La celebración triunfalista de Peña Nieto en el Azteca

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Enrique Peña Nieto subió al templete y lo que vio frente a él fueron asientos vacíos. Estaban ahí, enfrente y arriba del candidato presidencial del PRI, en la zona alta de gradas del Estadio Azteca, como manchas entre los asistentes.

 

Había un espacio que particularmente llamaba la atención. Un hueco gris, del color de los asientos de concreto, que daba justo a la altura de la mirada de Peña Nieto, entre dos mantas que decían “¡Peña, presidente!” y “¡Somos millones los que te llevaremos a Los Pinos!”

A espalda del priista también había lugares vacíos, lo mismo que a la izquierda y a la derecha. La zona de palcos era un terreno desierto e, incluso, en el área de invitados especiales sobraban sillas.

El PRI esperaba a 120,000 asistentes al cierre de campaña de su candidato presidencial en la capital del país y, en un comunicado difundido luego del encuentro, el partido aseguró que había superado dicha meta.

Según la cifra del equipo de seguridad del Coloso de Santa Úrsula, en el evento estaban presentes unas 80,000 personas.

Playeras regaladas, máscaras de cartón con el rostro de Peña Nieto, abanicos con el logo del PRI, cortauñas, termos, espejos de bolsillo y hasta tortas de queso de puerco que regalaban en la entrada de la Puerta 1, adornaban el evento.

Afuera del recinto más de 600 camiones rentados. Y, a las 11:21 horas, cuando el priista saltó a la cancha para saludar a su gente, el Estadio Azteca no lucía abarrotado.

Sin embargo, Peña Nieto lucía feliz.

Apenas el sábado, debido a una ronquera y una gripe que lo aqueja desde hace varios días, habló con dificultad en un evento con el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, que lidera Elba Esther Gordillo.

Hoy parecía curado por un milagro. Ya no tenía la nariz roja, las mejillas sudorosas o esa garganta raposa que necesitaba agua cada cinco minutos. Incluso, lucía sin ojeras y con el copete perfectamente engominado.

El mexiquense apareció en el templete sonriente, animado, con una camisa blanquísima y caminando de la mano de su esposa Angélica Rivera, sus hijos y los candidatos a gobernadores que también se juegan su futuro político dentro de una semana.

Su imagen era justo lo que el PRI quería proyectar durante todo el domingo: una fiesta de celebración anticipada a su posible victoria del próximo domingo 1 de julio.

Para ello, echaron la casa por la ventana: los tricolores contrataron a la Banda El Recodo para amenizar la llegada de los asistentes al mitin, rentaron cuatro megapantallas, regalaron miles de souvenirs y, cada vez que podían, hacían gritar a la gente con la proyección en las pantallas fijas del estadio de las encuestas que sitúan a Peña Nieto como puntero en las preferencias electorales.

Contrataron un globo dirigible que decía “Peña Nieto Presidente 2012-2018”, alquilaron doce expeledoras de aire a presión para llenar el aire con papeles tricolores y hasta una grúa como las que usan los directores de cine en Hollywood para transmitir en internet el mensaje del candidato.

“¡No hay pedo si nos endeudamos, en la Presidencia pagamos!”, gritó un simpatizante de Peña Nieto.

Esa emoción se veía en las caras de los invitados especiales: Joaquín Gamboa Pascoe, secretario general de la Confederación de Trabajadores de México se paseaba sonriente, bonachón, entre dos edecanes.

Y Manuel Espino, el exlíder nacional del PAN que se unió a la campaña de Peña Nieto, volvía a pisar el Estadio Azteca en un cierre de campaña presidencial, como en 2006 cuando le levantó la mano a Felipe Calderón.

“Se siente muy raro estar aquí, otra vez, seis años después, pero estoy feliz. Estamos con un gran hombre”, dijo Espino, recibido como héroe por los priistas que lo detenían para pedirle una fotografía y agradecerle su abandono a Josefina Vázquez Mota.

Con ese escenario abajo, la expresión de Peña Nieto era sonriente. Tenía enfrente sillas sin personas, asientos vacíos, filas completas desocupadas y, pese a ello, sonreía.

Subió solo al templete. Tomó el micrófono. Vio los huecos. Los ignoró. Y saludó: “Muchas gracias a todas y a todos ustedes por acompañarme en este cierre de campaña que estamos celebrando en la capital de todo el país.

“Estamos a siete días de ser parte de una nueva historia de México”, arengó el candidato priista y sus seguidores tronaron en aplausos. Uno de ellos, un hombre cerca de los 50 años, quiso organizar una “ola”, pero ante los asientos vacíos la iniciativa se desinfló antes de concluir media vuelta al estadio.

Sin embargo, Peña Nieto continuaba con el discurso triunfalista: “voy a gobernar con unidad democrática para darle resultados a la gente, vamos a ganar para transformar a México, vamos a ganar para acabar con el miedo y recobrar la esperanza, vamos a ganar para construir el país que merecen nuestros hijos”.

“Estamos seguros de que vamos a ganar de manera contundente e inobjetable el próximo 1° de julio”, aseguró el abanderado de la coalición Compromiso por México, integrada por el PRI y el PVEM.

Pidió a los asistentes decidir con responsabilidad entre cuatro proyectos de Nación: uno que representa la “inseguridad y violencia”; otro que simboliza el “populismo autoritario”; el de Gabriel Quadri –al que no describió– y el suyo.

“Hay un enorme deseo de cambio y renovación por el país. Los mexicanos estamos listos para superar esta etapa crítica de estancamiento económico, rezago social y violencia.

“En esta elección no habrá derrotados, porque con este proyecto, el que encabezo, todo México va a ganar”, dijo Peña Nieto y la gente respondió con gritos de “¡presidente, presidente!”.

El exgobernador pidió un voto de confianza para su proyecto. Se lo pidió primero a los jóvenes.

Mientras el priista hablaba en el Estadio Azteca, 20,000 personas –según cifras de la Secretaría de Seguridad Pública capitalina–, en su mayoría jóvenes, se manifestaban en su contra en el centro de la Ciudad de México, en la tercera marcha Anti Peña Nieto, convocada en redes sociales.

“¡A usted, lo que mande, bombón!”, le gritó al mexiquense una mujer y sus amigas le siguieron en coro: “Tu nomás dinos que hacer, presidente”

A gritos, sus simpatizantes trataban de llenar los huecos de la gente que no había llegado al Azteca. “Hacen quedar mal a nuestro gallo”, confesó uno de ellos.

El discurso acabó luego de 25 minutos con tres “¡Viva México!” y una lluvia de papeles picados en verde, blanco y rojo que volaban por todo el estadio. De nuevo, el despliegue de recursos: globos, música, confeti, edecanes y regalos por doquier.

Con la canción “Te ofrezco un corazón” de la Banda El Recodo de fondo, Angélica Rivera lo besaba y lo abrazaban los demás priistas en el día 87 de su campaña en pos de la Presidencia de la República.

Peña Nieto sonreía, agradecía, levantaba las manos y los pulgares.

Se bajó del templete y lo que vio frente a él fue un Estadio Azteca casi a la mitad, que no esperó a terminara su discurso. Más huecos grises, asientos vacíos y lugares desocupados que cuando llegó a la cancha.

Sin embargo, Peña Nieto lucía feliz con su cierre de campaña. Seguro de que en 7 días hará historia, con o sin estadio lleno.

Agencias