Lenín Moreno-Rafael Correa: de la lealtad absoluta al parricidio político: Raúl Castellanos

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Con frecuencia me gusta invocar la sabia conseja de que “la política no es un bosque de unicornios”; tampoco lo es de lealtades eternas, aunque sí las hay, sobre todo cuando los personajes se saben demasiado los unos de los otros. Recuerdo hace algunos años un Presidente Nacional del PRI, amigo entrañable, sobre el tema reflexionó “en política las lealtades más sólidas son las que son producto de las complicidades”. En contraparte, los casos de parricidios políticos abundan desde tiempos inmemoriales; quienes los cometen son personalidades formadas a la diestra de los hombres de poder en turno, que les heredan sus cargos pensando que les serán leales “alfiles”, llevándose la sorpresa más temprano que tarde, que una vez sentados en el “trono”, se convierten en sus principales críticos y perseguidores.

Los que han estudiado el tema aseguran que la traición es una faceta de la condición humana, la cual adquiere su máxima expresión tratándose de asuntos de dinero, amores y política. En este último rubro la historia da cuenta de un sinfín de casos; de los más emblemáticos el asesinato de Cesar a la entrada del Senado Romano apuñalado por Bruto, a quien había formado, encumbrado y quería como a un hijo. En la actualidad, por citar dos ejemplos, son conocidas las pugnas entre Álvaro Uribe y su “delfín” Juan Manuel Santos, en Colombia; este último, el mismo día que tomó posesión nombró Ministros a Germán Vargas Lleras y Juan Camilo Restrepo, críticos acérrimos de Uribe, se fue a reunir con Hugo Chávez, con quien Uribe había roto relaciones y reconoció el conflicto interno con las guerrillas; al que ambos habían definido como “amenaza terrorista”. En el mismo sentido podemos ubicar el cabildeo intenso de Michel Temer para consumar el Juicio Político contra la Presidenta Dilma Rousseff, que finalmente lo llevó a substituirla por su condición de Vicepresidente, cargo al que llegó como aliado del PT.

En este contexto, el fin de semana, la pugna, el choque de trenes entre el actual Presidente de Ecuador, Lenin Moreno y su padre político Rafael Correa llegó a su punto culminante. Vicepresidente de Correa entre 2007 y 2013, su segundo de a bordo en el partido que los llevo a ambos al poder, hace un año con el total apoyo de su hacedor asumió la presidencia; en términos reales, Correa lo consideraba un presidente de transición o interino, algo así como que le había “prestado la silla”; ya que sus planes eran volverse a postular en la siguiente elección, amparado por la reforma a la Constitución promovida por él mismo en 2015 que permitía la reelección indefinida. Sin embargo, ¡oh sorpresa! No acababa de colocarse la banda presidencial Lenin, cuando ya invocaba plena y total “autonomía de vuelo” para gobernar al modo suyo y tomar sus propias decisiones. Como era de esperarse, el padre de “la Revolución Ciudadana” montó en cólera y comenzó la pugna entre ambos. Correa se fue a vivir a Bélgica desde donde arreció la confrontación.

Finalmente, Lenin convocó el pasado domingo a un referéndum de siete preguntas, con el objetivo de echar abajo la reelección indefinida, endurecer la lucha contra la corrupción y reestructurar el Consejo de Participación Ciudadana; el resultado fue de un sesenta y cuatro por ciento a favor de las premisas promovidas por el actual presidente. Triunfalista, tras conocer los resultados, Moreno, desde el Palacio Presidencial de Carondelet dijo “No volverán ya los viejos políticos, tienen la obligación de renovarse. Hoy ha triunfado la democracia de manera contundente, libre y democráticamente, sobre el futuro que queremos para nuestros hijos, la victoria del SÍ es la victoria del país” y remató, en clara alusión a su antiguo aliado “los políticos que ansiaban eternizarse no volverán nunca más”.

Por su parte Rafael Correa, quien, además, tuvo que comparecer en días pasados ante la Fiscalía de la Nación, para declarar o aclarar presuntas irregularidades en la venta de petróleo a China y Tailandia durante su década en el poder, declaró “Sepa América Latina, porque el pueblo ecuatoriano no lo sabe, que en las preguntas de la consulta popular y referendo, la 2 es retroactiva –eliminar la reelección indefinida- y la 3 –reestructurar el Consejo de Participación Ciudadana- es un golpe de Estado”. Por supuesto, este drama no ha terminado.

En tal escenario; la contundencia con la que Lenin Moreno se ha desprovisto de la influencia que Rafael Correa pensaba tener sobre él y su gobierno es digna de asombro. Destituyó y encarceló al Vicepresidente Jorge Glas, alfil principal de Correa para controlarlo y con el referéndum le cierra el paso a la reelección.

Tal realidad no nos debe ser ajena. Al contrario, en la política mexicana abundan los casos de parricidios políticos. Echeverría con Díaz Ordaz, López Portillo con Echeverría, Andrés Manuel con el Ingeniero Cárdenas, Felipe Calderón con Castillo Peraza, Ernesto Zedillo con Carlos Salinas, Ricardo Anaya con Gustavo Madero. Algunos han sido fruto de una vulgar ambición, otros, decisiones políticas indispensables para romper círculos viciosos o pactos de impunidad. Naturalmente, la premisa del parricidio es que quien comete el crimen político, debe actuar una vez que le ha sido transferido, entregado el poder. De otra forma su mentor siempre podrá anularlo.

Pensando en voz alta, en medio de la deriva en la que las encuestas posicionan a José Antonio Meade, parece que el lastre del Presidente Peña lo ancla en la disputa por el tercer lugar con alguno de los independientes que alcance su registro. No puede tocar con el ápice de una crítica a quien aún detenta el poder presidencial y lo designó candidato presidencial. El no parricidio será su tumba. ¿O se atreverá a anunciarlo?

Es viernes. ¡Hoy toca! Diría Germán Dehesa.

¿Alguien puede asegurar que esto ya está decidido?

https://youtu.be/lQfSedB0nsY