El mundo feliz de Enrique Ochoa: Raúl Castellanos

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Recién la semana pasada prendí la televisión y coincidió con el inicio de una entrevista en Foro TV a Enrique Ochoa, encargado de la presidencia del alguna vez “partido casi único”. El entrevistador inició -me pareció a manera de provocación- celebrando los triunfos obtenidos por el PRI en las elecciones del pasado 4 de junio. De inmediato, un sonriente y orgulloso Ochoa se soltó destacando la transparencia de sus victorias electorales, la fortaleza de las instituciones, el gran futuro que les espera a los mexiquenses y coahuilenses; en suma, el mundo mágico en que vivimos todos felices. Por supuesto destacó la visión del Presidente Peña y su capacidad de gobierno; y por ahí argumentaba loco de contento, cuando a los dos o tres minutos decidí cambiar de canal; esa telenovela ya la conocemos; no dudo que, lo que siguió fue un ataque frontal a los mesiánicos populistas que tratan de implantar el modelito “Maduro” en México; es posible que también para los Anaya, el “niño Fidencio” de la Mafia Azul y el otro, Guillermo igual de prepotente, haya habido definiciones categóricas por no saber perder.

La actitud de Ochoa me hizo reflexionar y de alguna manera entender y lamentar por qué seguimos siendo, desde la “docena trágica” panista –para usar un referente de este siglo- un Estado con terribles carencias democráticas. No hay en el PRI, en sus dirigentes, mucho menos en el gobierno federal que encabezan, el menor asomo de autocrítica, de ir al fondo de las causas, de las complicidades; el mismo día que Ochoa festinaba en televisión la victoria electoral de Alfredo del Mazo, en las redes sociales y en general en la sociedad y medios de comunicación se debatía y criticaba la reacción frente al caso de Valeria, la niña de 11 años que fue violada y asesinada en una combi en Neza y el “suicidio” de su presunto asesino; por la violación y asesinato clausuraron la línea de combis, ¡gran y visionaria medida!; en cuanto al castigo al culpable, caso cerrado, la “Justicia Divina” se impuso, se ahorcó en su celda consumido por el remordimiento; como complemento, es posible que dentro de unos días, si las encuestas así lo determinan, se convoque a una reunión en Palacio Nacional, con la “República Reunida” como en los mejores tiempos de López Portillo, para “dictar medidas” contra la violación y asesinatos de mujeres, en especial niñas y jóvenes; la “clase política” lucirá sus mejores galas, el Presidente pronunciará un emocionado discurso y por supuesto al acto no serán convocadas, las víctimas –sobrevivientes- sus familias, mucho menos organizaciones de Derechos Humanos no “afines” al catálogo de “buenos amigos” de la presidencia de la República; pero aún hay más, el cinismo y cálculo político de partidos –todos- “lideres” y demás es inmoral y deleznable; sobre el tema de Valeria, no vi o escuché un posicionamiento firme, puntual de Alfredo del Mazo, del parlanchín ganador de la “medalla de bronce” Juan Zepeda, si acaso una mención por ahí perdida en interiores de Delfina Gómez; de Eruviel, por favor, está muy ocupado preparando los “libros blancos” de la entrega; en suma el silencio, estos temas no son rentables políticamente.

En este contexto, de cómo el Estado mexicano encara el incendio social que ya llegó hasta la cocina, ayer, firmado por Azam Ahmed y Nicole Perlroth, el periódico “The New York Times” publicó un reportaje titulado “Somos los nuevos enemigos del Estado: el espionaje a activistas y periodistas en México”; aquí su parte inicial “Destacados defensores de Derechos Humanos, periodistas y activistas anticorrupción de México han sido afectados por un avanzado programa de espionaje adquirido por el gobierno mexicano que, en teoría, solo debe ser utilizado para investigar a criminales y terroristas. Entre los blancos del programa se encuentran abogados que investigan la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, un economista que ayudó a redactar un proyecto de ley anticorrupción, dos de los periodistas más influyentes de México y una estadounidense que representa a víctimas de abusos sexuales cometidos por la policía. Los intentos de espionaje han alcanzado incluso a los familiares de los activistas y periodistas, incluido un adolescente. Desde 2011, al menos tres agencias federales mexicanas han gastado casi 80 millones de dólares en programas de espionaje de una empresa de origen israelí. El software conocido como Pegasus se infiltra en los teléfonos inteligentes y otros aparatos para monitorear cualquier detalle de la vida diaria de una persona por medio de su celular: llamadas, mensajes de texto, correos electrónicos, contactos y calendarios. Incluso puede utilizar el micrófono y la cámara de los teléfonos para realizar vigilancia. Así el teléfono de la persona vigilada se convierte en un micrófono oculto”.

El reportaje, extenso y documentado, hace mención que el software se vende a condición de sólo ser utilizado para combatir al terrorismo o grupos criminales; sin embargo, analistas forenses independientes especializados han determinado que el gobierno mexicano lo utiliza para monitorear a sus críticos. En este contexto, ayer se convocó a una conferencia de prensa bajo la denominación #GOBIERNOESPÍA; Emiliano Ruiz Parra argumentó “Documentado, el espionaje a periodistas y defensores de DDHH (qué grato ver un golpe periodístico del NYT en México)”; por si algo faltara Roberto Campa, salió a decir que no es “el peor momento” en cuanto a asesinatos y violaciones de DH de periodistas en México, como si se tratará de un concurso; la respuesta fue contundente, Pepe Merino escribió “Eres Subsecretario de DDHH; El_Universal te entrevista y tu defensa es que con FCH murieron más periodistas…con FCH habían sido asesinados a estas alturas 38 periodistas, con EPN van 33 esa es la diferencia que defienden”; Jared Saucedo cuestionó “¡Haz algo EPN! ¡Y por hacer algo no me refiero a espiarlos en lugar de protegerlos y asegurar el libre y seguro ejercicio de su profesión!”.

Como se advertirá, nos debatimos entre dos mundos, el de no pasa nada y todos felices con el “Nuevo PRI” de Enrique Ochoa; y el otro, que Andrés Lajous dibuja: “periodistas y activistas asesinados y espiados, pero Ochoa con un discurso bobo, advierte sobre los riesgos del populismo”.

¿Alguien puede asegurar que esto ya está decidido?

RAÚL CASTELLANOS HERNÁNDEZ / @rcastellanosh