La mejora ambiental y la productividad rural: Rubén Mújica Vélez

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El abandono del campo por el sector gubernamental es obvio. La improductividad, la emigración  y el asistencialismo, son partes integrantes del marasmo rural. A mayor entrada de alimentos importados, a menor creación de empleos, mayor número de inscritos en “Oportunidades” “Procampo” “Setenta y Más” y ahora “Sequía”. En pocas palabras ante la decisión política arraigada desde el salinismo y el zedillato, que guillotinaron al campo y lo entregaron junto con el mercado interno de los alimentos a los negocios de trasnacionales, se tienen que administrar más paliativos para que el caldero no vuele la tapa.., de los sesos. El asistencialismo, ¡populismo neto!, que antes se criticaba al PRI por diseminarlo por todo el país, ahora alegremente se multiplica. El panismo no ha sido capaz de crear sus estructuras propias en el campo; recordemos que Luis Felipe Bravo Mena, ahora candidato panista a la gubernatura del Estado de México, pretendió fundar un movimiento campesino. Su intento fallido  ni siquiera se recuerda.  El ¡paternalismo! panista, continuidad del priísta, ha tenido como resultado lo que hace años un campesino lagunero me dijo en sus palabras francas:

                ¡Solidaridad, Progresa, Contigo o cómo se llame,  solo nos agüeva!

Cuando se mencionan programas gubernamentales para el campo, pronto se percibe que son para empresarios rurales. Oaxaca no ha sido la excepción: el sexenio anterior se propaló un programa que parecía la panacea rural: los invernaderos de alta tecnología. El titular de la SEDAF presumía de la bonanza que derivaba para sus beneficiarios. Hasta que, como en el caso de Zaachila se descubrió que las plántulas que contenían en la inauguración de un invernadero por el gobernador, desaparecían de inmediato para llevarla a otro módulo o “invernadero de alta tecnología” para su respectiva inauguración. Cuando denunciaron que en muchos casos solo estaban instalados los invernaderos pero vacíos, el burócrata aducía que “las plántulas se habían sembrado”. Corrupción pendiente de auténtica auditoría…o simple arqueo.

En el país, cuando se mencionan programas rurales se piensa en los grandes, los que van a “sacar de la pobreza a los hermanos campesinos e indígenas”. Es el eslogan eterno, manido y pestilente por podrido.

Por eso despierta el interés verificar las posibilidades que se abren ante múltiples comunidades que están siendo objeto de programas oficiales federales que parten de un criterio harto aceptable: la restauración de los recursos disponibles entre campesinos e indígenas. Retener el agua y recuperar  los suelos, es una mancuerna de objetivos programáticos que en el caso de Oaxaca, en donde la desertización- ¡Ojo: no descertificación como aberrantemente se repite!-aporta una factura que pagan los más pobres del campo. Perder agua y suelo agrede directamente a los campesinos e indígenas, cancela su futuro y acelera el empobrecimiento que se deriva de un mercado en que se aplica a los campesinos la Ley de San Garabato: “Comprar caro y vender barato”. Para intermediarios y comerciantes, ¡justamente al revés!

Así, ahora con un número creciente de comunidades se concerta la  combinación de recursos: pago de jornales a campesinos e indígenas para realizar obras menores de atajamiento de agua: “retenes” Estas que un tecnócrata contemplaría como intrascendentes, resultan claves para las comunidades. Especialmente cuando a una se suman otras. Así en el abanico de obras, los “retenes” o bordos, se combinan con zanjas de trinchera, curvas de nivel, barreras de piedras acomodadas para reforestar, etc.

Es agradable contemplar el compromiso de las comunidades que reciben esos pequeños programas con sus respectivos recursos que operan como estímulos iniciales. En más de un caso a una derogación de 150,000 pesos de recursos federales, responde el trabajo comunal que puede alcanzar un múltiplo de cuatro. Más alentador es percibir el entusiasmo de la población en lo que contemplan como un paso menor, pero significativo en la mejoría de su medio ambiente y en la recuperación a mediano plazo de la productividad de sus tierras.

Un aspecto clave, diría fundamental, es la interlocución con los hombres del campo. La concientización del problema grave del deterioro de sus recursos y la posibilidad de restablecer gradualmente su capacidad productiva, depende de superar el verticalismo de los tecnócratas. Los campesinos tienen capacidad para evaluar e intentar superar un problema soslayado por la tecnocracia. El respeto de sus modalidades para adoptar decisiones y comprometerse en un programa de pequeñas obras, exige una actitud bien orientada de los representantes federales. De otra manera, se repetirían los fracasos en el campo.

Estas apreciaciones resultarían vanas por imprecisas. Pero es alentador corroborar su concreción entre otras, en la agencia San Luís del Río, Municipio de San Juan del Río, Distrito de Tlacolula. La honesta y eficaz asesoría a grupos de comuneros y el éxito de captar su confianza, ratifica que en el campo oaxaqueño hay potencialidades insospechadas. Verificar la concreción de programas idóneos es alentador. Muestra una vía prometedora.

rubenmv99@yahoo.com