Luces y sombras en Oaxaca: Isaac Leobardo Sánchez Juárez*

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Durante toda la semana pasada estuve en mi querido estado de Oaxaca y en su hermosa capital, con motivo de la presentación de un libro y una serie de materiales de investigación en la Escuela de Economía de la Universidad Autónoma “Benito Juárez”. Aproveché el tiempo para pasear por cada rincón y ponerme al día, de primera mano, de los asuntos económicos y políticos más importantes, sin sorpresa me entero de que todo sigue igual. Los políticos prometiendo y las personas sufriendo las consecuencias del incumplimiento de las promesas por parte de esas cosas terribles conocidas como políticos.

 

La entidad y su capital están llenas de contrastes, de luces y sombras. Se han mejorado ciertos espacios urbanos, se ha embellecido el centro histórico, algo que para los turistas es lindo, y que sin duda es importante, ya que la mayoría de capitalinos viven de forma directa o indirecta del sector turístico. Pero, a unos metros de la zona “rosa” oaxaqueña, por decirlo de alguna manera, empieza la zona “roja”, denominada así no sólo por la aparición de nuestras queridas amigas del noble oficio de la carne, sino por los múltiples bares y cantinas, puestos de vendedores ambulantes, desorden urbano, deterioro de la infraestructura, embotellamiento vial y una imagen perfecta del subdesarrollo.

Oaxaca en ciertas zonas y colonias parece que está avanzando (la minoría), pero en otras parece que cada vez se hunde más (la mayoría). El crecimiento urbano, al igual que en todas las ciudades latinoamericanas se presenta sumamente caótico, consecuencia de la corrupción rampante de las autoridades. Se crean colonias donde es imposible o muy costoso brindar los servicios básicos indispensables, como agua, drenaje, basura y luz pública. Los cerros que rodean la ciudad ya están todos habitados, el crecimiento hacia esas localizaciones es totalmente inapropiado y debería ser motivo de preocupación.

Hoy las personas ya viven ahí, no se les puede arrebatar su patrimonio, lo que sí se puede hacer es evitar que sigan proliferando nuevos asentamientos, aplicar con rigor el reglamento de desarrollo urbano. La función de las autoridades municipales no consiste solamente en cobrar el impuesto predial cada año, su función es permitir que los ciudadanos disfruten de una ciudad digna y vivan en zonas adecuadas.

Por otra parte, en aras de verificar las condiciones económicas y sociales en la ciudad, me fui caminando desde el Zócalo hasta el interior de la Central de Abastos, recorrido que seguramente no han realizado ni el presidente municipal, ni el gobernador. Lo que me encontré fue una serie de violaciones al marco legal vigente. Me llamó la atención la circulación de unidades del transporte urbano en pésimas condiciones, el deterioro de la mayoría de banquetas y arterias. El ambulantaje se ha adueñado de las vías públicas, el tráfico no puede ser eficiente, ya que de forma permanente las principales avenidas se encuentran tomadas por comerciantes informales. Las calles se encuentran en su mayoría sucias, a lo que contribuye un pésimo servicio de limpieza municipal, pero también la tremenda ignorancia de los ciudadanos que a diario tiran su basura en cualquier sitio.

Informalidad, caos vial, calles sucias, deterioradas, nula vigilancia policíaca es lo que observé y es lo que a diario se vive. Finalmente, llegué a la Central de Abastos y veo que el máximo mercado de la entidad está rebasado. Los vendedores han utilizado todos los espacios posibles y otros que no deberían de ser utilizados. Los medios de transporte han saturado las vialidades, particularmente grave es el tema de los taxis foráneos, los cuales requieren de una terminal adecuada para el enorme volumen de personas que utilizan el servicio. La terminal de segunda clase se ha deteriorado notablemente y se requiere mejorarla, algo que no depende de las autoridades, sino de los inversionistas privados que viven de ella.

Al interior del mercado se disfrutan de los colores y sabores de la entidad, es un mercado único en el mundo. Nuestro mercado central es uno de los pocos donde se puede encontrar todo tipo de carnes, verduras, frutas, yerbas y suministros para la satisfacción de las necesidades humanas. No obstante su importancia, la infraestructura con la que cuenta es insuficiente y muchos vendedores no cuentan con las condiciones mínimas necesarias para realizar adecuadamente sus actividades. La administración es terrible y al observar el volumen de actividades de intercambio que se llevan a cabo en él, es evidente que existen malos manejos y ello impide su crecimiento armónico.

Fuera de la zona rosa de la capital del estado y algunas colonias, se puede advertir el subdesarrollo en el que nos encontramos, un mar de miseria, sobrepoblación y deterioro ecológico. Contribuyen a estos los políticos y funcionarios de gobierno, pero también nuestra ignorancia y mala educación. Cada año que pasa veo como se consumen los recursos que deberían ser para todos, sin que mejore sensiblemente el grueso de la población, sólo les va bien a ciertos grupos buscadores de rentas, una situación que de ninguna manera es sustentable.

A pesar de todo lo que he mencionado, comí tranquilamente en la Central de Abastos, en el área de carnes asadas, me tomé una cerveza bien fría para amortiguar el calor y regresé a casa en un camión urbano, con la “barriga llena y el corazón contento”, pero eso se terminó cuando al llegar a la altura del IEEPO un grupo de profesores tenían tomada la calle y el conductor tuvo que tomar una nueva ruta, la cual hizo terriblemente largo mi traslado y me recordó los múltiples problemas a los que se tienen que enfrentar mis paisanos que desean realizar honestamente y con eficiencia sus actividades. Me preguntó, como muchos oaxaqueños ¿qué fue de la alianza por la paz y el progreso de Oaxaca?

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* Profesor en economía de la UACJ, Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI)