La democracia como conflicto: Renward García Medrano

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En vísperas de las elecciones, son claros algunos hechos:

1. El sistema electoral mexicano fue construido para revertir la tradición del fraude electoral y generar confianza entre los ciudadanos. Además de contar con los recursos tecnológicos más avanzados del mundo, el día de las elecciones otorga autoridad electoral a cientos de miles de ciudadanos seleccionados al azar que, a su vez, son vigilados por otros ciudadanos que los partidos políticos designan para esos fines. Más de un millón de personas cuentan los votos, levantan las actas y se cercioran de que la información sea ingresada al sistema informático del IFE y simultáneamente se divulgue por Internet.

 

2. Todas las encuestas encargadas por los medios de comunicación coinciden en que la intención del voto favorece a Enrique Peña Nieto por una diferencia de dos dígitos, con excepción de una del diario Reforma en la que Andrés Manuel López Obrador aparecía sólo 4 puntos abajo del puntero, resultado que no volvió a repetirse en las ulteriores encuestas del mismo periódico.

3. Es probable que Andrés Manuel López Obrador obtenga el segundo lugar el próximo domingo, pero las encuestas independientes no son terminantes al respecto; a veces lo han atribuido al propio AMLO y otras a Vázquez Mota, pero ambos candidatos se mostraron optimistas hasta el último minuto. López Obrador confía en su organización y sus propias estimaciones y Vázquez Mota confía en Dios.

4. Los estudiantes de universidades privadas irrumpieron como un nuevo actor en la lucha electoral, a raíz de la visita de Enrique Peña Nieto a la Universidad Iberoamericana y más tarde se les sumaron algunos grupos de universidades públicas. La mayoría de los jóvenes y grupos que forman el llamado #YoSoy132 rechaza la candidatura de Peña Nieto: algunos espontáneamente y otros inducidos por operadores políticos cercanos a López Obrador y, en menor medida, a Vázquez Mota, como lo revelan algunos de los principales líderes juveniles en testimonios divulgados por las redes sociales. La trasparencia de estas redes pone a la luz pública a todos, incluidos a los jóvenes organizados.

5. Ante la consigna de “Si hay imposición habrá revolución” el EPR difundió un comunicado en el que “les tomamos la palabra”, pero #YoSoy132 no ha dado respuesta a los guerrilleros. Tampoco han respondido al llamado de Camila Vallejo, la joven, guapa y carismática líder comunista chilena, que les recomendó reorientar su lucha “contra las estructuras de sus universidades que fijan los lineamientos educativos para forjar las mentes de los jóvenes”.

6. Un poderoso grupo de empresarios, cuyas cabezas visibles son las empresas MVS de la familia Vargas y Dish de la familia Slim, que parece contar con The Guardian de Londres, demandan “democratizar los medios” lo que, para todo fin práctico, consiste en el otorgamiento de concesiones a ese grupo para operar nuevas cadenas de televisión. Los jóvenes del #YoSoy132 han hecho suya esta bandera en lo que podría calificarse de “alianza estratégica”: un poderoso grupo empresarial y un movimiento juvenil convertidos en grupo de presión.

7. El frente que apoya la candidatura de López Obrador, convencida de que el triunfo de su candidato es muy improbable y de que la acusación de fraude en las casillas, en las juntas locales y distritales y en las computadoras del IFE no tendría gran credibilidad, optó por denunciar un fraude pre-electoral: gastos excesivos de la campaña de Peña Nieto financiados con recursos de origen delictivo. No han presentado pruebas de lo uno ni de lo otro.

8. En la fase final de su campaña, Josefina Vázquez Mota multiplicó ataques y calumnias al candidato del PRI, en clara convergencia con la parte del lopezobradorismo proclive al conflicto electoral. El reconocimiento o no de la derrota de Vázquez Mota podría depender de la decisión que tome el presidente Calderón: aceptar los resultados como lo hizo el presidente Zedillo en 2000, o cumplir el presunto juramento de impedir que un priista ocupe la Presidencia de la República.

Lo que está ausente en esta disputa, que a cada hora se asemeja más a una riña de cantina, es el reconocimiento de que la elección es un derecho de los ciudadanos, no un botín de los grupos políticos y menos empresariales. Y que uno de los grandes avances de la democracia mexicana fue dotarse del sistema electoral más seguro del mundo, porque se construyó para evitar una crisis política a raíz de la profunda recesión económica de 1995-1996. Fue un logro de una clase media indignada porque además de perder su patrimonio, estaba agraviada por la desconfianza en el sistema electoral vigente, aunque ya había sido objeto de importantes reformas.

Los mexicanos tenemos derecho a votar sin miedo ni acuciados por amenazas. Tenemos derecho a que los políticos admitan de inmediato los resultados de las elecciones y acaten la voluntad de las mayorías. Tenemos derecho a erigir en paz un gobierno nuevo que, en opinión -o esperanza- de los más, sea el más apto para frenar la caída en picada de los niveles de vida y de las certidumbres.