Maíz y Dependencia Alimentaria: Emiliano Golay

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Ahora que llueve en algunas zonas, muchos mexicanos se alegran porque tendrán qué comer. Podrán hacerlo parte del año, según sus rendimiento o si poseen la extensión suficiente para producir el maíz que reclama la dieta familiar del año. Sin embargo, un enorme número de productores de temporal de otras regiones se desesperó frente a la demora de las lluvias o, de plano, perdió la esperanza de cosechar este grano esencial frente al siniestro de precipitaciones extremas. Es relativamente distinto entre los productores favorecidos con obras de riego o con tierras de humedad, que siembran independientemente del temporal y, casi siempre, para la comercialización.

 

En apariencia, esta situación denota una tendencia al equilibrio. Pero no hay nada más absurdo que la “ley de la oferta y la demanda”, correspondiente a una ilusoria economía y mercado de competencia perfecta. En realidad, la suficiencia o la carencia de alimentos deriva de políticas públicas que la deprimen o que la estimulan, pero también de cuestiones climáticas, cada vez más adversas y resultado de nuestras propias prácticas que degradan el medio ambiente y los recursos naturales. Todo esto agravado al depender de la potencia dominante en el mundo: los EUA.

Discursos sobran. Posicionamientos divergentes lo mismo. El Gobierno, pero sobre todo los productores o las organizaciones que los representan, hablan con frecuencia de soberanía o dependencia alimentaria, de incrementos o déficit de la producción de básico. Unos con alegatos demagógicos y otros con exigencias justas para que se resuelva de una vez por todas la falta de una estrategia alimentaria integral y tendiente a la autosuficiencia. Antes del TLC había escasez y carestía de productos básicos. Después de ese acuerdo y hasta hoy hay carencia de productos básicos y sus precios siguen en aumento. Frente a esta crisis, que no es privativa de México,  surgen iniciativas de la ONU y la FAO para revertir los efectos del cambio climático y contribuir a la producción. Por ejemplo, la ONU urgió a implementar la total reconversión hacia una economía verde para evitar los efectos catastróficos de ese “inesperado” fenómeno, subrayando que esta transformación tendría el mismo impacto socioeconómico que la primera revolución industrial, y debe implementarse en sólo 30 ó 40 años queremos evitar mayores efectos climáticos. Por su parte, en 2009 se alcanzó el umbral crítico de los mil millones de personas hambrientas en el mundo, en parte por la subida de los precios de los alimentos, además de la crisis financiera, lo que constituye, según el Director General de la FAO, un “trágico logro en estos tiempos modernos”, lanzando una encuesta en línea para repudiar el hambre.

El FMI mostró su “preocupación” por los bajos inventarios de maíz y soya. En tanto, la FAO señaló (a finales del 2010) que el índice de los precios internacionales de los alimentos básicos era el más alto desde que inició ese tipo de mediciones. En México, por su parte, los Diputados aprobaron una reforma a los artículos 4 y 27 de la Constitución, para elevar a ese rango el derecho a la alimentación, apoyando el abasto suficiente y oportuno de los alimentos básicos en el desarrollo rural integral y sustentable.

Ciertamente, por iniciativas no paramos. Unas –las de los productores-, son legitimas y esperanzadoras si se reivindican con el coraje que su propia existencia reclama; otras son demagógicas, sin financiamiento ni tecnología o, si bien nos va, mal planeadas, con reglas de operación imposibles de atender por los productores de subsistencia. Ello conviene al imperio, es lo que la miope tecnocracia, creyente de “las leyes del mercado”, se niega a modificar por indolente o porque comparte los intereses del capital, que para nada es ni será democrático.

Algunas cifras. Entre 1980 y 1989 la producción de Maíz apenas creció, en promedio, 0.1% y la superficie disminuyó en 0.1%. El promedio anual de has. fue de 8.2 millones y el volumen cosechado de 12.1 millones de Ton, con rendimiento promedio de 1.4 Ton por ha. En el periodo 1990-1999 se presentaron cambios importantes: la superficie aumentó 300 mil has. en promedio y la producción más de 5 millones de Ton; por su parte, el rendimiento anual tuvo un crecimiento de 38.9%, es decir, se alcanzó a obtener 2.05 Ton. por ha.

La producción nacional de maíz fue de 12.3, 14.6, 18.3 y 24.3 millones de toneladas en los años 1980, 1990, 1999 y 2008, respectivamente. La importación de este grano vital ascendió a casi 5.0 y 9.1 millones de Ton en 1999 y 2008. El consumo percápita -descontando el enorme volumen de maíz amarillo (importado casi al 100%) con destino animal e industrial-, fue de 189 y 227 kilogramos anuales para los años 1999 y 2008.

Por su parte, el Frijol aporta a la producción total de granos básicos el 4%. En el periodo 80-99, la superficie sembrada (aproximadamente  2.2 millones de has.) se mantuvo constante y la producción no creció más del 3.5%. El rendimiento fluctuó entre 451 y 527 kg. por hectárea. La producción anual de este grano, también fundamental en la dieta nuestra, fue como sigue: 931 mil Ton en 1980, 1 millón 287 mil Ton en 1990, 1 millón 80 mil Ton en 1999 y 1 millón 123 mil Ton en 2008.

Hoy más que nunca nuestra dieta se satisfacen con importaciones caras. Pero es inaudito que el campo no reciba estímulos suficientes, integrales y bien planeados para producir los granos básicos que el país consume. El año pasado y este importamos 10 millones de toneladas de maíz en promedio. Los centros comerciales están atestados de marcas extranjeras y ya importamos gasolina. A donde va México?

http://golayemiliano.wordpress.com