Escribir es un acto de fe: Orfa Alarcón

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En este país donde se leen pocos libros en promedio por persona al año, pensar en dedicarse a la escritura suena un tanto descabellado. Aparte de todas las complicaciones que existen alrededor del acto literario, no hay un sistema que permita que el escritor se dedique solamente a escribir (recordemos que el asunto de las becas es un tema un tanto azaroso y nunca seguro), pues las necesidades básicas que lo rodean son prioritarias, vaya, escribir no es negocio y hay que dedicarse a otras cosas y combinarlas con el acto creativo. Por eso es tan loable encontrar a gente joven que, a pesar de las dificultades, se dedica a su obra y, cuando ésta ya ha madurado, busca difundirla. Uno de los mayores retos de los escritores jóvenes es publicar su primer libro, ya que por recelo o por desconocimiento, difícilmente las editoriales publican a gente que no tenga libros anteriores, pues no saben cómo resultarán estos nuevos autores en cuestión de ventas, de aceptación, de calidad editorial, y un gran etcétera.

 

Ante todas estas dificultades, cada que sale publicada una primera novela deberíamos aplaudirla de pie, pues siempre para que una obra primogénita llegue a la librería, ha tenido que recorrer un largo y riesgoso camino. Por eso en esta ocasión les platico, y les platico con un infinito gusto, de “Hombre de poca fe”, la primera novela de la joven escritora mexicana Gilma Luque.

 

Esta novela cuenta una historia tan fuerte y distinta, que podría haber sucedido en la casa de cualquiera de nosotros o, como se dice por ahí, hasta en las mejores familias. Esta es una atípica historia de amor. O historia de amores. ¿Cuántas veces puede entregar una mujer el corazón? En esta novela, la protagonista de nombre Alfonsina, desde su cama de hospital, cuenta la historia de un hombre para contar la historia de sí misma. Una mujer muere para que viva su hombre. Una mujer entiende que su cuerpo está compuesto por la serie de amores que ha vivido, por las personas que ha conocido, por las historias que han formado a otros y que, después de oírlas, la han habitado también a ella.

 

Desde su lecho –de muerte, quizá- Alfonsina recrea los sucesos más importantes de su vida y de la vida del hombre que ama. Todos los sucesos, incluso los aparentemente más pequeños, son piezas de un rompecabezas que repercutirá en un impresionante todo. Alfonsina habla sin voz, y no por eso es una voz callada, al contrario, repercute con sus palabras en los oídos de todos los que se acercan a escucharla a través de Gilma Luque, su autora.

 

Esta es una novela de espacios que igual nos lleva de la mano a conocer la ciudad, como nos lleva a conocer los ambientes rurales más maravillosos del país. Llena de erotismo, de deseo y de necesidad, esta novela lo mismo nos cuenta del amor paternal, del fraternal, de la inocencia de los primeros amores y de la delgada línea que existe entre el amor filial y el carnal, esa línea que Alfonsina rompe sin saber que se entregará a una relación tan ardiente como caótica, tan peligrosa, un amor que, metafórica como realmente, será una bala tan bien intencionada que se niega a matar.

 

Así conoce Alfonsina su necesidad de un hombre, de más de un hombre, y es a través de estos que cuenta su historia, pide que sean otros los que cuenten su historia. Y cuando le toca hablar a ella, cede el protagonismo, se esconde tras una segunda voz dirigida a una segunda persona que aunque esté, no la escucha. Pero eso no importa, es mayor la necesidad de Alfonsina de contar.

 

El escritor Mario González Suárez escribió refiriéndose a esta novela:

Alfonsina narra desde el silencio, reducida a su propia carne inmóvil. Paradójicamente accede a una cierta ubicuidad, un punto de vista donde reconoce que somos muertos amando a otros muertos. Mátame si me amas, porque te amo quiero morir en tus brazos y quiero que mueras sólo por mí: son los bordes de un discurso amoroso dirigido sólo a quien se atreva a responderlo.

 

El amor desbocado (porque si no es desbocado no es amor) siempre ha de terminar en tragedia. Más que contarles acerca de los recovecos de esta historia, quisiera invitarles a leer el libro. Con esta asombrosa primera novela Gilma Luque, autora de “Hombre de poca fe”, cumple de manera magnífica su función de escritora, de cuenta-historias, de perpetuadora de los sucesos. Ya que Gilma, contando las historias de los personajes que la habitan, comparte la necesidad de Alfonsina, su personaje, de repetir, de preservar.

A pesar de ser tan joven, Gilma ya conoce historias, y muchas, para transmitirle a sus lectores. Es de sorprender encontrar una primera novela con tantos aciertos como los de “Hombre de poca fe”. Salud por “Hombre de poca fe”, la historia de una mujer y de sus hombres, la primera novela de una escritora que ha encontrado su camino en la literatura mexicana.

 

 

Hombre de poca fe

Mondadori, 2010