El tren que no iba a ni una parte

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En el país donde hace décadas no se completa un tren exitoso que no sea de tequila, se hará la madre de todas las locomotoras, el tren de trenes, un ferrocarril para llevar turistas por puños a Palenque.

La opinión pública apenas digería ese anuncio de postcampaña (un tiempo rarísimo este que estamos viviendo: el de las promesas de postcampaña), y, cuando estábamos a la espera de detalles e información sobre cómo aterrizaría la próxima administración ese tren Maya, que iba a ser de 900 kilómetros, en eso estábamos cuando sale el presidente electo a la escalera de los anuncios y ofrece que mejor no sean 900 kilómetros, que sean 1,500 kilómetros de tren. Y que ya no va ir sólo de Cancún a Palenque, es decir, de Quintana Roo a Chiapas, sino que para no dejar solitos a Campeche y a Yucatán, será Transpeninsular; será el sueño de Andrés copeteado con el sueño que en su momento tuvo Peña Nieto, que anunció en diciembre de 2012 un tren, transpeninsular, mismo que en enero de 2015 Luis Videgaray, entonces secretario de Hacienda, anunciaría que bye, que a ese tren se lo había cargado la falta de presupuesto. Ah, qué mala suerte la de este sexenio que termina con los trenes. Uno, a Querétaro, cancelado por aquello de las casas blancas y de Malinalco. Y otro, el de la península, porque la lana no les dio.

Uno esperaría que el próximo gobierno estuviera en un curso de aprender en cabeza ajena de lo que a otras administraciones se les ha indigestado a la hora de megaproyectos, aprender por ejemplo:

1) A no amarrar los proyectos a los tiempos políticos. Quieres hacer un tren de Toluca a la Ciudad de México, bueno, pues hazlo, pero sólo a sabiendas que tendrás que empeñar tu capital político para que otro sea quien lo capitalice, porque ni una obra casi 30 veces más pequeña que el tren Maya se concluirá en seis años.

2) Haz primero el proyecto ejecutivo. Tárdate en él todo lo que sea necesario para que no termines pagando sobrecostos ni viendo el tiempo pasar sin que tu locomotora eche humo.

Y, 3) Sal y anúncialo cuando tengas cubiertos todos los frentes: no sólo el derecho de vía, no sólo la pertinencia en el papel; revisa por qué en diez años nunca le han salido las cuentas de los aforos al tren Suburbano; checa los problemas de suelos del de Toluca a la CDMX; que te cercioren si a lo largo de esos 1,500 kilómetros no hay un solo ejido que se vaya a amparar, o esté ya amparado reclamando esas tierras, contra tu proyecto; revisa cuánto te llevará tener los estudios de impacto ambiental, y, finalmente, que tu secretario de Turismo te jure sobre la Biblia que deseé que habrá turistas para ese tren; que vea qué le funciona al Chepe; que te explique por qué cuando vas a la Tarahumara, lo único que no ves es Tarahumaras; que te diga cuánto del turismo de Cancún no sale nunca del hotel donde ya tiene todo pagado desde Europa o Norteamérica; que alguien te asesore y te persuada de que un tren, sin todo calculado con meses y meses de trabajo de especialistas, es un sueño faraónico que no va a ninguna parte.

Fuente: elfinanciero.com