Coicoyán de la pobreza: un reto para el nuevo gobierno: Rubén Mújica Vélez

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Oaxaca y Guerrero corren paralelos en un compromiso incumplido por cerca de diez administraciones estatales ¡sesenta años!: la miseria de los pobladores de Coicoyán y  Metlatónoc. Promesas van y vienen y la situación se mantiene idéntica: carente de futuro, sumidos en la miseria y la desesperanza. No en balde han comparado a ambos municipios con los perores escenarios de Biafra. Los niños son carne de cañón de los primeros oferentes de dinero, sin importar cómo se consiga.

 

Los indicadores estadísticos salen sobrando. Lo que no se discute es que Coicoyán es el “espejo de la miseria oaxaqueña” como Tetlatónoc de Guerrero. Parece que los gobernadores se regodean periódicamente enseñando la denuncia más tangible de su ineptitud, de su incapacidad, cuando no de su desdén.

 

Hace cosa de 6 años Fox realizó en ambos municipios una “reunión de trabajo”, con sus más conspicuos colaboradores, para programar el rescate de ambos de la miseria lacerante, indigna. A la reunión no permitieron ingresaran los Presidentes Municipales. No fueron siquiera convidados de piedra.

 

Obvio no se hizo algo, lo más mínimo por atenuar el golpe diario del hambre y la desesperación. Después, en los inicios del espurio michoacano, lo llevaron a Yogana, Oaxaca, ¡para variar un poco el escenario! Han pasado varios años y Yogana sigue igual, con idéntica, estática miseria. 

 

Por eso ahora que arranca un gobierno que mantiene una tenue esperanza en el alma popular, se debe hacer algo por Coicoyán, para empezar. Se puede echar a andar un Plan Piloto, en que concurran diversas organizaciones internacionales como la UNICEF, FAO, OMS, fundaciones extranjeras, algunas otras nacionales y el gobierno estatal poniendo orden y secuencia en las actividades que se pueden iniciar en pro de los paisanos para que dejen de ser el ejemplo vivo del hambre y la desilusión.

 

Primero atajar la fuente de enfermedades: garantizar agua potable, no entubada. Paralelamente iniciar un proceso de reforestación, cuyo éxito se ha palpado en la Mixteca con un paisano que ha recibido reconocimiento internacional. No busquemos extraños; tenemos buena semilla oaxaqueña.

En segundo lugar, iniciar diversas acciones para captura de agua con obras de bajo costo, creadoras de empleo y retención de suelo. A la par se pueden echar andar programas de aprovechamiento de energía solar, eólica y servicios sanitarios con tecnologías innovadoras.

 

Sería un arranque prometedor de la administración de Gabino Cué. Además laboratorio para el resto del sexenio que puede y debe pasar de las promesas a los resultados.

 

Obvio, un programa de esa índole debe caracterizarse por un manejo pulcro de los recursos; acciones que contemplen las demandas populares y que hagan corresponsables a los paisanos de su ejecución y supervisión. Un programa formulado en campo y con los beneficiarios. Abandonar las recetas derivadas de “modelos” matemáticos sofisticados que formulan doctores expertos en esas herramientas pero que en la práctica ¡no curan ni un catarro! Debe ser un proyecto comunal, campesino. Un proyecto que los ciudadanos sientan propio y no impuesto.

 

Deben evitarse soluciones mágicas de “invernaderos de alta tecnología” que al difundirse no han  garantizado la dotación de plántulas y están vacíos. Instalaciones que huelen a negocios de los burócratas que los difundieron y después, como lo observó un joven y agudo técnico, no garantizan su continuidad. No hay bases sólidas para su permanencia.

 

En otras palabras: el nuevo gobierno tiene que intentar auténticamente la lucha contra la pobreza, ahí donde alcanza los niveles más inhumanos, más duros y donde hay que demostrar que las promesas electorales cobran realidad. Entonces la sociedad oaxaqueña sabrá que es crepúsculo matutino y no lobreguez nocturna.

 

rubenmv99@yahoo.com