La sección 22 y los reyes de sololoy: Horacio Corro Espinosa

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horacio corroEl 21 de julio del año pasado, Gabino Cué Monteagudo hizo el anuncio más espectacular a lo largo de su gobierno: la desaparición del Instituto estatal de educación pública de Oaxaca (IEEPO), para tomar la autoridad educativa el mismo gobierno del estado.

Ese día y el siguiente, la mayoría de los medios impresos y electrónicos del país dedicaron sus primeras planas al tema. La información iba acompañada de fotografías donde el gobernador estaba respaldado del secretario de educación pública en ese entonces Emilio Chuayffet, y el vocero de la presidencia de la república, Eduardo Sánchez.

Después de 23 años y dos meses, el Ieepo había llegado al final de su propuesta inicial: la modernización de la educación básica para convertirse en el nuevo Ieepo.

Todos creímos que con ese decreto, se acabaría para siempre el caciquismo sindical y la relación alcahueta entre gobernadores y líderes de la 22. Todos creímos que el poder magisterial ya no se levantaría ni volvería a desafiar ni a bloquear la reforma educativa de Peña Nieto lanzada al inicio de su mandato.

Horas después del anuncio de Gabino Cué, los miembros de la Coordinadora nacional de trabajadores de la educación (CNTE) salieron a manifestarse a las calles en contra de la desaparición del Ieepo, y pidieron al congreso del estado la aprobación de una ley estatal de educación porque ahora se veían amenazados con el despido masivo de trabajadores.

Conforme avanzaban los días los maestros se convirtieron en jaurías perseguidores de sus compañeros para impedir la realización de las evaluaciones del servicio profesional docente.

Los conocedores de la reforma se dieron cuenta que con ella se empoderaría al docente, que se obtendría el reconocimiento público profesional, que sus ingresos se incrementarían, que tendrían más oportunidades de prepararse académicamente y eso los llevaría a desempeñarse mucho mejor en el aula.

Desgraciadamente, por permitirse el tiempo de conocer la reforma, se convirtieron en víctimas del terror. Por un lado la autoridad les exigía evaluarse bajo la amenaza de sancionarlos laboralmente, y por el otro lado, los maestros radicales los sentenciaron en caso de asistir a las evaluaciones, pues serían castigados físicamente si no se sometían a sus órdenes.

Mientras tanto, la 22 realizaba un plan de contrainformación sobre la reforma para que no llegará la verdad a los interesados receptores. Estos últimos confiaron más en la palabra de sus compañeros manipuladores que en el papel escrito. Es por eso que muchos maestros desconocen el tema y se dejan llevar por la fuerza física a tener un debate inteligente y racional sobre el texto.

Los maestros no quieren reconocer que la CNTE nació como una organización laboral, pues dentro de su mismo nombre lleva la palabra “trabajadores”. Eso quiere decir que no son profesional ni académicamente examinados, lo que permite asegurar que esta estructura nació dentro de una atmósfera de corrupción. De ahí los sobornos, las prebendas, las concesiones extraordinarias, los sometimientos a sus agremiados, etcétera.

Durante años la sección 22 se autonombró salvadora del pueblo de Oaxaca. A partir de la creación del nuevo Ieepo, los maestros comenzaron a olvidarse de su aparente condición de libertadores de la entidad oaxaqueña para convertirse en unos verdaderos exhibicionistas del metal que están forjados de bajísima ley.

Su actitud de arribistas, ventajistas y oportunistas fue más marcada. Dejaron ver su pequeñez y su obsesión por tener más. Ellos tienen, además de lo efímero, lo ostentoso y superfluo, y eso a todos nos enfurece.

Los maestros de la 22, nos demostraron que son como los mediocres, que con un trozo de poder en sus dos manos se convierten en prepotentes, soberbios, arbitrarios y con la estridencia que ejercen en las calles, muestran su insignificancia, pero con ella pueden someter a su arbitrio caprichoso a las autoridades y a la ley para convertirlas en incondicionales. Un mediocre con poder constituye una plaga para el mundo en que vive, por eso los repugno.

Me indigna la forma en que se conducen, así como me indigna su avaricia que han mostrado durante años. La avaricia y el poder les ha abierto el camino a los grandes dineros de los que se han aprovechado hasta la náusea, y quien lo ha pagado somos nosotros, el pueblo. Los de la 22, han tenido un retazo de influencia con el que han logrado a base de chantajes y presión física, un poder que no están preparados para ejercerlo.

Sorprendentemente, es lo mismo con el gobierno federal y estatal. Parece que están cortados con la misma tijera. Uno, tiene la ambición de poder, pero lo mal ejerce, por eso pisotea al pueblo que dice defender; y el otro, el que tiene el poder, no tiene las características de un líder ni mucho menos de un estadista. Lo grave es que éstos últimos han violado la ley porque ellos se creen la ley. Eso muestra el poco valor que le tienen al pueblo de México.

Dejar libre a Rubén Núñez Ginés, por un convenio político cuando es acusado de lavado de dinero por más de 24 millones de pesos y operaciones con recursos de procedencia ilícita, es ejemplo de que tenemos políticos de pacotilla que se creen reyes, pero no son más que reyes de sololoy. Peña Nieto, Osorio Chong y Gabino Cué, no son más que bisutería que al pueblo le ha salido muy costosa.

Si siguen pensando los señores del gobierno que todavía son los que influyen y dan rumbo político a este país, quiero decirles que se calmen, que enfríe sus excesos, que su tiempo ya pasó, que sus días de poder ya quedaron atrás. Tal vez no se han dado cuenta que ya le entregaron este país no a las leyes, sino la sección 22.

Facebook: Horacio Corro

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