Centenario de la Constitución: cada vez menos recuerdan por qué hubo una Revolución en México: Adrian Ortiz

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En este 2017 se conmemoró el primer centenario de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Nuestra Carta Magna, vigente hasta la actualidad —aunque plagada de modificaciones— fue resultado justamente de la lucha revolucionaria que inició el 20 de noviembre de 1910. A cien años de distancia, y sólo a manera de reflexión —porque queda claro que la partidocracia mexicana mantiene aún secuestrada a la voluntad popular, en el anhelo de mejores condiciones sociales— deberíamos preguntarnos cuáles fueron las causas más de fondo que le dieron sustento y contenido a la Revolución, y por ende a la Constitución de 1917 que este año cumplió su primer centenario.

En efecto, el poeta y ensayista Octavio Paz afirmaba en El Laberinto de la Soledad, que la única causa verdaderamente social de la Revolución Mexicana, era el agrarismo de Emiliano Zapata. Él exigía la devolución de la tierra a sus dueños originales, que históricamente habían sido despojados. Esta fue una de las causas que sostuvo social, política e ideológicamente a la Revolución, y fue uno de los puntos que dotó de mayor contenido social a la entonces vanguardista Constitución que aprobó el Constituyente de Querétaro en 1917.

¿A qué se refería concretamente Octavio Paz? Vale la pena repasar lo que apuntó en El Laberinto de la Soledad, en la parte en la que hace un extraordinario y lúcido recuento histórico de los hechos y circunstancias que determinaron nuestra realidad nacional. Ahí, en el Capítulo VI “De la independencia a la Revolución”, Paz sostiene argumentos que deben ser releídos hoy en día para entender el fondo de dicho movimiento revolucionario, las causas sociales que le dieron origen, y el evidente extravío que como país vivimos actualmente.

“Distingue a nuestro movimiento —dice Octavio Paz, sobre la Revolución— la carencia de un sistema ideológico previo y el hambre de tierras. Los campesinos mexicanos hacen la Revolución no solamente para obtener mejores condiciones de vida, sino para recuperar las tierras que en el transcurso de la Colonia y del siglo xix les habían arrebatado encomenderos y latifundistas.

“El ‘calpulli’ era la forma básica de la propiedad territorial antes de la Conquista. Consistía este sistema ‘en dividir las poblaciones en varios barrios o calpulli, cada uno de ellos con una extensión determinada de tierras, que no pertenecían individualmente a ninguno de los habitantes, sino que estaban concedidas a una familia o tribu… en el concepto de que el que abandonaba el calpulli o dejaba de cultivar las tierras que se le asignaban, perdía el derecho de participar en la propiedad comunal’. Las Leyes de Indias protegieron esta institución y son numerosas las disposiciones destinadas a defender la propiedad comunal indígena contra abusos y usurpaciones de toda índole. Los preceptos admirables de las Leyes de Indias no fueron siempre respetados y la situación de los campesinos era ya desesperada a fines del siglo XVIII. La actitud de Morelos, uno de los pocos dirigentes mexicanos que tuvo conciencia del problema, revela hasta qué punto el malestar del campo influye en la guerra de la Independencia. La Reforma comete el error fatal de disolver la propiedad comunal indígena, a pesar de que hubo quienes se opusieron, como Ponciano Arriaga. Más tarde, a través de diversas Leyes de Colonización y de Ocupación y Enajenación de Terrenos Baldíos, el régimen de Díaz acaba con los restos de la propiedad campesina y “destruye los caracteres que hasta entonces había tenido el régimen de propiedad de México”.

 

CAUSAS SOCIALES

“Casi todos los programas y manifiestos de los grupos revolucionarios —continúa señalando Octavio Paz en El Laberinto de la Soledad— contienen alusiones a la cuestión agraria. Pero solamente la Revolución del Sur y su jefe, Emiliano Zapata, plantean con claridad, decisión y simplicidad el problema. No es un azar que Zapata, figura que posee la hermosa y plástica poesía de las imágenes populares, haya servido de modelo una y otra vez, a los pintores mexicanos. Con Morelos y Cuauhtémoc es uno de nuestros héroes legendarios. Realismo y mito se alían en esta melancólica, ardiente y esperanzada figura, que murió como había vivido: abrazado a la tierra. Como ella, está hecho de paciencia y fecundidad, de silencio y esperanza, de muerte y resurrección. Su programa contenía pocas ideas, estrictamente las necesarias para hacer saltar las formas económicas y políticas que nos oprimían. Los artículos sexto y séptimo del Plan de Ayala, que prevén la restitución y el reparto de las tierras, implican una transformación de nuestro régimen de propiedad agraria y abren la puerta al México contemporáneo. En suma, el programa de Zapata consistía en la liquidación del feudalismo y en la institución de una legislación que se ajustara a la realidad mexicana.

Luego, Octavio Paz continúa explicando que la originalidad del Plan de Ayala consiste en un posible regreso a una “edad de oro” en la que se supone que todo era ideal y que esa es la base de toda Revolución, pero no como una simple creación de la razón, ni una hipótesis. El movimiento agrario mexicano, dice, exige la restitución de las tierras a través de un requisito legal: los títulos correspondientes. Y si prevé el reparto de tierras lo hace para extender los beneficios de una situación tradicional a todos los campesinos y pueblos que no poseen títulos. El movimiento zapatista tiende a rectificar la Historia de México y el sentido mismo de la Nación, que ya no será el proyecto histórico del liberalismo. México no se concibe como un futuro que realizar, sino como un regreso a los orígenes. El radicalismo de la Revolución mexicana consiste en su originalidad, esto es, en volver a nuestra raíz, único fundamento de nuestras instituciones. Al hacer del calpulli el elemento básico de nuestra organización económica y social, el zapatismo no sólo rescataba la parte válida de la tradición colonial, sino que afirmaba que toda construcción política de veras fecunda debería partir de la porción más antigua, estable y duradera de nuestra nación: el pasado indígena.

 

JUSTICIA SOCIAL

Que esta era una parte fundamental de la verdadera justicia social que buscaba la Revolución, y que no tenía que ver con las luchas palaciegas por el poder, en las que luego se enfrascaron los herederos de la Revolución, que luego crearon el partido que era necesario para la consolidación del régimen de partido hegemónico que prevaleció casi setenta años. Ha habido dos alternancias de partidos en el poder, y si bien la Constitución ya cumplió su primer centenario, hoy lo que parece que queda claro es que sus verdaderas causas sociales, como la de la tierra, quedó sepultada por completo.

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