Del Zócalo a los Pinos: Raúl Castellanos

Print Friendly, PDF & Email

523954¡HASTA LA VICTORIA SIEMPRE!; habrá detractores que la consideren lugar común, pero la frase, con la que Raúl Castro despidió a Fidel, pronunciada, cientos, miles tal vez millones de veces, encierra una filosofía de vida; para mi fue emblemática desde los tiempos universitarios, mi generación, la de los sesentas surgió y por siempre estará acompasada con la Revolución Cubana; recuerdo los tiempos cuando en mi condición de dirigente de la Federación Estudiantil de la UABJO acudía en compañía de otros compañeros a la embajada de Cuba, por entonces ubicada en la calle de Juanacatlán, para conversar con los agregados, de política y cultura y el embajador, tomar ron y fumarnos un puro, además de traernos siempre libros para la biblioteca; en una de aquellas ocasiones acordamos montar una exposición fotográfica de toda la ruta que siguieron Fidel, El Che, Camilo, Raúl, desde el Granma hasta la entrada el 1 de enero del 59 a La Habana, se presentó en Santo Domingo, la inauguró el Ing. Jorge L. Tamayo y el entonces Rector el Dr. Mario Pérez Ramírez, fue un éxito; ya entrados en la necia realidad de lucha por la subsistencia, en los ochentas, por invitación de Adalberto Marrero, integrante de la representación diplomática de Cuba en nuestro país, mi hija Rosalba y varias otras hijas de compañeros y amigos, se fueron un mes al campamento de “Los Pioneros” en Varadero, al que llegaban jóvenes de todo el mundo, estudiaban, hacían deporte, aprendían otras lenguas, bueno practicaban algunas palabras “clásicas”; y entre sonrisas y frases muy cubanas, recuerdo, a su regreso, me platicó que lo que más había disfrutado de su estancia, había sido, todos los días en compañía de las jóvenes rusas, francesas y dos vietnamitas, irles a cantar por las noches a los “gringos”, que también participaba una delegación “¡Fidel, Fidel, que tiene Fidel que los americanos no pueden con él!”; ya en los noventas, siendo diputado federal del PRD, Fidel Castro vino a la toma de posesión de Ernesto Zedillo, por la tarde, una delegación del partido, encabezada por Porfirio –Muñoz Ledo-, Chucho Ortega, Ricardo Valero, la maestra Ifigenia, mi inolvidable amigo Cuauhtémoc Sandoval y yo de colado, se reunió con él; la reunión se prolongó por casi una hora, Fidel habló casi todo el tiempo y de todo y sin medida, para mí fue toda una “experiencia religiosa” que guardo en el arcón de mis grandes recuerdos; siempre admirándolo, sin negar sus claroscuros, que quien no los tiene, el 24 de julio del 2002 conversé largo para la Televisión de los Oaxaqueños, con el entonces embajador de Cuba, Jorge Bolaños Suárez, la charla giró en torno a Fidel, desde los antecedentes del movimiento 26 de julio, recordó la cita textual de Fidel al ser juzgado “yo sé que ustedes están señalados para condenarme, porque así lo exige el tirano, no importa condenarme, la historia me absolverá”, repasó los más “emblemáticos” de los cientos de atentados que se fraguaron para matarlo, incluyendo el de una de sus “novias”, me contó anécdotas, analizó el bloqueo, lo que le costaba a EEUU mantenerlo, fue una entrevista espléndida; finalmente en el 2007, por fin conocí La Habana, visita truncada desde los setentas, acudí a entregar al Museo Nacional, al de “Casa de las Américas” y al de Benito Juárez, que lo hay, está en el centro de La Habana Vieja, la “Carpeta Gráfica” que con motivo del Bicentenario del nacimiento de Juárez elaboraron 16 artistas plásticos oaxaqueños; me di el lujo de comer en la Bodeguita del Medio, bailar en el Copacabana, escuchar trova en el “Gato Tuerto”, comprar unos puros Cohiba; y también, conversar, hablar con mucha gente, contagiarme de su gusto y ganas de vivir, sonreír, recorrer las calles, admirar sus derruidas “mansiones”, recorrer con luz de luna el malecón y por supuesto respirar profundo en la Plaza de la Revolución; y al estar en La Habana, comprendí, respeté más, mucho más, la hazaña de Fidel y demás que lo acompañaron, no solo por la mítica Revolución cubana, sino fundamentalmente, por su coraje, decisión y capacidad de resistencia frente al imperio; por ello y por mucho más coincido con quienes afirman “no hay mayor fracaso que festejar la muerte del hombre a quien no pudiste vencer en vida”, ¡hasta la victoria siempre!…¿alguien puede asegurar que esto ya está decidido?…

RAÚL CASTELLANOS HERNÁNDEZ