La campaña sucia: Mario Arturo Mendoza Flores

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La campaña sucia es una estrategia utilizada preferentemente por el equipo del partido o del candidato que aparece abajo en las encuestas electorales y que tiene como único propósito tratar de detener el crecimiento del adversario que según sus propios reportes, se encuentra por encima de ellos. Se fundamenta en la descalificación, en el engaño, en la farsa, en la calumnia, en la difusión de acciones o de hechos no probados o sustentados en evidencias sólidas. Los señalamientos al carecer de sustento se asemejan más al rumor o al chisme, pues se recurre a la vieja práctica fascista de repetir una mentira mil veces hasta que esta se convierte en una verdad. Por eso se difunde desde el anonimato o utilizando las redes sociales que permiten divulgar lo que sea sin dar la cara o sin estar plenamente identificado. Claro que no faltará el cínico que sabedor del papel que le toca desempeñar, sale sin la menor vergüenza a escupir lo que anticipadamente sabe no es verdad; su creencia distorsionada de que el fin justifica los medios, lo hace convertirse en el “sucio” de dicha estrategia. Por eso una campaña de esta naturaleza es más de “saliva” que de pruebas, más del sucio eres tú y no yo, más del no me importa que no me crean, mientras tampoco te crean a ti. Ese es el nivel de política al que desafortunadamente recurren algunos y que tanto ha dañado a la política en nuestro estado.

 

Se recurre a la campaña sucia, cuando se tiene pleno conocimiento que se requerirán ejecutar acciones no permitidas por la ley que regula el proceso electoral, pues el objetivo es precisamente tratar de “justificar” el proceder ilegal de los nuestros, argumentado que es el otro el que recurre a una campaña de descalificación cuando se es descubierto ejecutando actos de proselitismo no permitidos. Al verse descubiertos, lo primero que saldrán a decir es que se trata de “una campaña sucia” en su contra, pues en eso consiste precisamente la estrategia, en tratar de confundir a la ciudadanía, que no tiene los elementos suficientes a la mano para determinar quién miente y quién dice la verdad. Por eso es que sostengo que la “campaña sucia” se sostiene con la saliva de quien la promueve, pues invariablemente no tendrá más que su palabra para tratar de demostrar que es el otro el que miente o el que engaña. Pero también se alienta por el que la tolera, ya que ante una situación de duda, nada mejor que aportar las pruebas suficientes para hacer ver quién es el que engaña. La verdad siempre aflora, pero para que esto suceda hay que sacarla del terreno donde los “sucios” se mueven con magistral soltura y llevarlo al imperio de la ley. Una de las máximas del derecho establece: “el que acusa está obligado a probar”, por eso el promotor de la campaña sucia pagará en los medios impresos y electrónicos para que difundan su dicho, pero nunca; ni por equivocación, recurrirá a los Tribunales o ante la instancia legal correspondiente a presentar una denuncia pues sabe perfectamente que no cuenta con las pruebas para sostener su dicho. Su propósito es causar un efecto mediático que permita distraer la atención de lo que se les acusa a ellos y que no se descubran lo que están haciendo y que saben no está permitido. Este claramente es el primer elemento para detectar quien recurre a la campaña sucia del engaño y quien se conduce con la verdad como bandera: la denuncia de hechos.

Seguramente –estimado lector—se estará preguntando, pero qué difícil identificar quién está recurriendo a una campaña sucia o quién me está diciendo la verdad, si ambos recurren a lo mismo para señalarse y acusarse mutuamente. Déjeme decirle que además de lo que ya señalé en el párrafo anterior, muy raramente el que recurre a una campaña sucia dará la cara públicamente, pues sabe que las facciones de su rostro lo pueden delatar, pero sí lo hará a través de inserciones pagadas en los medios impresos y electrónicos; sí utilizará la difusión masiva en las redes sociales o con la ayuda del internet, cuidando por supuesto que la cuenta de origen no pueda ser identificada. Sí recurrirá al uso de boletines para difundir lo que a su conveniencia considere prudente, evitando así alguna pregunta incómoda de los periodistas que pudiera hacerlo caer en contradicciones. Quien promueve una campaña sucia, se sabe sucio y reconoce que la suciedad apesta, por eso se esconde debajo de la misma suciedad pues sabe que así se confunde y puede pasar desapercibido. Su nivel de política es tan bajo que son expertos en moverse en la cañería de tan noble oficio, seguramente en su historial, si se revisa, existen antecedentes de su forma de ejercer y de ver la política.

Por eso es importante que los identifiquemos, que se ubiquen con nombre y apellido, pues son ellos los que con su actuar han denigrado la política a grado tal que la ciudadanía ya no confía en los políticos, pues estima que todos somos iguales. Son los que se oponen a que las cosas se hagan en forma honesta y transparente, pues como han aprendido a moverse en las aguas negras, quieren llevar a sus adversarios a su terreno, pues saben que ahí son expertos y les ganarán con facilidad. Cuando saben que la imagen y la propuesta del candidato al que apoyan no ha trascendido entre el electorado arreciarán la campaña sucia contra su adversario, pero esgrimiendo lo mismo que ellos practican pues al final lo que quede es bueno para sus fines.

La verdad, aunque a veces tarda, siempre aflora. Aunque en el caso de campañas con periodos tan cortos como son para elegir a Presidente Municipal o Diputado, dicha tardanza puede significar un voto para el candidato equivocado, por eso es importante que se analice quién es el que señala al otro con pruebas y quien lo hace solamente de saliva. Este último –estimado lector—es el verdadero promotor de la campaña sucia.

Descubrámoslo antes del próximo domingo 7 de julio.

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