Lloviendo sobre mojado: Mario Arturo Mendoza Flores

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El pasado domingo 19 de septiembre, ya entrada la noche, las llamadas telefónicas solicitando auxilio eran constantes. Lo mismo provenían de la agencia de Viguera, que de la Guadalupe Victoria, de Pueblo Nuevo o de La Cascada, sólo por citar la más conocidas. Los cuerpos de bomberos, de protección civil y de los diversos grupos de socorro resultaban insuficientes ante la cantidad de servicios demandados. Como suele suceder en éste tipo de fenómenos, cada llamada consideraba ser la más “urgente”. Bastó con el intentar salir a recorrer las agencias antes mencionadas para de inmediato darse cuenta del magnitud de la tromba y con ello recordar lo pequeños que somos ante el poder de la naturaleza, que fiel a su estilo suele recordarnos que la estamos afectando.

 

Quienes tenemos acceso a las redes sociales como el Face Book o el Twitter, encontramos en estos medios la mejor vía de comunicación para informar sobre los estragos causados ante lo que para algunos significaba un nuevo diluvio, aunque hay que reconocer que también estos medios sirvieron para ir ubicando los lugares en donde se hacía indispensable la presencia  de los cuerpos especializados. Debo señalarlo, hubieron muchas personas afectadas que se irritaron ante la falta de intervención de los bomberos o de protección civil,  por lo que en su descarga debo decir que sus elementos resultaban insuficientes ante tantas solicitudes de ayuda; a pesar de ello y de no contar con el equipo adecuado y necesario para atender éste tipo de fenómeno, siempre estuvieron prestos a intervenir donde la vida de un ciudadano o de su familia estuviera en peligro.

 

Los días subsecuentes sirvieron para darnos cuenta de muchas situaciones que no pueden olvidarse  de la misma manera en que se seca el lodo, o que deban esperar para ser atendidas hasta que un nuevo fenómeno nos cobre nuestra falta de compromiso y de visión. Como en toda tragedia, fueron varios factores los que fueron conformando lo que hoy es una pesadilla para los damnificados. Por supuesto que no se puede soslayar el alto nivel de precipitación que se registró en poco más de dos horas, pero a esto hay que sumarle la falta de previsión tanto de algunos ciudadanos, como de nuestras autoridades. Pero qué hacer como sostenía entre lágrimas doña “Chica” cuando manifestaba que la única parte donde le alcanzó para comprarse un terrenito lo fue precisamente a un lado del cauce del rio. Pero también tiene que ver con una cultura de la corrección y no de la prevención por parte de las entidades encargadas del ramo, quienes suelen poner plantas de ornato en lugares donde se requiere de una obra civil mayor y de ahí que cada vez que se repite una situación similar, los resultados sean catastróficos.

 

Pero también tiene que ver con lo que hacemos o hemos dejado de hacer personas como usted o como yo. Y perdón si suena trillado, pero el cambio climático que hoy estamos padeciendo fue anunciado con mucha antelación y siempre lo consideramos como algo distante o que no nos afectaría, y sin embargo hoy el destino nos ha alcanzado. Nos está lloviendo sobre mojado y tal parece que ni así entendemos.

Aseguran los expertos que muchos de los daños causados fue consecuencia de múltiples coladeras taponeadas con basura, donde lo mismo se encontró envases de plástico y pañales, que sillones de esos que ya nadie quiere y que terminan por depositarse en el arroyo, total ahí a nadie le afecta…hasta que no suceden este tipo de desgracias.

 

En el caso particular de las autoridades electas, llámese del nivel estatal con Gabino Cué, o a nivel municipal con Luis Ugartechea, no permanecieron pasivas, a pesar de que aún no asumen sus respectivos encargos. Su sentimiento de solidaridad con aquéllas personas que recientemente les habían depositado su confianza, y aún con las que no, los motivó a regresar a los centros poblacionales más afectados. Pero como parte de ese cambio que la gente demanda con urgencia, sabían que su sola presencia no resultaba suficiente  para regresarles la paz a esos ciudadanos, razón por la que optaron por apoyar sin distingo de ideología, partido político, religión, sexo o edad a todo aquél que se los demandaba, y a medida de sus posibilidades apuntalaron a la población que carecía –carece debo escribir—de lo más básico. Pronto se formaron brigadas de jóvenes nobles quienes ofrecieron sus manos para ir en ayuda de la limpieza de las casas que se habían afectado con el lodo, la recolecta de víveres, de cobijas y hasta de mobiliario pronto fue un recurso para llevar alimento y cobijo; pero aún siguen faltando muchas cosas más.

 

Sería una ingratitud no reconocer el esfuerzo que en el mismo sentido viene realizando el Ayuntamiento que hoy tiene como responsable a Pablo Calderón, con quien por cierto coincidimos en uno de los recorridos a los que fui invitado por Luis Ugartechea, quienes en forma respetuosa y amable intercambiaron propuestas y posibles soluciones al problema. Sin duda esto vino a ser una muestra de la madurez política que por muchos años no se reflejó en el estado y mucho menos en nuestra capital, y que para quienes constatamos tal intercambio fue como una señal de la pluralidad y compromiso social con las que se conducirán las administraciones entrantes. Claro que no puedo omitir la conducta de algunos agentes municipales que negaban la entrega de cobertores o de despensas por la sencilla razón de que no pertenecían al mismo partido, y que incluso llegaron a amenazar de muerte a sus gobernados por la única razón de haber sido denunciados. O de la insensatez de otros que entregaban cobijas bajo la condición de regresarlas en buen estado o en su defecto pagarían el importe correspondiente.

 

Lo cierto es que falta mucho por hacer; en verdad que muchos hermanos nuestros están padeciendo lo indecible pues les continúa lloviendo sobre mojado, así que busquemos el centro de acopio más próximo y mostremos nuestra generosidad y solidaridad en estos momentos tan difíciles para muchos de ellos.