Michoacán Silvano Aureoles, insistió en que sería buena noticia que el Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera se afiliara al PRD. Sin embargo, este último respondió con un rotundo ¡no me afilio!” y háganle como quieran; invitado en agosto del año pasado a la instalación del Consejo Consultivo del PRD, insistió con enfado que no se afiliaría; en el colmo, Barrales avaló su postura con un “la afiliación de Mancera es una decisión que él debe tomar”; para ripley, la presidenta de un partido sumándose al desprecio político del personaje que pretenden hacer candidato presidencial.

Hasta aquí los datos duros de las contradicciones y confusiones, mentales, estructurales y políticas de Mancera; sin embargo eso no es lo peor; Mancera no pasa la mínima aduana de buen gobierno. Errático y demagogo, plegado a intereses de constructores, omiso en la coordinación con los Jefes Delegacionales, que son otras fichitas y hacen lo que quieren, tolerante con la delincuencia organizada, tiene sumida a la Ciudad de México en el peor caos estructural; la Ciudad está destruida, se realizan “obras” sin sentido, las zonas, avenidas comerciales convertidas en muladares; lo mismo Polanco, Insurgentes, Universidad, la Condesa, la Zona Rosa, la Roma, el Centro Histórico, parecen zonas de guerra; y qué decir del diferendo por Paseo de la Reforma, considerado alguna vez una de las Avenidas más bellas del Mundo, al lado de los Campos Eliseos de París, Las Ramblas de Barcelona o la Quinta Avenida de Nueva York.

A lo anterior hay que agregar la terrible inseguridad, la complicidad de las policías con las bandas del crimen organizado y en el mejor de los casos su desdén por la ciudadanía que se encuentra en estado de indefensión; da pena y coraje ver a cientos de patrullas circular con elementos pegados al celular, riendo y jugando; y qué decir del maquillaje de cifras para intentar cubrir el imparable aumento de delitos; de acuerdo a estadísticas reales, el año pasado dos delitos aumentaron significativamente en la Ciudad de México, el homicidio doloso y el robo; en homicidios son los niveles más altos en 18 años; en cuanto al robo el aumento se ha dado en tres modalidades, a negocios, casas habitación y transeúntes; o sea ni para donde hacerse.

En contraparte, Don Mancera, viaja por todo el mundo, afectado del “síndrome” Peña Nieto, presume lo mismo en París que en España o Estados Unidos, El Vaticano, Cuba, Ecuador, sus “programas” y “logros”; lo mismo acude a una conferencia sobre el clima que a otra para apoyar indocumentados a cualquier parte del mundo; y qué decir de los premios, condecoraciones y “honoris causas” que se tramita.

Dicho lo anterior, lo mejor que le puede pasar a la Ciudad de México es que Mancera no espere a octubre a noviembre para irse, que se vaya ya.

Es viernes. ¡Hoy toca! Diría Germán Dehesa.

¿Alguien puede asegurar que esto ya está decidido?

RAÚL CASTELLANOS HERNÁNDEZ / @rcastellanosh