Del Zócalo a los Pinos: Raúl Castellanos

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TRUMP, ALI Y OBAMA. MÁSCARA CONTRA BLACK POWER

En 1964, después de derrotar a Sonny Liston, Cassius Clay se convirtió al Islam y cambió su nombre por el de Muhammad Ali. En 1967 se negó a incorporarse al ejército alegando ser musulmán y por lo tanto congruente con su conciencia; acusado de desertor, las autoridades del boxeo declararon su título vacante. Regresó al ring en 1970 y ganó dos peleas, pero perdió el combate por el campeonato con Joe Frazier en marzo de 1971; ese mismo año la Corte Suprema de Estados Unidos revocó su condena; como suele suceder cuando se tiene la razón histórica, reapareció con todos los honores en 1974, derrotó a Frazier y recuperó el título mundial de los pesos pesados al dejar fuera de combate al campeón George Foreman, en pelea celebrada en Kinshasa, Zaire.

Barack Hussein Obama nació el 4 de agosto de 1961 en Honolulu, capital de Hawái. Su padre nació en Nyang’oma Kogelo, distrito de Siaya, Kenia; su madre era de origen irlandés y falleció de cáncer en 1995. Al divorciarse, su padre retornó a Kenia, donde murió en un accidente automovilístico en 1982. Obama tiene siete medios hermanos, todos kenianos por parte de su padre; por parte de su madre una hermanastra llamada Maya Soetoro. De plenos orígenes de inmigrantes, Barack Obama fue el primer Presidente afroamericano de los Estados Unidos.

La madre de Donald Trump, Mary MacLeod, nació en Escocia. A los 18 años emigró a los Estados Unidos, donde se casó con Fred Trump, hijo de inmigrantes alemanes. De su progenitora, Trump dijo en el 2010 para un documental “mi madre nació en Escocia, en las islas Hébridas, en Stornoway, archipiélago escoces y fue una gran mujer. Tenía un gran respeto por la reina –Isabel- y todo lo que representaba”. Para el desfile del “orgullo germanoestadounidense”, Trump grabó un mensaje en el que afirmó “mi abuelo Frederick Trump vino a Estados Unidos en 1885. Se unió a la fiebre de oro y en vez de oro decidió abrir algunos hoteles en Alaska; lo hizo fantásticamente bien. Amaba este país, al igual que mi padre y ahora yo”.

El pasado siete de febrero, Ali Jr. de 44 años y su madre Khalilah Ali de 66, fueron retenidos en un aeropuerto de Florida por el simple hecho de portar nombres musulmanes; no pasaron el control migratorio hasta después de sendos interrogatorios. Llegaban de regreso de Jamaica, donde ella había acudido a impartir conferencias con motivo del “Mes de la Historia Negra” y ambos iban en sillas de ruedas debido a problemas de movilidad muscular.

Ali narró el incidente “el agente de inmigración me preguntó mi nombre, quién me había puesto ese nombre y cuál era mi religión. Le respondí que mi nombre es Muhammad Ibn Ali, el nombre me lo pusieron mis padres y soy musulman. Me di cuenta que no me creía y le dije que soy el hijo de Muhammad Ali, pensando que eso suavizaría el proceso. No ocurrió así, me condujeron a otra sala más reducida y lúgubre, volvieron a interrogarme con más presión, me mantuvieron largo tiempo mientras un agente escribía y escribía en una computadora hasta que, sin ofrecer mayor argumento, me dijeron que podía irme”.

A Khalilah (activista en defensa de los derechos de los afroamericanos) no le fue mejor. Al similar interrogatorio respondió “ok…soy musulmana, nací en Chicago, fui criada como musulmana, he vivido toda mi vida en Estados Unidos y mi primer esposo fue Muhammad Ali” –se casaron en 1967 se separaron diez años después y tuvieron cuatro hijos-. El oficial ni se inmutó, prosiguió acosándola hasta que finalmente también la dejaron partir.

La respuesta no se hizo esperar. Muhammad Ali Jr. sentenció “Trump es como Sonny Liston, hay que tumbarlo”. Su madre agregó “hay que educar a este señor, si se necesita que vaya a la Casa Blanca a educarlo, iré, porque este señor necesita que lo eduquen”. Tales juicios los formularon al darse a conocer que presentarán una demanda contra el Presidente de Estados Unidos, que tendrá como enunciado en el pleito judicial “Ali vs Trump” –un combate de pesos pesados-.

El pasado cuatro de marzo, Trump detonó una bomba política al acusar a su antecesor, Barack Obama, de intervenir su teléfono durante la campaña electoral del 2016. Por su vía preferida –tuiter- escribió “Terrible. Me acabo de enterar que Obama pinchó mis líneas en la Trump Tower justo antes de la victoria”. Luego de lanzar la acusación se fue de fin de semana a su casa de descanso en Florida; por supuesto no presentó prueba alguna.

No conforme, haciendo gala del cinismo que le es consustancial, agregó “esto es McCartismo…cuan bajo ha caído el presidente Obama para pinchar mis teléfonos durante el muy sagrado proceso electoral. Esto es Nixon/Watergate. Mal tipo (o enfermo)”, apuntó en otro tuit.

Obama por su parte, a través de su vocero Kevin Lewis, respondió vía un comunicado “ni el presidente Obama ni ningún funcionario de la Casa Blanca ordenaron vigilar a ningún ciudadano estadounidense, insinuaciones que afirmen lo contrario son simplemente falsas”.

Pasada una semana sin que Trump ni su equipo respalden sus dichos, legisladores de su propio partido le pidieron a Trump que demuestre la inculpación o la retire. “El presidente tiene dos opciones: retractarse o facilitar la información que el pueblo americano se merece”, acotó el senador John McCain; Roy Blunt, también senador republicano, recordó que Trump podría contactar directamente a las agencias de inteligencia sin recurrir al Congreso, con ironía le dijo “el presidente mismo podría formular esa pregunta”.

Ambos temas no son menores, involucran a una leyenda y al primer presidente afroamericano. Y eso no es poca cosa.

La pelea se antoja muy interesante. Máscara contra el black power.

¿Alguien puede asegurar que esto ya está decidido?

RAÚL CASTELLANOS HERNÁNDEZ / @rcastellanosh