Del Zócalo a los Pinos: Raúl Castellanos

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“VENECIA…LA DE ANÓNIMO VENECIANO”; Venecia, emerge del mar para confundirse con el cielo motivando idílicas emociones; ciudad Bizantina y Lombarda, 354 puentes, 118 islas, 117 canales, recorrerla en una Góndola, perderse en sus canales, patios, callejones, estancias, trattorias, sotopergos, plazas, será una razón para vivir o evocar presentes o pretéritas pasiones; Venecia alberga una centenaria tradición de arte y cultura, ahí alcanzaron la fama y la eternidad, Gentille, Belline, Guardi, Sebastiano del Piombo, Tintoretto, Bassano, Giambattista Tiepolo; la escuela veneciana cálida y colorida rica en matices, influyó en todo Europa, Rubens y Velázquez la adoptaron y fue pilar de la pintura barroca del siglo dieciocho; durante el Renacimiento se edificaron monumentales obras producto de la creatividad de Mauro Codussi, Pietro Lombardo, Sansovino, Scamozzi; en Venecia nació Antonio Vivaldi, un 4 de marzo de 1678, ícono de la música barroca, Richard Wagner, Igor Stravinski, en ella se encuentra uno de los más famosos recintos de ópera del mundo, el Teatro del Ave Fénix; el patrimonio de Venecia es único, La Plaza y Basílica de San Marcos, la Torre del Reloj, la de los Moros, las columnas con el León de San Marcos, símbolo de la ciudad; de fachada gótica y arcos mixtilíneos el Palacio Ca’ d’ Oro, el Ca’ Rezzonico obra de Baldass, la Iglesia de Santa María de la Salute –de La Salud- construida en homenaje a las víctimas de la gran peste de 1630; mención especial merece su carnaval y la pretensión de todo visitante por emular las apasionadas andanzas de Giacomo Casanova nacido en 1725; para los enamorados cruzar el “Puente de los Suspiros” es un ritual, una ofrenda, un juramento, o tal vez la promesa de morir de amor, quizá premonitoria, en virtud, de que tal puente, que une el Palacio Ducal con las prisiones, al trascenderlo, los condenados a muerte exhalaban el último aliento de vida, o de amor; ha sido, Venecia, inspiración y sede del arte cinematográfico, desde 1893 se celebra la “Bienal de Venecia” y la “Mostra Internazionale”; incontable son las historia de amor, trágicas y sublimes ahí filmadas; de todas, las que conozco, la que por siempre evoco, me encanta, desde los setentas que la vi por primera vez, es “Anónimo Veneciano”, tal vez porque es una historia que a cualquiera de alguno de todos nosotros de los comunes y corrientes le puede ocurrir; “Valeria, llega en tren a la estación veneciana de Santa Lucía una mañana, procedente de Ferrara, donde vive con su actual pareja y sus dos hijos; Enrico, un profesor de oboe del Conservatorio la espera, pues le ha pedido que acuda, ellos siguen casados, pese a que hace siete años ella lo abandonó con su hijo Giorgio, rehaciendo su vida con un rico ferrares, Emilio, con quien tendría una niña; Valeria desconfía de Enrico y de la causa de la cita, aunque supone que está relacionada con la inminente implantación en Italia de la ley del divorcio -1970-; ya juntos, recorren Venecia recordando su antigua vida en común, hablarán de sus nuevas vidas, discutirán, pelearán, Valeria se mostrará cínica e indiferente; tras almorzar, él le confesará el motivo de la cita, está enfermo de cáncer y no le quedan más de seis meses de vida, la ha llamado para despedirse; a partir de ese momento, la actitud de Valeria cambia, aflorando sin reservas el amor que ambos se siguen profesando y que permanecía, ahí, reprimido, lejano; en la casa de Enrico deciden disfrutar de las horas que faltan para que Valeria parta en el último tren a Ferrara, el de las 21:35, harán el amor y luego él ensayará el concierto barroco Anónimo Veneciano que más tarde grabará; tras dejar la casa se despedirán en la antigua iglesia de San Vidal, donde se graba el concierto; Valeria se queda a escuchar los primeros compases del Adagio, pero no podrá detener el llanto; Enrico detendrá la interpretación, la mirará a los ojos y le dirá que puede marcharse, que la esperan en casa”; romance, pasión, melancolía, el destino, el camino de aquel que siempre camina, quizá un tardío reconocimiento del valor, de lo bello de lo perdido; del orgullo que separa; la vida, la muerte o solo es Anónimo Veneciano, ¿alguien puede asegurar que esto ya está decidido?…

RAÚL CASTELLANOS HERNÁNDEZ / RCmultimedios.mx