Cursilería: Horacio Corro Espinosa

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10-horacio-corroUna palabra que se emplea frecuentemente en el lenguaje coloquial es cursi.  Cursi es lo que se dice de una persona que presume de fina y elegante sin serlo. Cursi es la falsa apariencia de riqueza y elegancia que resultan ridículas y de mal gusto.

Dicen que este vocablo apareció en España alrededor de 1865, cuando un sastre francés llamado Sicour, quien vestía a las damas más importantes del lugar, quería que sus dos hijas se mezclaran entre la gente reinante, por lo que les confeccionó los mismos modelos pero con telas baratas y adornos falsos, de manera que pudieran pasar por ricas damas.

Cuando las hijas del sastre se paseaban entre la alta sociedad, la gente se burlaba de ellas al cantar “Ahí van las niñas de Sicour, sicursicursicursicursi…”, con lo que se acuñó la nueva palabra para nombrar a quien intenta aparentar más de lo que es recurriendo a efectos engañosos, muchas veces o casi siempre ridículamente.

Lo cursi es el fracaso de la elegancia, dicen. Lo que es un hecho, es que lo que estaba destinado a ser bello y se quedó en la pretensión, está fatalmente condenado a ser cursi, aunque existan bellísimas muestras clásicas de cursilería tanto en las letras como en la arquitectura, la moda, la política, los deportes, la música, el cine, la televisión, etcétera. Claro que cuando lo cursi se rebasa por su fastuosidad, merece otra clasificación.

 Pero lo que para unos es cursi en otros no lo es. La cursilería, más que una cultura puede ser un estado de ánimo. Por ejemplo, es frecuente ver a boxeadores mexicanos de primera línea que para mostrar su raza de bronce y que no por eso es inferior, usa una enorme esclava de oro con el nombre en brillantes del propietario.

La cursilería es un fenómeno mundial de todas las épocas, aunque en nuestro país llega a extremos de surrealismo, rayando a veces en la ciencia ficción. Va desde aquella gente que habla de millones de pesos sin tenerlos, pasando por esas damas encopetadas que hablan y presumen de izquierdistas. Aquí entre nos, les diré que me parece muy cursi aquellos concursos de “misses” y sus tristes pasarelas.

Tal vez ustedes conozcan algunas casas o departamentos de ciertos políticos que regularmente usan como si fuera una distinción, en la arquitectura de su casa, columnas o estatuas al frente en símbolo de poder.

No faltan los que pagan miles de pesos para salir en las páginas de las revistas de gente bonita. En esos medios impresos a todo color, abundan los calificativos rimbombantes con los que disfrazan el mal papel que han desempeñado desde sus cargos estos funcionarios públicos.

Con todo ese montón de fotografías y textos verdaderamente cursis, se ponen al mismo nivel de los recuerditos regionales que venden a los ingenuos en las tiendas de los hoteles.

Realmente sería imposible hacer un recuento de la cursilería en los políticos oaxaqueños. Desde que empiezan las campañas políticas, todos estos se esmeran en ser los más cursis de todos. Si no me creen, echen el ojo a su alrededor para que vean que las fotografías que comienzan a exhibir no coinciden con su vida familiar.

 

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