La tarea pendiente en Oaxaca: Igmar Medina Matus

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igmarHoy un fantasma recorre Oaxaca e infecta a quienes tienen contacto con él: el pesimismo. Últimamente nuestro estado vive obsesionado con el fracaso. Con la victimización. Con todo lo que pudo ser y no fue. Se percibe el vocabulario del desencanto, se siente en las sobremesas, se escucha en los taxis, se lee en el Facebook, se respira en los lugares donde se aplaude la impunidad y se padece la arrogancia y la impotencia.

El pesimismo resistente ante la realidad que no parece cambiar. Existe una gran cantidad de personas que piensan que la corrupción no puede ser combatida, y prefieren callar y aceptar el “status quo”. Donde los políticos no son propositivos, la población no puede ser educada; los valientes siempre sucumben y los reformadores siempre pierden. Donde siempre es mejor, callar, es mejor pretender, es mejor ignorar es mejor emigrar.

Inmersos en una sociedad polarizada, en la triste tristeza de muchos y la precaria debilidad del entramado social que la sustenta. Divididos entre la confusión que se genera y la contundente certidumbre de unos cuantos. Una realidad en la que se inhibe el cambio, se coarta la creatividad y donde no importa cuántas ganas le pongan, es imposible salir adelante.

Las principales batallas no están librando en torno a cómo construir un mejor Oaxaca, sino en cómo mantener el control de cotos, partidas, privilegios y prerrogativas. Donde el sistema de transparencia y rendición de cuentas no se construye porque es necesario, sino porque no quedó de otra. Porque hoy es válido burlarse de la fisionomía de los negros, porque aún es posible descalificar a personas por ser indígenas y aún existen despidos de mujeres embarazadas.

La tarea pendiente que los Oaxaqueños hoy tenemos es tomar el control por asalto, entender que nuestro pasado está escrito, pero que nuestro futuro puede reinventarse. Urge escapar de los depredadores y ser una sociedad de personas que piensan por sí mismas.

 Se trata en esencia en construir ciudadanos capaces de retar y encarar lo incorrecto, de personas que fomenten las normas cívicas y paguen impuestos. De estudiantes que dejen de sobornar por calificaciones, de automovilistas que dejen pasar al peatón, de peatones que crucen por las esquinas y respeten los semáforos. De cambiar a nuestros políticos si es necesario, pero en la arena electoral en lugar de quemar urnas, poner barricadas y transgredir derechos de terceros. Se trata de extirpar de una vez por todas, la mediocridad, exorcizar miedos y de prepararnos para el país de lo posible.

Porque tenemos que ser discípulos no de personas, sino del libre pensamiento. Debemos ser capaces de confrontar ideas con argumentos en vez de gritos. Porque aún existe la esperanza de poder hacer la diferencia. Porque aún existe una generación que tiene la convicción de gestar cambios, de abanderar causas y de sacudir conciencias. Esa es la tarea pendiente y en estos tiempos no podemos reprobarla.

Igmar Francisco Medina Matus.

igmarmatus@gmail.com

@igmarmatus