La batalla hacia la Casa Blanca: entre guerras internas partidistas

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casablancaWashington. Donald Trump, el presunto candidato presidencial republicano, llegó al Capitolio para verse con el representante más poderoso de la cúpula del partido, el presidente de la cámara baja Paul Ryan, en un intento de proceder hacia unificar el partido, pero sólo lograron ponerle un curita a la enorme herida potencialmente mortal que ha provocado el triunfo del multimillonario.

Mientras tanto, del lado demócrata, continua la alarma entre algunos sectores de la cúpula sobre la insolencia del precandidato insurgente Bernie Sanders de continuar su campaña al argumentar que eso debilita a la favorita Hillary Clinton.

Para nutrir la preocupación entre la dirigencia del partido, una nueva encuesta de Reuters/Ipsos registra un empate virtual entre Clinton (41 por ciento) y Trump (40 por ciento) a nivel nacional -hace poco más de una semana, Clinton gozaba de una ventaja de 13 puntos en el sondeo anterior de Reuters).

Pero hoy toda la atención se enfocó sobre la cumbre entre Trump y Ryan, días después de que el republicano electo más poderoso del país afirmó que “aún no estoy listo” para apoyar al candidato casi seguro de su partido, y Trump respondió que, igual, no estaba preparado para apoyar la agenda de Ryan.

Todo acabó con un comunicado conjunto de que buscarán la forma de trabajar juntos.

“Mientras fuimos honestos sobre nuestras pocas diferencias, reconocemos que hay muchas áreas importantes de terreno común”, afirmaron en su comunicado, agregando que sostendrán más intercambios y que “estamos confiados en que hay una gran oportunidad para unificar nuestro partido y ganar este otoño, y estamos totalmente comprometidos a trabajar juntos para lograr esa meta”.

Pero a pesar del tono conciliador, faltó una cosa, la más importante: Ryan no endosó a Trump. Más bien indicó que esto es “un proceso” que tomará “algún tiempo”.

Esta fue la reunión más importante de varias que Trump sostuvo aquí con el liderazgo legislativo republicano de ambas cámaras, donde supuestamente hubo un tono cordial al discutir varias posiciones, con algunos abordando el tema de cómo atraer el voto latino -gran preocupación de parte del liderazgo- después de las famosas acusaciones contra mexicanos con las que inició la campaña de Trump, como sus planes para la deportación masiva de indocumentados.

El partido está lejos de superar las tensiones entre la cúpula y la campaña insurgente de Trump y sigue al borde de una ruptura interna.

Vale recordar que en los últimos días, toda la familia Bush (los dos ex presidentes George y el ex precandidato presidencial Jeb), entre otros, han rechazado explícitamente endosar a Trump, mientras que el ex candidato presidencial Mitt Romney no solo ha hecho eso, si no que ayer denunció a Trump por rehusar revelar sus documentos tributarios.

Más aún, varios políticos y estrategas del partido siguen preocupados de que la retórica antimigrantes y ofensiva contra mujeres, entre otros, podrían dañar no sólo las posibilidades de retomar la Casa Blanca, sino a las perspectivas electorales de legisladores republicanos en las elecciones generales.

Algunos han expresado alarma de que las consecuencias podrían ser tan severas que el partido podría perder el control de la cámara baja y hasta el Senado.

Por eso, la danza de Ryan y la ala conservadora tradicional es tan complicada en sus relaciones con Trump al buscar cómo defender sus posiciones sin subordinarse demasiado a las posiciones siempre cambiantes de Trump, incluyendo algunas que son herejías dentro de ese establishment, como la crítica y oposición de Trump a los acuerdos de libre comercio.

La división entre la ola insurgente que representa Trump y la vieja guardia no se resolverá pronto, y tal vez nunca, lo cual podría implicar una implosión del partido. Por ahora, hay tres facciones: los que apoyan a Trump, los que con gran renuencia creen que están obligados a apoyarlo, y los que tajantemente se oponen a su candidatura.

Mientras tanto, los demócratas también continuan con una pugna interna entre la cúpula y la nueva corriente insurgente convocada y encabezada por Sanders.

Después de sus triunfos en las últimas dos primarias en Virginia Occidental e Indiana, varios de los últimos 11 concursos de calendario electoral favorecen al socialista democrático, incluyendo el premio mayor de California, y Sanders ha prometido mantenerse en la contienda hasta el final.

Más aún, argumenta que en las encuestas se demuestra que el ganaría contra Trump con un margen mucho mayor que Clinton.

De hecho, los sondeos recientes indicando que se está cerrando el margen entre Trump y Clinton, incluso en algunos de los estados más claves del mapa electoral, nutren la percepción de Clinton como una candidata más débil y vulnerable de lo que se suponía hace solo unas semanas.

No por nada es cada vez más usual escuchar, medio broma y medio no, de que gente diga que huirá de Estados Unidos si gana Trump. Según una encuesta, un 28 por ciento de los estadunidenses está por lo menos considerando abandonar el país, y un 14 por ciento dice que esa opción es “muy probable”.

Agencias