El desprecio de México hacia el mundo: Francisco Ángel Maldonado Martínez*

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El presidente Andrés Manuel López Obrador decidió no asistir a la Cumbre del G-20 en Osaka, Japón. Se trata del encuentro anual que reúne a los líderes de las 20 economías más poderosas del planeta y en el que se tratan los principales problemas de orden global. En los países que integran el G-20 habitan dos terceras partes de la población mundial que en conjunto producen más del 85% de las riquezas de todo el planeta. Los estados miembros son Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Francia, Alemania, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Rusia, Arabia Saudita, Sudáfrica, Corea del Sur, Turquía, Reino Unido y Estados Unidos, además de la Unión Europea que participa a través de su Consejo de Ministros y del Banco Central Europeo.

¿Qué movió al presidente de México a no acudir? En diferentes momentos el mandatario mexicano ha señalado que su prioridad no es realizar giras al extranjero pues esto le quitaría tiempo o lo distraería de los problemas internos. En su lugar, envió a los secretarios de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, y de Hacienda y Crédito Público, Carlos Urzúa. Sin embargo, la ausencia de López Obrador tiene consecuencias negativas pues es el único Jefe de Estado que no ha acudido a la cita en Osaka, un compromiso de alto nivel que no solo comprende los foros plenarios sino también y sobre todo, la oportunidad de celebrar reuniones bilaterales entre países aliados y con ello promover los intereses de México en el mundo.

Así como en esta cumbre del G-20 los reflectores están sobre la reunión entre el presidente Donald Trump y el mandatario chino Xi Jin Ping, debido a las crecientes tensiones por la guerra comercial que han sostenido estas potencias, ¿no sería un gran foro para que el presidente mexicano presentara ante el mundo los argumentos sobre por qué el problema de la migración hacia Estados Unidos debe tener soluciones integrales basadas en el respeto a los derechos humanos? En lugar de acudir, López Obrador envió una carta dirigida a cada uno de los miembros del G-20.

Vivimos tiempos difíciles marcados por la rapidez del flujo de información y con marcadas tendencias hacia una comunicación política inmediata. En este sentido, ¿qué relevancia puede adquirir una carta si su enunciante no aprovecha el foro político y económico más importante del mundo? Hay países como España que no son miembros de este relevante mecanismo, y sin embargo son invitados anualmente por su interés en tomar parte en las decisiones que afectan a las diferentes regiones del mundo. El presidente español Pedro Sánchez se encuentra en Osaka aun sin pertenecer formalmente al grupo.

A dos décadas de su creación en Berlín, el G-20 también es un espacio que busca fomentar el desarrollo de los países emergentes. Por parte de América Latina, sus únicos miembros además de México son Argentina y Brasil, cuyos presidentes están estrechando vínculos con los líderes mundiales. México será, esta vez, la excepción, aunque en noviembre pasado en Argentina el presidente López Obrador también rechazó ir a la cumbre del G-20 como presidente electo, a unos días de tomar posesión del cargo.

Detrás de la inasistencia del presidente se pueden argüir las más variadas explicaciones: que es por su estilo personal de gobernar, que responde a la austeridad republicana decretada por su gobierno, que no le interesa acudir al extranjero mientras no se resuelvan los apremiantes problemas de México. Sin embargo, queda de manifiesto que la política exterior no es prioridad para él y eso es un problema en el mundo interconectado en el que hoy vivimos. Cuando un Jefe de Estado quiere transformar un país necesita tejer alianzas con socios alrededor del mundo. Esto que parecería una obviedad no es prioridad del presidente mexicano.

Una carta podrá ser elocuente respecto a las razones por las cuales la desigualdad y la pobreza siguen siendo la realidad de nuestra región y causas del problema migratorio, pero de nada sirve si no se discuten estas razones con los tomadores de decisiones más poderosos del mundo. Trump, Putin o Angela Maerkel podrían escuchar de viva voz las razones de nuestro presidente, pero no será así, al menos no este año.

Una de las experiencias que más he disfrutado como servidor público ha sido la de ser Delegado de la Secretaría de Relaciones Exteriores en Oaxaca. En esta responsabilidad comprendí que la grandeza de nuestro país no solo está en lo que sucede dentro de él sino en lo que se proyecta hacia afuera. Alguna vez en la sede de la OEA en Washington pude intercambiar puntos de vista sobre el desarrollo de nuestro estado ante diplomáticos de otras naciones. Esto me permitió comprender que el mundo está allá afuera esperando escuchar noticias sobre lo que aquí se hace y esperando ayudarnos para mejorar nuestras políticas públicas.

El mayor problema de no ir a Osaka es ignorar que el mundo está en constante cambio y que los líderes globales están marcando la agenda de lo que sucederá no solo en los próximos años, también en las próximas décadas. No deberíamos quedarnos al margen de estas discusiones, y cuando hablo en plural es porque el presidente, queramos o no, nos representa a todos y debería hablarle al mundo sobre lo que México está haciendo para salir del atraso y cómo podemos hacer alianzas que fomenten nuestro desarrollo. La lectura es que hoy estamos despreciando esta oportunidad y mirando hacia nosotros mismos, en vez de mirarnos en los ojos de quienes pueden ayudarnos a transformar nuestro país.

*Ex Delegado de la SRE en Oaxaca.