Europa en llamas: Raúl Castellanos

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La crisis de Cataluña está llegando a su punto culminante. Una vez que las imágenes del referéndum realizado el pasado domingo, incluyendo los intentos de la policía nacional –porque los Mossos locales hicieron como que hacían pero al final no hicieron- por impedir la apertura de los centros de votación y confiscar las urnas y boletas, incluyendo los enfrentamientos con los independentistas, le dieron la vuelta al mundo. El pasado martes, por fin apareció en cadena nacional el Rey Felipe VI, quien en tono solemne cuestionó: “Desde hace ya tiempo determinadas autoridades de Cataluña, de una manera reiterada, consciente y deliberada, han venido incumpliendo la Constitución y su Estatuto de Autonomía, que es la ley que reconoce, protege y ampara sus instituciones históricas y su autogobierno. Han vulnerado de manera sistemática las normas aprobadas legal y legítimamente, demostrando una deslealtad inadmisible hacia los poderes del Estado, un Estado al que precisamente esas autoridades representan en Cataluña”; reconoció que la sociedad catalana esta fracturada y enfrentada y planteó que corresponde a los legítimos poderes del Estado asegurar el orden constitucional, o sea “me estás oyendo Rajoy”.

La respuesta no se hizo esperar, Junts pel Sí y la CUP –las principales formaciones políticas impulsoras de la independencia- anunciaron que el lunes el pleno del Parlamento Catalán analizará los resultados del referéndum y con base en ello se declarará la independencia y el nacimiento de la nueva República Independiente de Cataluña. Por su parte, Carles Puigdemont, presidente de Cataluña, en conferencia de prensa validó la posible declaración de independencia, crítico las políticas catastróficas del presidente español Mariano Rajoy, cuestionó al Rey Felipe VI, argumentando su decepción por no haber apelado al diálogo; ayer jueves Rajoy insistió en que la “mejor solución” al conflicto es “la vuelta a la legalidad y suprimir a la mayor brevedad el proyecto de hacer una declaración unilateral de independencia. Como se advierte, las posiciones son irreductibles en ambas partes. Lo que sigue y puede suceder en las siguientes horas es la detención de los principales líderes y la aplicación del artículo 155 de la Constitución.

Pero no solo España está viviendo momentos determinantes, en general la Unión Europea enfrenta definiciones de fondo en cómo enfrentar a los partidos, organizaciones y movimientos de ultra derecha nacionalista, fascistas, racistas, euroescépticos, además de los fundamentalistas islámicos; en lo general se advierten dos tendencias, una pragmática y hasta cierto punto conservadora en el sentido de no abrir nuevos frentes y otra considerada “visionaria”; países como Holanda, Finlandia, Lituania, Alemania y el propio Consejo de Europa consideran que la prioridad debe ser concretar una política migratoria, atender la crisis de los refugiados y los desafíos que la economía digital representa. Por su parte, otro grupo liderado por el presidente francés Emmanuel Macron se ha pronunciado por una “refundación” de la unidad europea; sin precisar los “cómos”; sobre el tema Donald Tusk, Presidente del Consejo de Europa, recién argumentó con buena dosis de ironía “hay que ir a los problemas reales paso a paso, ha habido muchas ideas, pero aunque algunos crean que esto es un concurso de Eurovisión, juntos haremos buen uso de uso de las mismas y cantaremos con una sola voz”; en el mismo sentido de mandar mensajes cifrados a Macron y sus “visiones” del futuro, el Primer Ministro Holandés y la Presidenta de Lituania advirtieron “los que tengan visiones que vayan al oculista”, “hay que evitar los espejismos del desierto”. A todo ello hay que agregar los problemas domésticos que enfrentar la mayoría de países miembros; en Alemania Ángela Merkel tendrá que consensar al interior de la Coalición con la que finalmente gobierne, además de la presencia nazi en el Bundestag; Italia como siempre se debate en sus contradicciones sin un gobierno fuerte; Macron enfrenta resistencias a sus reformas: y por si algo faltara el discurso de odio de Trump excluyente y racista alienta el odio y la violencia –ahí están Las Vegas-.

Ya entrados en este “affaire” político, cobra relevancia la recomposición de las tendencias en el Reino Unido; paradójicamente el referéndum que decidió la salida de la Unión Europea y dio origen al Brexit ha tenido un efecto contrario al esperado, al día de hoy es evidente que las líneas de la economía, migración, sociales, financieras se cruzan; y de paso han evidenciado la incapacidad política de la Primera Ministra Theresa May, ya no digamos para conducir las negociaciones, sino para conservar en el poder a su partido. Recién en Manchester, en el cierre del congreso del partido conservador, todo le salió mal; intentó sin conseguirlo situar al Brexit en un segundo plano y anunció una serie de medidas dedicadas a los jóvenes intentando ensanchar la mínima ventaja que los separa de los laboristas; ya en la contrición total pidió disculpas por la derrota electoral que los hizo perder la mayoría en el Parlamento; fue interpelada por un comediante y concluyó su discurso en medio de un ataque de tos –para ripley-.

En contraste, en días pasados, el partido laborista –de Reino Unido- liderado por Jeremy Corbyn, realizó su conferencia anual para decidir su ruta de acción en las batallas democráticas por venir. Para ello, en un acto de singular simbolismo, eligieron a la ciudad de Brighton como sede de su encuentro.

Ubicada al sur del Reino Unido, Brighton es la ciudad con más habitantes gobernada por el Partido Verde, el cual se caracteriza por una potente agenda a favor del medio ambiente y la diversidad pluricultural. Es decir, Corbyn y sus huestes escogieron una ciudad donde no son gobierno y con políticas incluso más progresistas que las suyas; no obstante, condenado a la irrelevancia en cuanto a peso en el parlamento se refiere, los laboristas buscan atraer precisamente a la base electoral de dicho partido.

Lo anterior refleja la convicción propositiva de los laboristas: Después de las elecciones generales de junio pasado que los colocaron a una milésima del número 10 de Downing Street, tienen claro que su apuesta es ir al ataque; evitar que el partido conservador se recupere del marasmo en el que Theresa May los tiene metidos para dar el golpe fulminante lo más pronto posible. Ello implica presionar y cuestionar a cada instante a un gobierno pasmado ante la realidad ineludible del Brexit, asediado por el terrorismo y que en consecuencia ha optado por una narrativa nacionalista y anti inmigrante, que ha llevado a la Primera Ministra a plantear la posibilidad de eliminar derechos humanos fundamentales con tal de mantener “segura” a la Gran Bretaña. ¿Les suena parecido?

En este escenario, cardinal importancia tiene el liderazgo de Jeremy Corbyn, quien ha sabido y logrado superar las adversidades, primero al interior de su partido y ahora frente al partido conservador. Corbyn representa una agenda progresista, societaria y sensible tanto a las necesidades internas de los estratos sociales menos favorecidos del Reino Unido, como también en la batalla entre los líderes pragmáticos frente a los visionarios de Europa, dígase Merkel-Macron. Por ello y mucho más no le vendría nada mal al orden mundial que Jeremy Corbyn llegue a ser Primer Ministro del Reino Unido.

Es viernes ¡hoy toca! diría Germán Dehesa.

¿Alguien puede asegurar que esto ya está decidido?

RAÚL CASTELLANOS HERNÁNDEZ / @rcastellanosh